Al comienzo de esta situación tan inesperada que todos hemos tenido que atravesar, se extendió el lema “todo va a salir bien”. Gracias a esta afortunada expresión de Santa Juliana de Norwich nos dábamos ánimos unos a otros, e incluso a nosotros mismos, porque cuando la situación es problemática, si mantenemos la esperanza, anímicamente la podemos afrontar mucho más favorablemente.
La famosa frase de Santa Juliana literalmente dice: All shall be well, and all shall be well, and all manner of thing shall be well ("Todo irá bien, y todo irá bien, y toda clase de cosas irán bien") y con ella manifiesta una gran confianza en que de todo se sale, si sabes mantenerte y vas haciendo lo que en cada momento se puede.
Esta actitud de confianza está fundada en que Dios nunca nos deja solos, no se despreocupa de nuestros problemas, sino que bien al contrario, está ahí para alentarnos y proveer de lo que en cada momento sea necesario. Es un Dios que nos hizo libres y capaces de superar cualquier situación, colaborando estrechamente entre nosotros, y por supuesto, también con Él. No nos soluciona los problemas, sino que nos acompaña y anima a enfrentarnos a cualquier dificultad. A ese Dios que actúa discretamente, siempre en segundo plano, como facilitador de nuestros procesos, los conocemos como PROVIDENCIA.
Entonces, podremos llegar a descubrir que nuestra relación con Dios es una relación de amor que se basa, como toda relación de verdadero amor, en la confianza mutua y en la libertad. El Padre que Jesús nos presenta, es un Dios que confía tanto en nosotros que nos da siempre una nueva oportunidad, que es misericordioso, que no condena, sino que absuelve y libera, porque confía plenamente en las posibilidades de cada uno de sus hijos. Y eso que una y otra vez le hemos dado evidencias de nuestros fallos, sin embargo, Dios vuelve a confiar. ¡En qué medida nos conoce! ¡En qué medida nos ama!
Pero además, si nosotros hemos experimentado la realidad íntima del cariño y cuidado de Dios por el ser humano, también aprenderemos a confiar en su PROVIDENCIA y atravesar así las situaciones que vengan, porque Él hace con nosotros el camino, siempre se encuentra cerca, acompañándonos, y que, por tanto, TODO VA A SALIR BIEN pase lo que pase.
¿Estás dispuesto a hacer crecer esa confianza a toda costa? ¿Te fías? El salmista expresó esa actitud cuando expresa:
El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.
Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.
Si es así, vivirás sostenido en tu realidad por el amor de Dios y, consecuentemente, lograr mantener una actitud positiva cada día. Pero, además, en la medida que hayas incorporado esa confianza incondicionada de Dios por las personas, podrás empezar igualmente tú a confiar en el otro, y acompañar a quien camina junto a ti, a llevar esperanza a aquel que se encuentre necesitado de ella, a volver a dar otra oportunidad al que falle (o si fallas tú mismo) y ser capaz de iniciar de nuevo el camino con aquellos que realmente son un don, una oportunidad, una enorme riqueza.
Sí, todo va a salir bien, pero no solo depende de Dios (sería muy cómodo), ni de ti mismo siquiera (sería muy egocéntrico), sino de lo que descubramos todos y estemos dispuestos a aprender y a empezar a realizar a partir de ahora en nuestras vidas. Es el momento de redescubrir lo hermoso que es SER PARA LOS DEMÁS. Solo saldremos reforzados de esta horrible pandemia, si aprendemos a confiar y compartir con los demás, estrechando los lazos familiares los unos con otros y conviviendo respetuosamente. Y, en contra de lo esperable, esta crisis no nos habrá destruido, sino que nos habrá hecho mejores, porque seremos más humanos, y por ello constructores de confiada esperanza.