sábado, 25 de marzo de 2023

Entre lágrimas

 ENTRE LÁGRIMAS


No conviene minusvalorar el poder de las lágrimas. Sí, son pequeñas y transparentes, apenas una gota de rocío que se desliza por el rostro, pero cada una de ellas logra sacar al exterior lo que anida en lo más íntimo de la persona. Aunque en sí una lágrima, producida la pena o la felicidad de alguien que se encuentra conmovido, no consiga alterar gran cosa el mundo en el que vivimos, sí logra que esa persona muestre su rico mundo interior. Por tanto, las lágrimas sí tienen importancia, y mucha, para aliviar nuestras emociones, evidenciarlas, esto es, para decir todo aquello que muy difícilmente se sabe expresar con las palabras.

Hay personas de lágrima fácil, y hay otras que tienen ya reseco el lagrimal. Toca a cada uno dictaminar sobre sí mismo y descubrir cuándo, cómo y por qué nos damos al llanto. Y desdramatizar, porque puede que convenga soltar alguna que otra lagrimita de vez en cuando, porque a todos nos viene muy bien drenar ese mundo emotivo complejo, para que no se nos terminen convirtiendo las penas en un nudo que a la larga nos puedan atar a ciertas situaciones, en lugar de permitirnos superarlas. Llorar es sano y saludable, aunque no hacer más que llorar a todas horas y de manera continuada puede llegar a hacerse poco entendible. 

Tampoco conviene incomodarse ante las lágrimas ajenas, sino saber estar ahí, acompañándolas y acogiéndolas en la medida de lo posible, con respeto y atención. No se acaba el mundo porque alguien llore si lo necesita, y si puedes estar ahí apoyando esos momentos, bien puedes sentirte privilegiado de poder ofrecer tu hombro y tu ternura a quien en ese momento lo necesita.

Una de las situaciones en las que lo normal es deshacerse en lágrimas, porque el corazón se nos rompe, es la pérdida de un ser muy querido. ¿Cómo vamos a poder permanecer en este mundo sin él? La desaparición irremediable y para siempre de esa persona entrañable es de las experiencias más difíciles de afrontar y remontar. Nunca estamos demasiado preparados para el duelo. Se nos viene el mundo encima y hay que aprender a convivir con la tristeza de la ausencia de la persona que hemos perdido. ¿Quién es capaz de encauzar tanto dolor? ¿Cómo echar para adelante?

Pues en esa terrible tesitura nos encontramos hoy a Jesús. Le avisan de la muerte de su amigo Lázaro, el hermano de Marta y María, y hasta allí se encamina. Al llegar a Betania se encuentra con Marta y después con María y acoge también el dolor y el llanto de ellas. Él mismo también solloza y rompe a llorar emocionado. Sin embargo, se acerca hasta la tumba y pide que quiten la losa. Le da gracias al Padre porque le escucha, y después le habla a Lázaro para que también le escuche: "Lázaro, ven fuera". Y su amigo Lázaro, a pesar de estar muerto escucha su voz, por ella recupera la vida a vista de todos. Lázaro sale de lo hondo de la tierra en la que estaba sepultado y también sale de las ataduras de la Muerte. Para Dios no hay imposibles.

Este es Jesús, el Dios que llora por su amigo, el hombre que tiene poder sobre la muerte. Este es Jesús de Nazaret, el que nos rescata de la muerte y que con su Espíritu nos confiere una Vida sin fin. Este es Él, el mesías, el esperado, el Hijo, el que te anima a escuchar su voz y tener parte en su vida. Si le amas y te sientes amado por Él, nada has de temer, porque no te dejará morir, como no dejó tampoco morir a su amigo Lázaro. Es el Amigo que se conmueve ante el dolor humano, y como no le es indiferente, lo asume y pasa por él. Este es el Dios humanado.

Si crees en Él vivirás, y tus lágrimas amargas por la pesadumbre y la finitud se volverán lágrimas de agradecimiento, de compasión, de alegría y amor profundo. Tal y como les debió pasar a Marta y a María al poder volver a abrazar a su hermano vivo de nuevo. Pronto lo podremos experimentar también nosotros, porque de la muerte del Señor vamos a pasar a la Pascua, en la que Él mismo resucita, y con Él todos los que vivamos unidos a Él.

Que esas sean ya nuestras lágrimas, porque a través de ellas aprenderemos a ver que toda nuestra vida en realidad es pascua, pues ya participamos de la resurrección del Señor. Levántate, amigo, ven fuera, porque el que te llama te invita a una vida más plena. Escúchale y deja atrás tanta muerte y tristeza sin sentido. 



 

sábado, 18 de marzo de 2023

Vivir para ver

 VIVIR PARA VER


Es frecuente encontrarse con personas que no están pasando sus mejores momentos. Algunos de nosotros también hemos podido pasar por esos bajones de ánimo que a todos nos pueden afectar en un momento dado. Otros, incluso, tienen que vérselas con alguna situación durísima, y por sí solos no se sienten capaces de superar la desesperación en la que se encuentran sumidos. No ven ni salida posible, ni un atisbo de luz al final del camino. Pero los hombres no somos islas, y estamos los unos junto a los otros, no para competir, sino para todo lo contrario, para apoyarnos, tratar de ser de ayuda y poder levantarnos los unos a los otros. Muy equivocados están los que conciben que el ser humano solo es un lobo para el otro hombre, porque si entienden así las relaciones con sus semejantes, terminarán portándose como depredadores con los demás.

Sin embargo, hay otras maneras mucho más creativas de situarse ante la existencia. Por ejemplo, se podría vivir estando pendiente de todo y de todos, para descubrir, admirar, valorar, agradecer y amar el milagro de la vida. Aun sabiendo que la expresión "vivir para ver" se usa con el sentido de que ya a uno no le sorprende nada, y hasta que lo peor cabe dentro de nuestras expectativas, también podemos hacer uso de esa fórmula justamente para expresar que saber ver es, en definitiva, uno de los cometidos más interesantes de la vida. Ver lo que acontece, no tanto desde la queja, sino desde el asombro.

Para ello los hombres hemos inventado las gafas, los microscópicos, la cámara fotográfica, el catalejo o hasta el telescopio. Queremos ver bien a toda costa, y por ello hay una gran oferta una tecnologica de alta gama y última generación al alcance de las más poderosas tarjetas de crédito; porque el número de píxeles y la definición de la televisión o de la pantallita del móvil importa mucho.

Pero hay una realidad infinitamente rica fuera del alcance de nuestras pantallas. Una realidad que nos pasa desapercibida en muchos casos. Llamémosla realidad real frente a la realidad virtual a la que nos estamos poco a poco reduciendo.

