sábado, 25 de marzo de 2023

Entre lágrimas

 ENTRE LÁGRIMAS


No conviene minusvalorar el poder de las lágrimas. Sí, son pequeñas y transparentes, apenas una gota de rocío que se desliza por el rostro, pero cada una de ellas logra sacar al exterior lo que anida en lo más íntimo de la persona. Aunque en sí una lágrima, producida la pena o la felicidad de alguien que se encuentra conmovido, no consiga alterar gran cosa el mundo en el que vivimos, sí logra que esa persona muestre su rico mundo interior. Por tanto, las lágrimas sí tienen importancia, y mucha, para aliviar nuestras emociones, evidenciarlas, esto es, para decir todo aquello que muy difícilmente se sabe expresar con las palabras.

Hay personas de lágrima fácil, y hay otras que tienen ya reseco el lagrimal. Toca a cada uno dictaminar sobre sí mismo y descubrir cuándo, cómo y por qué nos damos al llanto. Y desdramatizar, porque puede que convenga soltar alguna que otra lagrimita de vez en cuando, porque a todos nos viene muy bien drenar ese mundo emotivo complejo, para que no se nos terminen convirtiendo las penas en un nudo que a la larga nos puedan atar a ciertas situaciones, en lugar de permitirnos superarlas. Llorar es sano y saludable, aunque no hacer más que llorar a todas horas y de manera continuada puede llegar a hacerse poco entendible. 

Tampoco conviene incomodarse ante las lágrimas ajenas, sino saber estar ahí, acompañándolas y acogiéndolas en la medida de lo posible, con respeto y atención. No se acaba el mundo porque alguien llore si lo necesita, y si puedes estar ahí apoyando esos momentos, bien puedes sentirte privilegiado de poder ofrecer tu hombro y tu ternura a quien en ese momento lo necesita.

Una de las situaciones en las que lo normal es deshacerse en lágrimas, porque el corazón se nos rompe, es la pérdida de un ser muy querido. ¿Cómo vamos a poder permanecer en este mundo sin él? La desaparición irremediable y para siempre de esa persona entrañable es de las experiencias más difíciles de afrontar y remontar. Nunca estamos demasiado preparados para el duelo. Se nos viene el mundo encima y hay que aprender a convivir con la tristeza de la ausencia de la persona que hemos perdido. ¿Quién es capaz de encauzar tanto dolor? ¿Cómo echar para adelante?

Pues en esa terrible tesitura nos encontramos hoy a Jesús. Le avisan de la muerte de su amigo Lázaro, el hermano de Marta y María, y hasta allí se encamina. Al llegar a Betania se encuentra con Marta y después con María y acoge también el dolor y el llanto de ellas. Él mismo también solloza y rompe a llorar emocionado. Sin embargo, se acerca hasta la tumba y pide que quiten la losa. Le da gracias al Padre porque le escucha, y después le habla a Lázaro para que también le escuche: "Lázaro, ven fuera". Y su amigo Lázaro, a pesar de estar muerto escucha su voz, por ella recupera la vida a vista de todos. Lázaro sale de lo hondo de la tierra en la que estaba sepultado y también sale de las ataduras de la Muerte. Para Dios no hay imposibles.

Este es Jesús, el Dios que llora por su amigo, el hombre que tiene poder sobre la muerte. Este es Jesús de Nazaret, el que nos rescata de la muerte y que con su Espíritu nos confiere una Vida sin fin. Este es Él, el mesías, el esperado, el Hijo, el que te anima a escuchar su voz y tener parte en su vida. Si le amas y te sientes amado por Él, nada has de temer, porque no te dejará morir, como no dejó tampoco morir a su amigo Lázaro. Es el Amigo que se conmueve ante el dolor humano, y como no le es indiferente, lo asume y pasa por él. Este es el Dios humanado.

Si crees en Él vivirás, y tus lágrimas amargas por la pesadumbre y la finitud se volverán lágrimas de agradecimiento, de compasión, de alegría y amor profundo. Tal y como les debió pasar a Marta y a María al poder volver a abrazar a su hermano vivo de nuevo. Pronto lo podremos experimentar también nosotros, porque de la muerte del Señor vamos a pasar a la Pascua, en la que Él mismo resucita, y con Él todos los que vivamos unidos a Él.

