viernes, 29 de septiembre de 2023

Nobleza obliga

 NOBLEZA OBLIGA



Aunque nos cueste tener que reconocerlo, los hombres de bien no solo se han de comportar escrupulosamente de manera ejemplar, sino que además, el cumplimiento con el deber debe resultarles connatural a su condición. Parece mentira tener que recordarlo, pero como dicta la máxima con la que hemos titulado la entrada de nuestro blog, lo que uno es debe saltar a la vista de los que nos conozcan y presencien nuestro comportamiento, no tanto para que reconozcan la nobleza con la que obramos y vivimos, sino principalmente para que cada uno de nosotros se mire en el espejo de su actuar y poder reconocerse a sí mismo. Porque tal vez, además de una belleza externa, tan valorada hoy en día, habría que saber descubrir una belleza interna, que tiene que ver más con los valores (con la verdad y la justicia) con los que uno conduce su vida.  

Y si hay algo que pudiera considerarse como bastante generalizado hoy en día seguramente sea el actuar de modo poco noble e incluso ruin, o también no actuar cuando se hubiese esperado que actuáramos porque la situación lo requería. ¿Qué nos está pasando como sociedad? ¿No se puede esperar algo más digno de los humanos? A las primeras de cambio hacemos dejación de lo que deberíamos cumplir, parece como si nada nos obligara, como si el ejercicio de la propia libertad se hubiese relajado de tal modo que sucumbimos a la primera ocasión obrando más por antojo que por consecuencia.

Vemos demasiados ejemplos de representantes políticos, altos cargos o empresarios inmensamente poderosos, dispuestos a llevar a cabo cualquier apaño con tal de obtener sus turbios fines. Ni su palabra, ni su conciencia, ni la palabra dada, ni tampoco su prestigio les marca límite alguno. Pudiera ser que en su desmedido narcisismo lo único que cuenta para ello es su ego tiránico que ni tiene en cuenta a nada ni a nadie. Para ellos el fin justifica cualquier medio para obtenerlo. Hacen lo que les da la gana sin atenerse a nada, aunque luego traten de ocultar sus fechorías con una turba incontable de embustes. ¿Es que acaso todo está permitido? ¿Cualquier comportamiento es igualmente presentable?

Cuando aún quedaba gente dispuesta a llevar a cabo sacrificios en bien de los demás, se podía recurrir a la sentencia "nobleza obliga", es decir, que sabían atenerse a la forma correcta de actuar, a no elegir simplemente lo fácil o lo que más les interesaba, porque la alta concepción de uno mismo modelaba las acciones. Trataban de hacer lo correcto, sintiéndose obligados por la nobleza intrínseca de toda persona.

Pero si descendemos a nuestro terreno de juego, en nuestro día a día, en nuestros barrios, en nuestras calles, e incluso en nuestro centro escolar, parece que también podemos encontrar personas que solo atienden a lo que les viene en gana, que dejaron ya la nobleza muy atrás, y que si hay que pasar por encima de los demás, del respeto y las normas, pues se pasa, porque en el fondo saben que todo vale y si alguien se percata, se niega y asunto concluido.

El Evangelio de este domingo XXVI de tiempo ordinario (A) nos sitúa ante la parábola de los dos hijos. Uno le dice a su padre que hará lo que le ha pedido, pero después, no se siente impelido a obedecer a su padre, no le obliga ni nobleza, ni nada ni nadie, porque se cree dueño y señor absoluto de sí mismo, además de no responsable de su palabra. Por contra, el segundo hijo, aunque en primer lugar rechaza ir, posteriormente recapacita y advierte que la condición de hijo sí obliga a hacer caso a su padre y va a la viña a echar una mano a su padre.

Tal vez nosotros podemos plantearnos si somos de los privilegiados, los nobles nada nobles en realidad, que nos sentimos por encima de los demás y de toda norma moral, que no tenemos que responder de nuestros actos ante nadie (ni siquiera nosotros mismos), o si somos somos más bien de los que reconocemos que como seres humanos conscientes y libres, y hemos de procurar tener un comportamiento intachable.

Ese padre bien pudiera ser Dios. Si le escuchamos y queremos ser verdaderos hijos y consecuentes con nuestras elecciones, Él está siempre pronto a escucharnos, a querernos y a perdonarnos de todo corazón. ¡Qué suerte tenemos! Contamos con un Padre al que nobleza obliga que nos pide que también nosotros seamos de verdad nobles, sinceros, humildes y cariñosos los unos con los otros, amando como Él nos ama. Otro mundo bien distinto sería este, si tratásemos de ser más nobles y rectos en nuestro proceder y en nuestro trato. La nobleza no se hereda, sino que sale o no de cada uno de nosotros.

Enlace al buenos días de esta semana:

BUENOS DÍAS ESO - SEMANA 40 (google.com)

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