Pues en las lecturas de este cuarto domingo de Cuaresma, conocido como Domingo Laetare, precisamente se nos habla de cómo nos ve Dios. Así descubre en un muchachito ,que andaba pastoreando los rebaños de su padre Jesé, al que va a ser el Rey David. Vivir para ver, porque nadie veía en el chico más que a un mocoso, mientras que Dios reconoce la nobleza y grandeza del corazón de este crío. ¿Y por qué no sabemos nosotros ver así y nos quedamos tantas y tantas veces en la capa más externa? ¿Precisamos rayos X o simplemente aprender a mirar de otro modo?

Después, en el Evangelio, es Jesús el que devuelve la vista a un ciego de nacimiento, al que además de permitirle recuperar el sentido de la vista y valerse por sí mismo, le enseña a ver con el corazón descubriendo más allá de las apariencias, creyendo y amando, es decir, emocionándose, conmocionándose e implicándose en aquello que le entra por los ojos y le llena la vida.

Seguro que nosotros arrastramos nuestras propias cegueras, y durante esta Cuaresma hemos de ir reconociéndolas y llevándoselas también a Jesucristo. Esas cegueras, que no son tanto de los ojos, sino más bien del alma, hay que tratárselas urgentemente para que podamos volver a recuperar el gusto por la vida, y podamos decir que efectivamente vivimos para ver y creer. Porque a veces terminamos no viendo más que lo evidente, lo superficial, o aún peor, lo sesgado por la ideología más dominante en un momento dado, esto es lo que quieren que veamos solo.

Abramos la mirada, la mente y el espíritu, como si de nuevo fuésemos niños, para poder apreciar la novedad y actualidad de cada cosa, cada ser, cada momento. Ojalá quisiéramos aprenderlo todo de nuevo sin juicios ni filtros reductores. Qué ocasión se nos presenta para que Jesús nos permita recuperar una visión sanada. Dejémonos ver por él, porque es el que ve nuestro corazón, y lo encuentra absolutamente hermoso. Es la inmensa fortuna de ser mirados por el que incondicionalmente nos ama. ¿Cómo no vamos a recuperar la alegría? ¿Y nosotros podremos aprender a mirar también desde el corazón?

ALÉGRATE Y VE   

sábado, 11 de marzo de 2023

Tener que contarlo

 TENER QUE CONTARLO


Todos hemos escuchado alguna vez a alguien que no se podía callar, y en cuanto nos veía nos preguntaba: ¿Sabes lo que me ha pasado? ¿Te has enterado? Y es que esa persona no podía permanecer sin contarlo. Tanto lo bueno, lo mejor, o lo peor que nos ocurre a los humanos ha de ser compartido con aquellos seres cercanos. Incluso hoy, con nuestros dispositivos telefónicos tan a mano siempre, nos falta tiempo para comunicar las nuevas a los parientes y verdaderos amigos. Sea lo que sea, si nos importa, tenemos que contarlo al instante a aquellos que nos importan.

Ciertamente hay entre nosotros algunos que son tan reservados que, pase lo que les pase, no se lo comunican a nadie y prefieren permanecer callados, bien sea por timidez o por prudencia. Otros muchos hay también que aprovechan las actuales posibilidades que nos ofrecen las redes sociales para ponernos al día de todo, absolutamente de todo: lo que hacen, lo que no hacen, o lo primero que se les ocurre, quizá porque piensan que al considerarse el centro del mundo, todo lo que se refiera a ellos es de un un interés supremo, o tal vez lo único que tratan desesperadamente es lograr, de alguna manera, cierto reconocimiento para poder creerse ellos mismos que son el centro del mundo.

En el tercer domingo de Cuaresma tenemos un pasaje del Evangelio en el que merece la pena detenerse. Jesús, que se encuentra cansado, se sienta a descansar junto al pozo de Sicar, mientras sus discípulos han ido a hacer la compra. Pero en realidad está esperando a quien, pasado un rato, aparece sin saber que va a tener la inmensa fortuna de estar en el momento y lugar justos -no sé si el centro del mundo, pero sí el centro de su vida- en el que se va a encontrar ante El que otorga "un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna".

Ojalá en esta Cuaresma cada uno de nosotros pueda encontrarse con Él como la samaritana. Él, que nos aguarda para posibilitar ese encuentro en el que le descubrimos según nos va descubriendo; ese encuentro en el que nos vamos conociendo según le vamos conociendo. Qué bueno sería descender hasta ese pozo donde el agua de la vida es serena y cristalina; donde nuestra verdad más íntima es tratada con esa comprensión, esa ternura y esa misericordia. Qué bueno sería llegar a tener un diálogo de tú a tú, de corazón a corazón con ese hombre hecho Dios que abraza y venda nuestra pobreza y provoca en nosotros ese manantial de amor y libertad espiritual, ese gran tesoro. Qué bueno ser aguardado por Él al borde del pozo y poder aliviar su sed y nuestra sed: sed de agua, sed de luz, sed de amor sin medida y vida.

La Samaritana va al pozo con el cántaro vacío al pozo para llenarlo, pero se encuentra con Jesús, y allí deja el cántaro, porque ya lleva esa agua de la alegría que no puede dejar de compartir con los demás. Que también nosotros bebamos de esa agua sacada del pozo que es Cristo, y calmará nuestra sed más viva. Después no podremos parar de contarlo y de llevar a otros hasta el encuentro con el Señor, para que también prueben esa agua que sacia el corazón. Porque una cosa muy distinta es hablar de uno mismo, y otra muy distinta hablar, no meramente con palabras, sino con la propia manera de estar en la vida, de lo que él ha hecho de nosotros.

Si eso nos ocurriera, si estamos dispuestos a que nos ocurra, ninguno de nosotros podría dejar de contarlo, porque lo más grande que te puede pasar es encontrarte y ser encontrado por Él; ser mirado por Él de ese modo, sin juicio, ni condena, y sentir cómo te renace y rebosa la vida. ¿Cómo poder callarlo? ¿Cómo poder contarlo? Venid y lo veréis; porque al igual que Moisés dio con su cayado en la roca en Massá y Meribá, y comenzó a manar agua para todos, el Señor puede transformar nuestra dura vida en un manantial que calme la sed más profunda de todos los que conviven contigo. Es el agua del amor que hará de esta la mejor de las vidas, porque esta preciosa agua se nos convertirá en el vino del banquete del Reino.

¿TIENES SED? ¿QUIERES DE ESA AGUA?


sábado, 4 de marzo de 2023

Intimidades

 INTIMIDADES


El ser humano es muy curioso. Y hemos de afirmar que la curiosidad es el motor del aprendizaje, ya que si tengo interés por conocer aquello que no sé --puesto que en esto consiste la curiosidad--, pondré atención para poder enterarme de aquello que suscita mi interés. Por lo cual bendita curiosidad si nos pone en movimiento para abandonar la ignorancia, y poder así avanzar en el conocimiento de nosotros, de los otros y de la realidad. Habría una curiosidad en el científico, una en el filósofo, otra en el bebé y en el niño, otra en el artista, en el lector... o tal vez la misma sana curiosidad que nos lleva a unos y a otros por derroteros diferentes pero más interconectados de lo que pudiera parecer.

