sábado, 24 de mayo de 2025

Vencer a la tiniebla

VENCER A LA TINIEBLA



Por si vienen mal dadas, se nos ha puesto en sobre aviso: hemos de tener absolutamente de todo en nuestros hogares. Bueno, empecemos por tener hogar, porque algo que es un derecho de todos, cada vez lo es para menos, y de ninguna manera hemos de dejar de verlo y menos aún conformarnos. Decíamos que si tienes vivienda digna y espaciosa, podrás guardar lo necesario en caso de situación extrema: un apagón inexplicable, una pandemia imprevisible, una riada recurrente y previsible, una Filomena en condiciones e inolvidable, un ataque cibernético, sabotajes varios, la invasión de los pueblos bárbaros o cualquier otro percance anunciado por Los Simpson. Estemos preparados, todo puede ocurrirnos, y por ello, que a nadie le pille sin un buen surtido velas y demás utensilios de ocasión extrema. No está de más, por tanto, no olvidarnos en modo supervivencia.

Pero seamos realistas, ser y estar prevenidos es muy conveniente, pero uno no puede estar perfectamente preparado para todo lo que pueda llegar a ocurrir, en especial si esto fuera de lo más inesperado. Por lo que de alguna manera es bastante contradictorio que desde altas instituciones se nos pide: que estemos preparados para lo que no sabemos que puede pasar. Pero ¿y los responsables de la prevención y toma las medidas necesarias para evitar que ocurran estos imprevisibles apagones y crisis insospechadas, que nos sobrevienen sucesivas cual plagas bíblicas, por qué no lo están ellos primero y nos garantizan cierta tranquilidad? A lo mejor nosotros debemos estar preparados, o al menos tratar de estarlo, pero los mandatarios deben también estarlo. ¿O no debería ser así?

Quizás haya que hablar aquí de algunos apagones no advertidos que, a unos y otros, nos tienen completamente a oscuras. Y es que parece que no vemos lo que no vemos, es decir, que aunque sean evidentes todos los problemas y dificultades que nos rodean, no nos percatamos. Puede que solo se trate de que no queremos ver, o que nos tienen verdaderamente distraídos para que nos ocupemos del reclamo o polémica del momento, evitando que tomemos conciencia de lo que está realmente ocurriendo. Gracias a Dios no todos andan sumidos en una oscuridad que no perciben, en un apagón de lucidez y consciencia, puesto que aún quedan cabezas pensantes y mentes despiertas. Hagámonos un favor y escuchemos las propuestas de los más avezados pensadores, tal vez descubramos una luz incipiente que pueda guiarnos a buen destino en lugar de vagar hacia el abismo del desatino.

Nos advierte, por ejemplo, nuestro nuevo pontífice, León XIV, que ha elegido dicho nombre porque viene a retomar la misión de reivindicar la defensa del hombre ante la actual revolución de la IA. ¿Concebimos el alcance y la transformación que se nos avecina? ¿Sabremos emplearla bien y para el bien? Toda precaución y prudencia no están de más, o es que solo hemos estar preparado para los desastres. ¿No habrá que estar también alerta y atentos para anticiparse a las posibles consecuencias de este tremendo cambio al que estamos asistiendo. Sorprende que, salvo entre especialistas en la materia, el documento "Antiqua et nova" que el Vaticano publicó el pasado 28 de enero ha pasado en perfecto apagón para el resto de los mortales. ¿Vemos o no vemos lo que deberíamos ver? ¿Acaso no va con nosotros? Qué bueno sería que comprendiéramos adecuadamente y supiéramos manejar esta potente herramienta y los retos que supone. No permanezcamos en las tinieblas de la ignorancia y la posible manipulación.

Las lecturas de este VI domingo de pascua pueden servirnos también de acicate para no permanecer dormidos a merced de la oscuridad dominante. Podemos tratar de iluminarnos con la palabra que Jesucristo resucitado nos propone, porque ella misma es resucitadora y, por ello, nos capacita para vencer la tiniebla. Una tiniebla que campa a sus anchas en este mundo violento e injusto, pero que también se instala dentro de cada uno de nosotros impidiendo que brote lo mejor en nuestras relaciones. Nos lo expresa Jesús cuando nos insiste en que "El que me ama guardará mi palabra". Porque si amamos a Aquel que nos ama hasta el extremo, aprenderemos que el amor a uno mismo no ha de ser la máxima de nuestro modo de vivir, por mucho que esté vigente y establecido un amor posesivo y excluyente con la alteridad, un amor egoísta y solipsista que mata cualquier posible de fraternidad y comunidad. Esta ausencia de amor y reconocimiento de la dignidad del resto de personas está detrás de los abusos, manipulaciones, agresividades y relaciones destructivas que tanto predominan. Por tanto, la propuesta es bien sencilla: más evangelio y menos maldad, y con ella otro gallo nos cantaría.

Además nos habla Jesús de darnos su paz, una paz consumada y pascual, una paz que reconstruye los puentes con todos, tanto Dios como los hombres, piensen o sienten como quieran; una voluntad de paz profunda que no anula la diferencia, sino que en el amor la armoniza; una paz que no deconstruye hostilidades y guerras. Porque son estas, insignes jinetes del Apocalipsis, poderosos agentes de la tiniebla y del gran apagón en el que, a nivel personal o global, podemos sumirnos por mera dejadez. En cambio, si Cristo nos dona su misma paz, la que nace del amor incondicional, hemos de ir llevando esa paz "desarmada y desarmante" a todo nuestro ser y a nuestras relaciones. Pacifiquémonos y pacifiquemos con este don de Cristo resucitado que vence al mundo y a la tiniebla.

Y finalmente, nos promete Jesús en el evangelio de Juan, la necesaria ayuda del Espíritu Santo. Nosotros solos poco podemos, pero juntos y unidos, sí que podemos, contando con el Paráclito que actúa en nosotros, nos renueva y guía; posibilita e impulsa a esa Iglesia, comunidad inmensa de hermanos que se esfuerzan día a día por ser mejores y hacer el bien; por perdonar y perdonarse; por amar y entregarse por el bien de todos; por convertir este mundo en el Reino de Dios, donde el amor de Dios sea la única ley, esa que todo hombre lleva inscrita en el corazón, aunque si permanece en la tiniebla, ni siquiera se ha percatado aún de ello.

Cristo, en la cruz, cuando parecía que vencían las tinieblas, venció y sigue venciendo rotundamente con su luz pascual. Nosotros hemos de insistir y sumarnos a esa su victoria, que es la nuestra. El nos da su Espíritu y su vida plena. Imposible será la derrota. En Él podemos vencer toda posible tiniebla, por mucho que el apagón trate de anularlo todo. Por ello, somos peregrinos de la esperanza, dispuestos a hacer partícipes de la resurrección a toda la creacción. 

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