Que esas sean ya nuestras lágrimas, porque a través de ellas aprenderemos a ver que toda nuestra vida en realidad es pascua, pues ya participamos de la resurrección del Señor. Levántate, amigo, ven fuera, porque el que te llama te invita a una vida más plena. Escúchale y deja atrás tanta muerte y tristeza sin sentido. 



 

sábado, 18 de marzo de 2023

Vivir para ver

 VIVIR PARA VER


Es frecuente encontrarse con personas que no están pasando sus mejores momentos. Algunos de nosotros también hemos podido pasar por esos bajones de ánimo que a todos nos pueden afectar en un momento dado. Otros, incluso, tienen que vérselas con alguna situación durísima, y por sí solos no se sienten capaces de superar la desesperación en la que se encuentran sumidos. No ven ni salida posible, ni un atisbo de luz al final del camino. Pero los hombres no somos islas, y estamos los unos junto a los otros, no para competir, sino para todo lo contrario, para apoyarnos, tratar de ser de ayuda y poder levantarnos los unos a los otros. Muy equivocados están los que conciben que el ser humano solo es un lobo para el otro hombre, porque si entienden así las relaciones con sus semejantes, terminarán portándose como depredadores con los demás.

Sin embargo, hay otras maneras mucho más creativas de situarse ante la existencia. Por ejemplo, se podría vivir estando pendiente de todo y de todos, para descubrir, admirar, valorar, agradecer y amar el milagro de la vida. Aun sabiendo que la expresión "vivir para ver" se usa con el sentido de que ya a uno no le sorprende nada, y hasta que lo peor cabe dentro de nuestras expectativas, también podemos hacer uso de esa fórmula justamente para expresar que saber ver es, en definitiva, uno de los cometidos más interesantes de la vida. Ver lo que acontece, no tanto desde la queja, sino desde el asombro.

Para ello los hombres hemos inventado las gafas, los microscópicos, la cámara fotográfica, el catalejo o hasta el telescopio. Queremos ver bien a toda costa, y por ello hay una gran oferta una tecnologica de alta gama y última generación al alcance de las más poderosas tarjetas de crédito; porque el número de píxeles y la definición de la televisión o de la pantallita del móvil importa mucho.

Pero hay una realidad infinitamente rica fuera del alcance de nuestras pantallas. Una realidad que nos pasa desapercibida en muchos casos. Llamémosla realidad real frente a la realidad virtual a la que nos estamos poco a poco reduciendo.

Pues en las lecturas de este cuarto domingo de Cuaresma, conocido como Domingo Laetare, precisamente se nos habla de cómo nos ve Dios. Así descubre en un muchachito ,que andaba pastoreando los rebaños de su padre Jesé, al que va a ser el Rey David. Vivir para ver, porque nadie veía en el chico más que a un mocoso, mientras que Dios reconoce la nobleza y grandeza del corazón de este crío. ¿Y por qué no sabemos nosotros ver así y nos quedamos tantas y tantas veces en la capa más externa? ¿Precisamos rayos X o simplemente aprender a mirar de otro modo?

Después, en el Evangelio, es Jesús el que devuelve la vista a un ciego de nacimiento, al que además de permitirle recuperar el sentido de la vista y valerse por sí mismo, le enseña a ver con el corazón descubriendo más allá de las apariencias, creyendo y amando, es decir, emocionándose, conmocionándose e implicándose en aquello que le entra por los ojos y le llena la vida.

Seguro que nosotros arrastramos nuestras propias cegueras, y durante esta Cuaresma hemos de ir reconociéndolas y llevándoselas también a Jesucristo. Esas cegueras, que no son tanto de los ojos, sino más bien del alma, hay que tratárselas urgentemente para que podamos volver a recuperar el gusto por la vida, y podamos decir que efectivamente vivimos para ver y creer. Porque a veces terminamos no viendo más que lo evidente, lo superficial, o aún peor, lo sesgado por la ideología más dominante en un momento dado, esto es lo que quieren que veamos solo.

Abramos la mirada, la mente y el espíritu, como si de nuevo fuésemos niños, para poder apreciar la novedad y actualidad de cada cosa, cada ser, cada momento. Ojalá quisiéramos aprenderlo todo de nuevo sin juicios ni filtros reductores. Qué ocasión se nos presenta para que Jesús nos permita recuperar una visión sanada. Dejémonos ver por él, porque es el que ve nuestro corazón, y lo encuentra absolutamente hermoso. Es la inmensa fortuna de ser mirados por el que incondicionalmente nos ama. ¿Cómo no vamos a recuperar la alegría? ¿Y nosotros podremos aprender a mirar también desde el corazón?