Lo malo sería si esa curiosidad se limitara al cotilleo, a saber exclusivamente las intimidades de los demás para terminar juzgándoles desde la información que no debiera ser pública, sino privada, porque es íntima y solo le incumbe al protagonista y a aquellos a los que éste se lo quiera contar. Sin embargo, aunque siempre eso de proclamar las intimidades de los demás ha sido el tema predilecto de los rumores, hoy en día, desde los programas de cotilleo se ha institucionalizado el viejo oficio de difundir lo que no debiéramos contar de los demás. Por lo que el periodista que asume la tarea de cotillear, en lugar de informar, tal vez esté rebajando considerablemente su cometido, aunque con ello sacie la voraz hambre de indiscreciones del gran público. 

Con todo, habría que concluir esta digresión diciendo que habría una curiosidad sana y otra que no lo es tanto, dependiendo de si la finalidad es sólo enterarme de los detalles de la vida íntima de los demás, a los que claramente no he de tener acceso si el interesado no me desea hacer partícipe.

Pero está fuera de toda duda que conocer las intimidades de alguien nos facilita tener un mayor y más completo conocimiento de quién es, cómo es, qué hace y porqué. Siempre respetando el margen que nos puede conceder (o no) esa persona con su permiso. Es decir, si he de enterarme de algo íntimo de alguien, que siempre sea porque ese alguien me lo dice o me permite conocerlo, pero nunca por medio de terceros no autorizados a revelarlo, ya que a nadie tampoco le gusta que vayan de boca en boca sus secretos íntimos. ¿O no es así?

Pues en evangelio de hoy vemos a Jesús de Nazaret que justamente reúne a solo tres de sus discípulos y, tras acceder a una montaña muy elevada, se muestra tal y como es: verdadero hombre y verdadero Dios al mismo tiempo y completamente. A este momento singular se le conoce como la Transfiguración del Señor. Allí se escucha la voz del Padre que les dice a esos tres discípulos "Escuchadle". Jesús, al ver la turbación de Pedro, Santiago y Juan, les indica: "Levantaos. No tengáis miedo". Después al bajar ya de la montaña les pide que no cuenten nada de lo que han presenciado en ese momento de auténtica intimidad hasta que Él haya resucitado. Y al parecer fueron capaces de callar lo que debía ser callado.

Tal vez en esta Cuaresma también nosotros podamos acudir a esa elevada montaña y ver cómo Cristo se transfigura y podamos reconocer quién verdaderamente es. Tal vez esta vez también puedas incluso participar de esta invitación personal a contemplarle y escucharle como nos pide la voz sagrada. Tal vez si le escuchas y le contemplas como el Hijo de Dios, aquel que tiene palabras de vida eterna, y éstas entran en tu intimidad, también empieces tú a transfigurarte como ser humano espiritual, ese que es capaz de levantarse y no tener miedos. Pero para eso hay que ser capaz dejar la propia casa, la tierra conocida, la zona de confort en la que nos movemos poco o nada de donde ya estamos, e iniciar una nueva aventura, como la comenzó Abrahán tras haber escuchado en su interior la propuesta de Dios.

Pero para exponerse y adentrarse en lo incierto hay primero que atreverse a mirar de lleno en nuestras propias intimidades, que son las que nos interesan, en lugar de estar pendientes de las de los demás. A ver si como a Pedro, Santiago, Juan o Abrahán somos también llamados nosotros a vivir plenamente lo singular, pero ni siquiera nos percatamos porque estamos con los auriculares escuchando las intimidades nada ejemplares de la Shakira de turno. Tal vez si te despojas de auriculares y orejeras varias, reconozcas en ti la voz del Amigo íntimo que te dice:

LEVANTAOS. NO TENGÁIS MIEDO    

    


  

sábado, 25 de febrero de 2023

Con tiento

 CON TIENTO


En español tenemos gran cantidad de palabras y expresiones que derivan del término latino tentatio. Se dice que alguien ha de tener mucho tiento, para indicar que debe tener cuidado, prudencia, agudeza para no errar, y destreza y precaución para acertar en aquello que pretenda llevar a cabo. Y tal vez esto de tener tiento sea una de las artes más difíciles y necesarias para ejercer el oficio de vivir. Deberían, por tanto, enseñarlo en los colegios. 

También tenemos la expresión de ir a tientas, es decir, que uno ha de extender las manos y recurrir al sentido del tacto para percibir así lo que no llega por el sentido de la vista. Y es que, a veces, no tenemos las cosas demasiado claras y hemos de recurrir a un sexto sentido para tener mucho tiento y salir airoso de esa situación en la que andamos a tientas.

De la misma etimología es la palabra tentación, que aunque hoy lo tentador está muy aprovechado por la publicidad para indicarnos que ese producto es casi irresistible, y por tanto casi no se puede uno aguantar sin comprar y consumirlo, siempre ha estado relacionado justamente con lo contrario: lo tentador ha sido lo que se debía evitar, porque conllevaría consecuencias nada aconsejables.

Así en las lecturas con las que comenzamos el itinerario cuaresmal aparece ya la primera tentación fundacional, en la que, influenciados por la torticera invitación del reptil a nuestros antecesores, constatamos lo sencillo que resulta ser engañados. Tal vez los actuales hacedores profesionales de manipulaciones, patrañas, artífices consumados del embauco y del timo, también compartan con la serpiente esa condición de arrastrarse por el lodo de la inmundicia, mientras el resto de los mortales seguimos cayendo una y otra vez, como moscas o tontos recurrentes, en el mismo ardid: el engaño y la mentira tentadora. Pudiera parecer que no aprendemos demasiado de los errores, ni propios ni ajenos.

Pero no acaba ahí el asunto, ya que el mismo ser, astuto, vil y embustero, se atreve a tentar al mismo Hijo de Dios que se expone a ello en su recorrido por el desierto. Primero recurre a la necesidad material para hacerle caer, y ya que está ayunando, aprovecha para incitarle a convertir en panes las piedras y saciar así el hambre. Después, tras su primer fiasco, trata de tentarle con el poder y el reconocimiento, pero de nuevo pincha en hueso. Y finalmente, le tienta con la riqueza si comete idolatría, pero vuelve a constatar su rotundo fracaso, y se ha de marchar escamado el tentador (con el rabo entre las piernas) hasta volver a encontrar a Jesucristo en otro momento de suma debilidad.

