ROMPER LA BARAJA
En múltiples ocasiones, y tras grandes esfuerzos, logramos ponernos de acuerdo para realizar una actividad conjunta entre diferentes. Todos asumen su respectiva función, respetan las reglas y saben a qué atenerse y qué esperar. Sin embargo, también conocemos que no siempre salen las cosas como se desean y termina por romperse la baraja del acuerdo, disolverse el pacto establecido, las buenas maneras, y aquí paz y después gloria, cada uno tira por su lado. La vida parece más un camino de encuentros y desencuentros porque estos primeros llevan ya la fecha de caducidad.
Parece que nos cuesta horrores entendernos los unos con los otros, pero cuando más o menos lo logramos, poco dura la alegría en casa del pobre, ya que a las primeras de cambio cualquiera se sale por la tangente. Y esta triste realidad es constatable en todo lugar y desde que tenemos recuerdo de las peripecias de los seres humanos sobre la tierra. Nada, o al menos poco, nos debe sorprender hoy en día el comportamiento excesivamente cerril y desleal de nuestros representantes políticos, que en lugar de buscar posturas tendentes a construir lo común para bien de todos, se afanan en exclusivamente por lo suyo, forzando los acuerdos que marcaban las reglas del juego. Resulta sorprendente lo rápido que lo echamos todo a perder por arrimar exclusivamente el ascua a nuestra sardina. ¿Cómo vamos a pedirles a nuestros representantes que procedan de modo ejemplar y distinto al que nosotros solemos ajustándonos?
Pero como hemos dicho no es nada nuevo ese modo de proceder, ya el profeta Isaías muestra su enfado cuando el pueblo de Israel opta por alejarse de su Dios, que les sacó de la esclavitud y les constituyó como pueblo próspero, libre y singular. Ellos prefieren romper con el acuerdo y andar obcecadamente por un camino que no es el de Dios, sino el de la injusticia y la deslealtad.
Es como si cuando viviésemos según nuestra complacencia, se diera rienda suelta al pillaje y la maldad. A ver si va a resultar acertado aquello que decía Dostoievski en Los hermanos Karamazov, "cuando Dios no existe, todo esta permitido". Tal vez, una y otra vez, a lo largo de la vida personal y colectiva, necesitamos alejarnos de Dios, tanto física como espiritualmente, para poder hacer lo que se nos antoja, especialmente si es algo poco honroso. Pero aún así las culpas de nuestros desaciertos se las echamos a Aquel que suele terminar siempre cargando con nuestras culpas y pagando los cristales rotos.
Una y otra vez el Dueño y Señor de la viña nos confía el mundo a los seres humanos, y nuestro mundo particular a cada uno de nosotros, deposita nuestro pequeño mundo en nuestras manos confiando en nuestra capacidad. pero una y otra vez recibe el mismo pago: la ingratitud, la queja y la protesta. Una y otra vez, día tras día desde los tiempos remotos, nos otorga la oportunidad de un nuevo día para que hagamos germinal la semilla del bien, y hagamos de este tiempo y lugar un mundo donde crezca la paz, la fraternidad, la gratitud, la generosidad, el perdón, la alegría y el apoyo. Pero, una y otra vez, con fatídico empeño no lo logramos nunca.
No debería resultarnos nada sorprendente que a ese Dios todopoderoso le deberían entrar unas ganas irrefrenables de romper la baraja de manera definitiva; sin embargo, cuando va a romperla, se encuentra que hemos sido nosotros los que hemos roto previamente la baraja que nos había entregado. Pero, Él, con una renovada capacidad de amor vuelve a sacarse una nueva baraja de la manga y concedernos una nueva oportunidad de hacer algo digno con ella, pero volvemos a hacerle trampas con las cartas. Tal vez tratamos de ganar con trucos y engaños al Dios que se deja ganar por amor.
Duros de cerviz y entendimiento es verdad que somos, porque bastaba con tratar de cumplir aquello que nos dice hoy San Pablo en la segunda lectura cuando les dice a los Filipenses: "todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable; todo lo que es virtud o mérito tenedlo en cuenta". Sin embargo, preferimos seguir viviendo justamente de modo contrario: practicar la injusticia, vivir en la mentira y el engaño, discriminar, no respetar, ser deshonestos y avariciosos, materialistas, consumistas, individualistas y desagradecidos al olvidar los dones que le debemos a Dios. ¿Es sensato nuestro proceder? ¿Es acertado? ¿A dónde nos conduce este modo de vida?
Al final, queramos o no, se quedarán con el Señor únicamente los que hayan remar a contracorriente, priorizar el amor a Dios y al prójimo de forma decidida e inseparable. El Señor no va a renunciar a su sueño y a su promesa, aunque solo se quede para aquellos que supieron conformar su vida según la voluntad de Dios y, por tanto, se mantuvieron en todo momento a la escucha y siguieron sus pasos. Felices los que en lugar de ingratitud, son capaces de devolverle parte de lo recibido de Dios, y se hacen dignos de haber sido depositarios de tanto don y tanta ternura, entregándole los frutos de sus acciones y lo más preciado de su ser. ¿Tan difícil es atenerse al amor con entrega y lealtad? Somos de Él y a Él nos debemos. ¿Puede haber mejor uso de nuestra libertad?
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