ALÉGRATE Y VE   

sábado, 11 de marzo de 2023

Tener que contarlo

 TENER QUE CONTARLO


Todos hemos escuchado alguna vez a alguien que no se podía callar, y en cuanto nos veía nos preguntaba: ¿Sabes lo que me ha pasado? ¿Te has enterado? Y es que esa persona no podía permanecer sin contarlo. Tanto lo bueno, lo mejor, o lo peor que nos ocurre a los humanos ha de ser compartido con aquellos seres cercanos. Incluso hoy, con nuestros dispositivos telefónicos tan a mano siempre, nos falta tiempo para comunicar las nuevas a los parientes y verdaderos amigos. Sea lo que sea, si nos importa, tenemos que contarlo al instante a aquellos que nos importan.

Ciertamente hay entre nosotros algunos que son tan reservados que, pase lo que les pase, no se lo comunican a nadie y prefieren permanecer callados, bien sea por timidez o por prudencia. Otros muchos hay también que aprovechan las actuales posibilidades que nos ofrecen las redes sociales para ponernos al día de todo, absolutamente de todo: lo que hacen, lo que no hacen, o lo primero que se les ocurre, quizá porque piensan que al considerarse el centro del mundo, todo lo que se refiera a ellos es de un un interés supremo, o tal vez lo único que tratan desesperadamente es lograr, de alguna manera, cierto reconocimiento para poder creerse ellos mismos que son el centro del mundo.

En el tercer domingo de Cuaresma tenemos un pasaje del Evangelio en el que merece la pena detenerse. Jesús, que se encuentra cansado, se sienta a descansar junto al pozo de Sicar, mientras sus discípulos han ido a hacer la compra. Pero en realidad está esperando a quien, pasado un rato, aparece sin saber que va a tener la inmensa fortuna de estar en el momento y lugar justos -no sé si el centro del mundo, pero sí el centro de su vida- en el que se va a encontrar ante El que otorga "un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna".

Ojalá en esta Cuaresma cada uno de nosotros pueda encontrarse con Él como la samaritana. Él, que nos aguarda para posibilitar ese encuentro en el que le descubrimos según nos va descubriendo; ese encuentro en el que nos vamos conociendo según le vamos conociendo. Qué bueno sería descender hasta ese pozo donde el agua de la vida es serena y cristalina; donde nuestra verdad más íntima es tratada con esa comprensión, esa ternura y esa misericordia. Qué bueno sería llegar a tener un diálogo de tú a tú, de corazón a corazón con ese hombre hecho Dios que abraza y venda nuestra pobreza y provoca en nosotros ese manantial de amor y libertad espiritual, ese gran tesoro. Qué bueno ser aguardado por Él al borde del pozo y poder aliviar su sed y nuestra sed: sed de agua, sed de luz, sed de amor sin medida y vida.

La Samaritana va al pozo con el cántaro vacío al pozo para llenarlo, pero se encuentra con Jesús, y allí deja el cántaro, porque ya lleva esa agua de la alegría que no puede dejar de compartir con los demás. Que también nosotros bebamos de esa agua sacada del pozo que es Cristo, y calmará nuestra sed más viva. Después no podremos parar de contarlo y de llevar a otros hasta el encuentro con el Señor, para que también prueben esa agua que sacia el corazón. Porque una cosa muy distinta es hablar de uno mismo, y otra muy distinta hablar, no meramente con palabras, sino con la propia manera de estar en la vida, de lo que él ha hecho de nosotros.

Si eso nos ocurriera, si estamos dispuestos a que nos ocurra, ninguno de nosotros podría dejar de contarlo, porque lo más grande que te puede pasar es encontrarte y ser encontrado por Él; ser mirado por Él de ese modo, sin juicio, ni condena, y sentir cómo te renace y rebosa la vida. ¿Cómo poder callarlo? ¿Cómo poder contarlo? Venid y lo veréis; porque al igual que Moisés dio con su cayado en la roca en Massá y Meribá, y comenzó a manar agua para todos, el Señor puede transformar nuestra dura vida en un manantial que calme la sed más profunda de todos los que conviven contigo. Es el agua del amor que hará de esta la mejor de las vidas, porque esta preciosa agua se nos convertirá en el vino del banquete del Reino.