Y cabe preguntarse: ¿cuáles pueden ser mis tentaciones? ¿Cuáles tus debilidades? ¿Son tan elementales como caer en algo que resulta atrayente a los sentidos? ¿Son de no fiarme en lo que Dios Padre me ha dejado indicado, y quiero ser yo mi único señor y por eso termino probando el fruto prohibido? ¿O son más bien tentaciones de calado parecido a las que es sometido Jesús: necesidades, identidad, poder, reconocimiento, riquezas, idolatrías...? Lo que es seguro es que tentaciones tengo, o bien de las inmediatas, o de aquellas en las que uno va cayendo poco a poco y sin notarlo. Tal vez estas últimas sean las que más peligro tengan, porque uno acaba siendo quien no es o quien nunca debería haber sido sin percatarse.

Estamos en Cuaresma, por lo que habrá que avivar el corazón, el alma y el seso y estar espabilados, pues de seguro que anda rondando sin parar ese especialista en fraudes. Si uno quiere, mediante un severo combate interior, también podemos salir airosos de nuestro encuentro con las sucesivas tentaciones. ¿Difícil? Mucho. ¿Posible? También. Tal vez haya que desenmascarar las innumerables tentaciones y celadas en las que si vas a tientas, terminarás cayendo; pero asimismo también habrá que ir descubriendo los recursos disponibles para superar toda acechanza. Anda, tómate tu tiempo y entra en el desierto que va a permitirte encontrarte contigo cuando encuentres a Dios.

     



sábado, 18 de febrero de 2023

Insuficiente

 INSUFICIENTE


En el ámbito educativo de este blog de pastoral escolar, una de las palabras que nos vemos obligados a emplear con cierta frecuencia los profesores es la consabida calificación de "insuficiente", aunque en relación con el resto de calificaciones mucho más positivas: "suficiente", "bien", notable" o "sobresaliente", a las que también pueden aspirar nuestros alumnos que desean superarse. No conviene olvidar tampoco que los profesores también debemos ser avaluados y hasta autoevaluarnos, para saber desempeñar mejor la hermosa y exigente tarea que tenemos encomendada.

Hoy pudiera parecer que las cosas están cambiando mucho en educación, ya que con esta nueva manera de evaluar competencialmente, y como los docentes no deberíamos frustrar nunca emocionalmente al alumno, sino tratar de evitar a toda costa que se sigan incrementando las enormes cifras de fracaso y abandono escolar, pues vamos a valorar sobremanera cualquier cosa que hagan, evitando el esfuerzo y el estudio propio del que quiere aprender. Por tanto, no va a ser demasiado difícil alcanzar el deseado "suficiente", independientemente del resultado logrado en el aprendizaje por parte de alumno. Sin embargo, e independientemente de la ley educativa que nos sea impuesta, el buen profesional de la enseñanza siempre va a intentar animar al alumnos a que se esfuerce y se ganen esa calificación que reconoce su trabajo. Porque ni padres, ni alumnos, ni profesores quieren una mediocridad considerada por algunos como "suficiente".

Pues la dinámica evangélica que nos propone Jesús en el evangelio de este domingo séptimo es diametralmente opuesta a esta manera de evaluar como siempre suficiente. Y realmente Jesucristo nos pide algo casi imposible: "Habéis oído que se dijo 'Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo'. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen...". ¿Pero es esto posible? ¿Es acertado? ¿Es humano? Pues precisamente tal vez esta fórmula sería la única que nos permitiría ser verdaderamente humanos, recíprocos, hermanos.

Estamos viendo, miremos por donde miremos, desencuentros, enemistades, conflictos, violencia y guerras. Menganito no se habla con Futanito "por quítame allá esa pajas". ¿De verdad que no somos capaces de ir más allá? ¿De verdad no podemos llegar a solucionar aquello que tanto nos separa? ¿De verdad es inevitable la confrontación? Convendría detenerse a planteárnoslo bien en serio y buscar las mejores opciones. 

Pero ¿cómo vamos a tratar de llegar a amar incluso a nuestros enemigos cuando ni siquiera somos capaces de llevarnos suficientemente bien con aquellos a los que queremos? Otra forma de amar es urgente. Otra manera de entender las relaciones entre unos y otros es necesaria. ¿Hemos escuchado algo del mensaje que Jesús nos viene repitiendo desde hace dos mil años? ¿Qué enemigo? ¿Por qué es o le considero mi enemigo? ¿Acaso estamos condenados a mirar al otro como lo mira el señor Putin (o otros tantos de su calaña que en el mundo han sido) o podemos asemejar nuestra mirada a la que Jesús nos propone?

Pues el evangelio no se anda con medias tintas, nuestra manera de amar exclusivamente a los que nos tratan bien es INSUFICIENTE. Por ahí nuestro recorrido va a ser muy, pero que muy corto, pues hasta los pérfidos son capaces de ello. Aspiremos a un amor hacia los demás que anula las barreras, que incluye a unos y a otros; un amor tan total que integra y supera diferencias y perdona ofensas; un amor real que donde unos siguen viendo solo a un enemigo, podamos ver a otro ser humano necesitado y vulnerable, a un semejante, a un hijo de Dios, a un hermano.

Pues sí, hoy te toca a ti autoevaluarte a ti mismo en calidad de amor. ¿Eres capaz de amar con ese amor que Cristo nos pide o te conformas con un suficiente mondo y lirondo? ¿Se puede ser pacato en el amor? ¿Y si la vida no fuera más que una escuela en la que aprender a amar absolutamente?  

sábado, 11 de febrero de 2023

Depende

 DEPENDE


Muchos alumnos (y no solo alumnos), cuando se les pregunta sobre una cuestión compleja, suelen recurrir muy prudentemente a la consabida expresión "depende". Pero, aunque creen que con ello ya está zanjada la pregunta inicial de la que creían haberse salvado ya, les suelo pedir que expliquen cuáles son esas dependencias. Sí, es verdad, todo depende de tantas y tantas cosas; pero saber las causas e influencias de los fenómenos y de las acciones es ir profundizando en la comprensión de la complejidad de los problemas, es aprender a analizar detenidamente las cuestiones, y por tanto, se hace muy conveniente y hasta obligado en cualquier situación aprendizaje, al margen de la ley educativa que en ese momento tengamos.

Y así, dependiendo de la disposición del sujeto que observa y piensa la realidad, podremos descubrir unas apreciaciones u otras. Por poner un ejemplo, ante el mar batiendo contra la costa, unos verán la lucha de contrarios, otros, sin embargo descubrirán una armonía no tanto en los contrarios, sino en los complementarios. Habrá otros que intuirán que por fin están en un momento fascinante para conseguir la gran fotografía que buscaban, frente a otros que lamentarán no haberse puesto el traje de neopreno y la tabla de surf. Sí, todo depende de quién seamos, de en quién nos hayamos ido convirtiendo.