¿TIENES SED? ¿QUIERES DE ESA AGUA?


sábado, 4 de marzo de 2023

Intimidades

 INTIMIDADES


El ser humano es muy curioso. Y hemos de afirmar que la curiosidad es el motor del aprendizaje, ya que si tengo interés por conocer aquello que no sé --puesto que en esto consiste la curiosidad--, pondré atención para poder enterarme de aquello que suscita mi interés. Por lo cual bendita curiosidad si nos pone en movimiento para abandonar la ignorancia, y poder así avanzar en el conocimiento de nosotros, de los otros y de la realidad. Habría una curiosidad en el científico, una en el filósofo, otra en el bebé y en el niño, otra en el artista, en el lector... o tal vez la misma sana curiosidad que nos lleva a unos y a otros por derroteros diferentes pero más interconectados de lo que pudiera parecer.

Lo malo sería si esa curiosidad se limitara al cotilleo, a saber exclusivamente las intimidades de los demás para terminar juzgándoles desde la información que no debiera ser pública, sino privada, porque es íntima y solo le incumbe al protagonista y a aquellos a los que éste se lo quiera contar. Sin embargo, aunque siempre eso de proclamar las intimidades de los demás ha sido el tema predilecto de los rumores, hoy en día, desde los programas de cotilleo se ha institucionalizado el viejo oficio de difundir lo que no debiéramos contar de los demás. Por lo que el periodista que asume la tarea de cotillear, en lugar de informar, tal vez esté rebajando considerablemente su cometido, aunque con ello sacie la voraz hambre de indiscreciones del gran público. 

Con todo, habría que concluir esta digresión diciendo que habría una curiosidad sana y otra que no lo es tanto, dependiendo de si la finalidad es sólo enterarme de los detalles de la vida íntima de los demás, a los que claramente no he de tener acceso si el interesado no me desea hacer partícipe.

Pero está fuera de toda duda que conocer las intimidades de alguien nos facilita tener un mayor y más completo conocimiento de quién es, cómo es, qué hace y porqué. Siempre respetando el margen que nos puede conceder (o no) esa persona con su permiso. Es decir, si he de enterarme de algo íntimo de alguien, que siempre sea porque ese alguien me lo dice o me permite conocerlo, pero nunca por medio de terceros no autorizados a revelarlo, ya que a nadie tampoco le gusta que vayan de boca en boca sus secretos íntimos. ¿O no es así?

Pues en evangelio de hoy vemos a Jesús de Nazaret que justamente reúne a solo tres de sus discípulos y, tras acceder a una montaña muy elevada, se muestra tal y como es: verdadero hombre y verdadero Dios al mismo tiempo y completamente. A este momento singular se le conoce como la Transfiguración del Señor. Allí se escucha la voz del Padre que les dice a esos tres discípulos "Escuchadle". Jesús, al ver la turbación de Pedro, Santiago y Juan, les indica: "Levantaos. No tengáis miedo". Después al bajar ya de la montaña les pide que no cuenten nada de lo que han presenciado en ese momento de auténtica intimidad hasta que Él haya resucitado. Y al parecer fueron capaces de callar lo que debía ser callado.

Tal vez en esta Cuaresma también nosotros podamos acudir a esa elevada montaña y ver cómo Cristo se transfigura y podamos reconocer quién verdaderamente es. Tal vez esta vez también puedas incluso participar de esta invitación personal a contemplarle y escucharle como nos pide la voz sagrada. Tal vez si le escuchas y le contemplas como el Hijo de Dios, aquel que tiene palabras de vida eterna, y éstas entran en tu intimidad, también empieces tú a transfigurarte como ser humano espiritual, ese que es capaz de levantarse y no tener miedos. Pero para eso hay que ser capaz dejar la propia casa, la tierra conocida, la zona de confort en la que nos movemos poco o nada de donde ya estamos, e iniciar una nueva aventura, como la comenzó Abrahán tras haber escuchado en su interior la propuesta de Dios.

Pero para exponerse y adentrarse en lo incierto hay primero que atreverse a mirar de lleno en nuestras propias intimidades, que son las que nos interesan, en lugar de estar pendientes de las de los demás. A ver si como a Pedro, Santiago, Juan o Abrahán somos también llamados nosotros a vivir plenamente lo singular, pero ni siquiera nos percatamos porque estamos con los auriculares escuchando las intimidades nada ejemplares de la Shakira de turno. Tal vez si te despojas de auriculares y orejeras varias, reconozcas en ti la voz del Amigo íntimo que te dice:

LEVANTAOS. NO TENGÁIS MIEDO