Y de eso nos hablan las lecturas de este domingo VI de tiempo ordinario, de lo que hacemos o dejamos de hacer con nuestra libertad, es decir, del uso que le damos, que decidimos darle. Y tal vez la propuesta no es que hagamos una fotografía o surf, sino que nos hagamos con los otros contrarios en lucha o complementarios en una complementariedad cómplice. Efectivamente depende de esa disposición interior, que es el fundamento de nuestra libertad, y nuestro comportamiento será de una manera u otra.

Y es que hacerse libre, tal y como Dios ha querido y quiere que seamos, requiere mucha conciencia y continuas decisiones. Requiere ejercitarse en la praxis de la libertad vivida con los demás. Requiere un lentísimo aprendizaje que incluso de los propios errores aprende, para no solo ir descubriendo el propio camino, sino también la auténtica identidad y el compromiso en el camino común.

La libertad es como un precipicio donde uno descubre todas las posibilidades, además de unas vistas deslumbrantes, pero del que hay que ir descendiendo con cautela, pasito a pasito, tratando de no perder el rumbo a la vez que se disfruta de lo concreto y variado que vas descubriendo durante la bajada. Conócete a ti mismo, decían los antiguos, y además trata de ser tú mismo, buscando la verdad y la autenticidad en aquello que protagonices. Vive con coherencia entre lo que deseas, lo que piensas y lo que realmente luego vas construyendo y compartiendo en la vida. Y si te equivocas, rectifica a tiempo y destiempo.

Seguramente en lo profundo de ti hallarás una voz que te llama al amor; es la voz que te habita y te permite descubrir y diferenciar entre el bien y el mal sin que dependa de lo que te digan las ideologías vigentes o los influencers de turno. Esa voz íntima que estas capacitado para escuchar y seguir es la ley del amor que Dios puso en ti para facilitarte tu libertad de persona. Puedes oírla o desoírla. Sé enteramente libre para ello, pues tan solo depende de ti. Y trata de ser consecuente.     





sábado, 4 de febrero de 2023

Así sea

 ASÍ SEA


Vivimos inmersos en el mundo digital, en un mundo virtual de pequeñas pantallas táctiles. Hemos avanzado y evolucionado tantísimo que cada vez nuestro mundo se ha ido reduciendo a las pulgadas y píxeles de nuestros dispositivos. Ya no somos, o no sabemos ser, sin nuestro móvil, y el que más o el que menos, todos tenemos cierta dependencia de él. ¿Dónde quedó el sano aburrimiento creativo? ¿Dónde la libertad ociosa de estar desconectado? ¿Dónde la intimidad de estar al margen de las operadoras de telefonía? ¿Acaso no nos estamos convirtiendo en aceptadores incondicionales de cookies pero no tanto de nuestra realidad palpable?

Pues estos nuevos hábitos adquiridos sumisamente terminan incidiendo también en nuestras actitudes. Y si de la adicción a las nuevas tecnologías no se está hablando lo suficiente. de sus consecuencias aún menos. Solo vamos a considerar una de ellas: la extrema superficialidad a la que nos vamos reduciendo. Lo que prevalece es la mera apariencia, la pose que busca reconocimiento en forma de "likes", el fingimiento, la pantomima superflua en lugar de la realidad, pues esta muchas veces tiene sombras que preferimos no ver ni que vean. Siempre será más duro aceptar lo real que la adulterada virtualidad. Que ya hasta hemos perdido hasta el valor de la belleza no retocada. Qué bueno sería menos apariencia autocomplaciente y más gusto por la verdad, a secas sin florituras.

Pues, una vez más, el evangelio de este domingo V de tiempo ordinario (ciclo A) es una invitación a la conversión, a tomar conciencia y poder  reconducir y enmendar nuestros errores; es decir, a mejorar nuestra forma de vida, para que sea más acorde con la voluntad del que nos ama incondicionalmente. Y es que nos insiste en ser luz, pero ser luz que ilumina, que da visibilidad a otros en lugar de lucirse uno mismo. No se trata tanto de lucirse, sino de relucir, de generar espacios iluminados por las buenas acciones, por el encuentro amoroso con todos. Llevar luz, la luz de Cristo a todas aquellas realidades humanas que la precisan: el dolor, la soledad, la ternura, la amistad, el amor, el encuentro, la alegría, la sinceridad, el misterio... 

Qué luminosidad diáfana la de aquellas personas modestas que aportan lo que son, lo que llevan, lo que pueden, pero no piden ni reconocimiento ni recompensa. Qué impagable su testimonio. Pues tal vez la santidad sea la manera más excelsa de iluminar desde la humildad y la mansedumbre. Y para adentrarse y progresar en ella, habrá que ir diciendo una y otra vez: así sea, Señor, lo que tú quieras.

Y es que no solo nosotros y nuestro pequeño mundo, sino también la humanidad entera de este siglo XXI, cegado por las luces de la apariencia, necesitamos de esa luz que es Cristo, esa luz y esa sal que nos da la buena nueva. Por ello hacemos tanta falta en esta sociedad dividida y deshumanizada. Frente a las "fakes" interesadas de los sembradores de engaño, frente al individualismo feroz que nos atenaza, se hace necesario que volvamos a aportar la débil luz que llevamos en frágiles lámparas de barro. Llevemos esa luz de la fe, la esperanza y la caridad, porque es un tesoro que no podemos ni debemos guardarnos. Nos va mucho en ello. Este mundo precisa de esa luz para vislumbrar el aquí y el ahora en el que nos encontramos y poder avanzar así hacia una sociedad más humana, menos cruel, más justa, más acogedora y más fraterna.

Que así sean nuestras vidas y nuestras obras: luz cálida que acompaña y disipa toda tiniebla. Luz que no se impone, sino que se invita a descubrir como ayuda indispensable para conducirnos por el camino óptimo. Seamos más luz, más educación y evangelio, más lumbre, más encuentro, más verdad y más aliento. Que así sea.

sábado, 28 de enero de 2023

Un mundo al revés

 UN MUNDO AL REVÉS


Somos animales de costumbres. Una vez que nos hacemos a un hábito, nos cuesta Dios y ayuda salirnos de él. Es muy sencillo seguir haciendo las cosas como siempre se han hecho. Y a veces puede ser conveniente mantener una sabia tradición por su enorme valor, pero esto no asegura que lo que siempre se hizo de una manera siga siendo la mejor forma de reiterarla.


Lo malo ocurre cuando los esquemas mentales se nos vuelven fijos e invariables. Ese síntoma tan frecuente nos va anquilosando las mentes y el corazón, impidiendo la flexibilidad necesaria para crecer, transformarnos y transformar nuestra manera de concebir el mundo. Entonces uno se impide a sí mismo todo aprendizaje. Y si no se tiene cuidado uno se puede terminar convirtiendo en un fanático intransigente de tomo y lomo, de los que se quejan mucho pero aportan poco, pues ven el fallo en todo lo exterior y en todos, más no saben descubrirlo en ellos mismos.


Afortunadamente hay modo de prevenir esa distrofia esclerotizante y anuladora. Se me ocurre que la lectura siempre nos debería abrir a nuevas y ideas y propuestas. Otra práctica muy recomendada es trabajar la atención y la creatividad, como si siempre se estuviese comenzando. Y, sin más ánimo de agotar las propuestas, habría también que añadir: no dejar nunca de soñar a lo grande o escuchar las palabras de Jesucristo y tratar de llevarlas a la práctica. Y ciertamente esta última recomendación, siendo tal vez la más difícil de realizar, bien podría ser la de mayor alcance. ¡Qué manera tiene Dios de entender al ser humano y su realización! Esta manera de comprender la vida posee la capacidad de desinstalarnos radicalmente de todas nuestras inercias acomodaticias. Y si no me crees aquí la tienes:


"Al ver a la multitud, subió al monte. Se sentó y se le acercaron los discípulos. Tomó la palabra y los instruyó en estos términos: Dichosos los pobres de corazón, porque el reinado de Dios les pertenece. Dichosos los afligidos, porque serán consolados. Dichosos los desposeídos, porque heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque serán tratados con misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque se llamarán hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa del bien, porque el reinado de Dios les pertenece. Dichosos vosotros cuando os injurien, os persigan y os calumnien de todo por mi causa. Estad alegres y contentos pues vuestra paga en el cielo es abundante."


Así de claro, nuestro mundo visto al revés es el querido por Dios, y el mundo al revés de Dios es al que hemos terminando plena validez. Todas las demás proclamas reivindicativas se quedan cortas, no llegan a ponerlo todo patas arriba, pero la de Jesús de Nazaret sí.

  • Solo los que son pobres de pasiones mundanas dejan sitio en el corazón a la pasión de Dios por el hombre.
  • Solo los que han sufrido pueden saber del consuelo del Amigo fiel, y haber aprendido a consolar también al hermano.
  • Solo los desposeídos conocen aquello que nadie puede arrebatarles y son capaces de compartir lo que son y lo que tienen.
  • Solo los que tengan hambre y sed de justicia aspiran a una realidad conforme al sueño de Dios.
  • Solo los que practican la misericordia con el hermano han experimentado, experimentan y experimentarán la misericordia del Padre misericordioso.
  • Solo los que miran con limpieza plena de profunda de corazón podrán gozar de la magnitud inmensa de la obra de Dios que es la vida, cada vida.
  • Solo los que se afanan por pacificarse y pacificar sus relaciones con los demás pueden recibir propiamente el apelativo de hijos de Dios.
  • Solo los que son rechazados y perseguidos por tratar de vivir conforme al evangelio están realizando ya el Reino de los Cielos en la Tierra.
  • Solo es esta la manera de alcanzar la dicha no perecedera, la plena bienaventuranza, esa que anuncia y promete el Dios con nosotros, el que pasó por la vida haciendo el bien, sanando y salvando, a todos nosotros los hombres.


No sé tú, pero yo lo tengo claro esta locura de mundo propuesta me parece de lo más lúcida, la más seductora, sin duda la mejor posible. Está cargada de sentido y es además promesa segura.

¿TE LO VAS A SEGUIR PENSANDO O LO INTENTAMOS YA?    


      

viernes, 20 de enero de 2023

Las grandes opciones

 LAS GRANDES OPCIONES



Todos queremos ser libres, e incluso más libres aún de lo que la sociedad nos permite. Aunque luego en la práctica la libertad en grande nos pesa y nos aterra. Porque en lo fácil resulta muy fácil elegir. Desbloqueas el móvil, te conectas a la página web que quieres y eliges entre multitud de opciones disponibles, aquella que te convence más. Pero tomar aquellas opciones que marcan, las que son importantes y definitivas, es bastante más complejo, aunque también es necesario tomarlas, pues ¿quién llegaría a ser yo si nunca tomara ninguna decisión de esas que configuran por dónde conduzco mi propia existencia? Por eso, o las posponemos sine die o nos dejamos llevar por lo que hacen los demás, o terminamos echándolas a cara o cruz.

Pero hay que momentos en que hay que optar, y optar en serio, poniendo toda la carne en el asador, con decisión, pasión e ilusión. Tal vez sin saber de antemano a dónde nos conducirá ese camino que emprendemos, pero confiados en que es el mejor, el único que debo tomar si hago caso a la razón y sobre todo al corazón. ¿Complicado? Sí, bastante, pero hay que tener poder de decisión y convicción para dar un paso adelante y tirarse a la piscina. ¿Qué miedos te pueden llegar a paralizar? ¿No crees poder superarlos ya?

La cuestión de posicionarse ante la persona de Jesús es una de estas decisiones personales en las que nos jugamos mucho, tal vez todo, y por eso o no la queremos tomar y la evitamos o tratamos de dejarnos llevar por aspectos cómodos, superficiales y hasta interesados. Aquí hay que mojarse, y no solo hasta la cintura, sino por completo. Es inevitable. He de decidir si doy el gran salto de la fe y descubrir que ahora sí uno puede ser libre a lo grande, porque corta amarras con todo lo que a uno le ata y se deja llevar a lo más profundo de la vida, o no me arriesgo a dejar abierta la posibilidad de que ese tal Jesús tenga una propuesta tal vez sumamente extraordinaria.

Sí, pudiera parecer solo una paradoja más, pero es toda una gran verdad: para encontrar y ser encontrado hay que desprenderse de las falsas seguridades, hay que soltar y fiarse, ir adentrándose en lo inseguro para alcanzar la segura certeza del verdadero amor.

En el evangelio de este tercer domingo vemos como la esperanza anunciada por el profeta Isaías logra cumplimiento en la irrupción de la predicación de Jesús allá por Galilea. Unos le van a reconocer y creer, otro muchos no, pero aquellos que descubren quién es se llenan de alegría, una alegría desconocida y decidida que les hace dejarlo todo y seguirle, pues solo Él tiene palabras de vida eterna, esas que convencen al corazón de aquellas razones que la razón no entiende, esas que iluminan el hondón del alma e impiden ser el mismo, el de antes, el de siempre, el que permanece constantemente autorreferido a sí, y lanzan a la misión de vivir y anunciar su evangelio.

¿Quieres descubrir quién es? ¿Quieres encontrarte con Él? ¿Quieres conocerle? Pues estás de suerte, iniciamos el camino de nuevo con Jesús. Puedes empezar a intimar con Él leyendo y escuchando sus palabras. Te pueden descubrir quién eres tú y lo que quieres hacer con tu vida. Levántate y empieza a caminar con Él. Serás más libre y comenzarás a reconocer aquellos matices de belleza y de sentido que ni habías sospechado. No sé tú, pero yo lo tengo muy claro. Me merece la pena dejarme hacer por su palabra sanadora y salvadora.

NO LO DUDES Y OPTA POR LO MEJOR      



sábado, 14 de enero de 2023

La talla del hombre

LA TALLA DEL HOMBRE 



Los antiguos concebían la fortuna como una rueda, que era cambiante; unas veces te llevaba arriba, pero al mismo tiempo se acercaba el momento de volver a precipitarte. Y por tanto advertían que todo es fugaz, pasajero y momentáneo. Es verdad que esto del éxito es demasiado volátil. Muchos han estado en lo más álgido de la fama, y en breve dejan de aparecer en los medios y en las redes, nadie habla ya de ellos y hasta acaban olvidados por completo. Parece que en ello nos influyen poderosamente las modas y los medios de comunicación. De eso saben mucho los asesores de imagen que conocen cómo ensalzar a algún líder en un momento dado, y si toca también hacer que se arrastre por el barro.

Hemos asistido recientemente a un hecho histórico inusual en el pasado, el funeral de un Papa retirado y presidido por otro Papa en ejercicio. Este hecho ha sido resaltado con profusión por la mayor parte de los medios de comunicación. Pero no menos sorprendente ha sido que al Papa difunto, que había sido tan denostado e incomprendido por unos y otros, todos ahora han sabido ver la grandeza de su trayectoria personal. Hoy la rueda de la fama, bien engrasada por los creadores de opinión, tendía a ascender a nuestro desaparecido Benedicto XVI, cuando anteriormente se le había querido recluir en las mazmorras. Da la impresión de que algo no cuadra aquí, pues lo que ayer era pésimo, hoy es tratado de excelso. ¿Por qué? ¿Quiénes mueven entonces esa rueda del desprestigio o del halago qué fines persiguen? ¿Se le ha hecho ahora justicia o más bien se le hacía antes cuando se le ponía a caer de un burro? ¿Acaso uno solo llega a ser reconocido tras la muerte? ¡Cómo para fiarse de lo que nos cuentan en los mentideros de la aldea global!

Por tanto, sin tener demasiado en cuenta ni a los detractores ni a los defensores -pues siempre les habrá-, tratemos de valorar por nosotros mismos quién fue Benedicto XVI. Seguramente para aproximarnos a cualquier personaje histórico hay que conocer lo que dijo y lo que escribió (si es que lo hizo). Pues ahí están disponibles para todos las homilías del Papa emérito, sus múltiples intervenciones y sus libros. Quien quiera acercarse a ellos no quedará defraudado de sus propuestas, más bien al contrario, descubrirá un filón extraordinario hecho de filosofía, teología, fe y enormes ganas de expresar su pensamiento de la manera manera más asequible posible por todos.

Otro criterio para poder llevar a cabo esa valoración no sesgada de cualquier personaje histórico, podría ser la coherencia entre lo que decía y lo que hacía. Pues en el caso del Papa emérito podemos afirmar que esa pasión por el hombre, esa defensa del aporte de la tradición cristiana, de sus valores intrínsecos y evangélicos, fue la que siempre trató de vivir con una sencillez y humildad admirables. Tal vez en esto consiste la vida cristiana: dejar que la libertad de uno sea moldeada por la gracia.

Pero también para poder definir con mayor nitidez al ser humano haya que tener en cuenta qué es lo que le apasionaba. Y sabemos que a Benedicto XVI siempre le marcó la belleza; ante ella tenía conciencia plena de estar en contacto con la Divinidad. Especialmente disfrutaba de la música. También, como intelectual, le apasionaban las ideas, los libros, el estudio, la conversación, las palabras y la Palabra. Pero además de la enorme actividad intelectual que llevó a cabo y que nos lega, nunca abandonó su oración. Tal vez en la pureza de su constante trato de amor con el Señor se encuentre la mejor explicación posible de quien realmente fue Benedicto XVI. 

Y, además, suele ser muy esclarecedor conocer los testimonios de las personas que le trataron, eso nos da su calidad humana, cómo trata a las personas con las que se encuentra y convive. Los que tuvieron ocasión de tratarle mucho o poco, quedaban francamente impresionados de su cercanía y capacidad de escucha. No eras uno más que le presentaban al Papa, eras tú, y si tenía oportunidad, te trataba como un igual, se interesaba por ti y creaba un cierto espacio de intimidad humana acogedora y fraterna.

Hoy en el evangelio ya de comienzo del tiempo ordinario es San Juan Bautista el que reconoce ante quién estamos, ante el mismo Cristo, el Hijo de Dios y el Salvador, el que es la Luz del mundo. Para que esto sea posible el propio Juan se ha despojado de un ego sobredimensionado, por ello es capaz de indicarnos Quién es Él. Que nosotros, de manera semejante a como Juan supo detectar ante quién estaba, sepamos reconocer el hombre que ha sido Benedicto XVI. Qué lástima si nosotros ni siquiera seamos capaces de reconocer la talla humana del Papa emérito que nos ha dejado. Un gran teólogo, pero un hombre que supo morir con una declaración de amor en los labios: "Jesús, te amo". Un hombre que no precisa que nosotros le juzguemos, porque seremos examinados del amor, y Benedicto supo amarnos y servirnos de un modo que no podemos dejar de valorar y agradecer. Un ser humano que supo hacerse pequeño y por eso posee esa talla personal que hoy hemos de elogiar.




 

miércoles, 4 de enero de 2023

De las memorias perdidas del anciano Rey Melichor

DE LAS MEMORIAS PERDIDAS

DEL ANCIANO REY MELICHOR 


Con todos ustedes, en absoluta primicia mundial para los lectores de este blog, os presentamos un extracto de las memorias inéditas de Melichor, Rey, sabio o mago de algún remoto territorio de la antigua Persia.


“Lo recuerdo perfectamente, como si fuese hoy, como si lo estuviera viviendo ahora. Ya la memoria, a mis años, me falla mucho; de hecho al cabo de unas horas no recuerdo si hoy he comido sopa o lentejas, pero lo que me ocurrió aquella en ocasión, no se me olvida ni olvidará nunca, parece estar siempre presente, ajeno por completo al paso del tiempo, que todo se lo lleva, salvo la impronta viva que me dejaron aquellos días.


Yo tenía por aquel entonces muchos años menos, como la mitad de los que ahora tengo, que ya no sé cuántos son y casi prefiero ni saberlo, porque sí sé que son muchos. Yo, desde que tuve uso de razón, me dediqué apasionadamente a escrutar el curso de las estrellas. Me pasaba las noches expectante, vibrando al unísono con los astros que titilaban al parecer con tanta emoción como la que yo sentía. Conocía el nombre y la posición de todas ellas, de tal modo que aunque me hubiese perdido en un desierto hubiera sabido orientarme sin ningún problema. Y es que las estrellas nos hablan a pesar de su silencio, el problema es que a menudo ni las miramos, ni las escuchamos, ni las entendemos, pues tienen un lenguaje que solo hemos llegado a conocer algunos: locos, poetas, enamorados, astrónomos y eremitas. Y tal vez yo tenga algo de todos ellos, pues lo más lejano era para mí era mi mundo verdadero, mi realidad, con la que yo estaba más familiarizado.


Pues sucedió que por aquel entonces entre la profusión de estrellas, apareció una singularmente brillante y desconocida. Y es que el cielo es como un fuego vivio, que está en continua combustión, y aunque los tiempos del espacio no corren sincrónicamente con el nuestro, si guardan una cierta correlación. Por tanto, al principio no logré entender ni supe descifrar lo que esa nueva estrella podría significar, pero sí fui consciente que presagiaba una singularidad de mucha relevancia. Como también conocía las escrituras y escritos de muchos otros sabios, no me costó demasiado descifrar qué era lo que anunciaba ese precioso lucero: que iba a nacer el Mesías, el esperado; que el Dios Creador del Cielo y la Tierra que se iba a hacer hombre como nosotros para descubrirnos el sentido y la maravilla de la vida.


En seguida dispuse mi partida, y con una pequeña comitiva de mi entera confianza y ciertos obsequios con los que reconocer la majestad del Soberano nacido, partí en la dirección que esa estrella me marcaba. Dentro de mí se había también despertado como otra estrella interior que me impelía a seguir a la que brillaba en el firmamento, marcándome indefectiblemente mi camino. ¿Por qué no seguiremos más nuestras estrellas, nuestras corazonadas en lugar de hacer caso a las indicaciones interesadas que nos llegan por doquier y que tanto nos apartan de la verdadera luz que buscamos? No lo sé, nunca lo he sabido, pero me apena mucho ver a tantos que son incapaces de descubrir esa estrella interna, o a veces externas, que nos va marcando el camino a seguir en nuestras vidas.”


“Resulta que en el largo camino que emprendí me encontré con otros dos Reyes sabios, o magos, como también nos han venido llamando desde entonces. En ellos encontré no solo leales compañeros de camino, sino verdaderos hermanos que también compartían mis mismos anhelos. Sí, al igual que yo, Melchor, que procedía de Persia, mi gran amigo Gaspar venía desde Etiopía, y Balthasar, excelente músico y cantor, era un sabio Rey de los lejanos territorios de la India. ¡Qué buenos momentos pasamos durante el viaje compartiendo idéntica emoción por el misterio! En realidad los tres nos habíamos puesto en camino por el mismo motivo, el anuncio de la estrella que confirmaba el nacimiento del Salvador. Ignorábamos el destino final al que nos conduciría la estrella, pero avanzábamos alegres y esperanzados porque sabíamos que se cumplirían todas nuestras expectativas, que merecía la pena habernos puesto en camino.


Pasamos muchos días juntos en los que se fue estrechando nuestra amistad, y poco a poco nos fuimos acercando a una ciudad llamada Jerusalén, de la que habíamos oído hablar mucho. Allí había un Rey que nos recibió muy bien y nos trató con verdadera atención. Fueron sus consejeros los que nos hablaron por primera vez de una aldea conocida como Belén, en la que era previsible que hubiese acontecido ya el nacimiento de ese Niño, más rey que todos nosotros juntos. Pero a este tal Herodes no le vimos sincero, porque aunque nos sonreía, el brillo de sus ojos en realidad nos daba miedo, por lo que emprendimos de nuevo nuestra marcha y la misma estrella siguió guiándonos hasta esa aldea llamada Belén. Nunca regresamos a compartir con él nuestro hallazgo, pues ni nos apetecía ni lo encontrábamos conveniente. Los que sabemos interpretar las estrellas lejanas, también captamos las verdaderas intenciones de los rostros, por mucho que traten de cautivarnos, pues la verdad, aunque muchas veces escondida, brilla por sí sola como una estrella.


Realmente no acierto expresar con palabras cómo fue el encuentro con el Niño; en todo parecía un niño más, sin embargo, esa estrella, que como dije antes se había encendido también en mi interior -y a mis otros sabios acompañantes les sucedía exactamente igual- se volvió al contemplarle un verdadero manantial de gratitud. Reconocimos que el Niño, al que habían puesto por nombre Jesús, era un niño más, pero, además, Él era en verdad el Hijo de Dios, aquel que anunciaban los textos sagrados. No puedo precisar en qué rasgos se percibía su reconocible realeza, pero aun siendo muy humildes, la grandeza de ese pequeñín no la habíamos contemplado ni antes ni lo volvimos a hacer después. En ese momento todo encajaba en el universo, todo alcanzaba su sentido y su lugar de una manera admirable, insospechada, ilógica y preciosa: sin duda alguna Él era el Mesías.


Le adoramos, le veneramos y le dimos nuestros presentes, pero ellos a su vez nos concedieron una paz y una bondad extraordinarias que no se nos ha agotado nunca. Mi corazón aún está lleno de ese amor que irradiaba del Niño Jesús.”


“Volvimos alabando a Dios porque nos había otorgado la merced de conocer a su Hijo, y aunque nos tuvimos que separar los tres Reyes Magos, hemos seguido manteniendo la amistad y todos los años nos escribimos y nos juntamos desde entonces para volver a regalar distintos regalos a todos los niños buenos que nos recuerdan al Niño Dios. Porque son ellos los que aún mantienen la ilusión, y es preciso avivarla.”


"Que vuestras vidas también estén llenas de esa bendición sin igual que es saber reconocer al Dios nacido, al Dios mortal, al Amor hecho hombre por amor a los hombres. Desde entonces todas las noches son sagradas y maravillosas, porque el Redentor ha consagrado nuestro mundo al personarse en él, y ya no hay vuelta atrás. Que siempre, siempre puedas mirar tanto las estrellas como a cualquier otro ser con la simplicidad con la que vimos nosotros en aquella primera Navidad al Niño, descubriendo la grandeza infinita de lo pequeño y concreto. Tal vez ese sea el misterio de la Navidad: aprender a mirar reconociendo la presencia del Dios cercano en la tierra."


Se hace saber que queda terminantemente prohibido cualquier reproducción total o parcial de este texto, respetando los derechos de autor de los herederos reconocidos del Rey Melchor y la legalidad vigente en materia de copyrigth.