sábado, 18 de marzo de 2023

Vivir para ver

 VIVIR PARA VER


Es frecuente encontrarse con personas que no están pasando sus mejores momentos. Algunos de nosotros también hemos podido pasar por esos bajones de ánimo que a todos nos pueden afectar en un momento dado. Otros, incluso, tienen que vérselas con alguna situación durísima, y por sí solos no se sienten capaces de superar la desesperación en la que se encuentran sumidos. No ven ni salida posible, ni un atisbo de luz al final del camino. Pero los hombres no somos islas, y estamos los unos junto a los otros, no para competir, sino para todo lo contrario, para apoyarnos, tratar de ser de ayuda y poder levantarnos los unos a los otros. Muy equivocados están los que conciben que el ser humano solo es un lobo para el otro hombre, porque si entienden así las relaciones con sus semejantes, terminarán portándose como depredadores con los demás.

Sin embargo, hay otras maneras mucho más creativas de situarse ante la existencia. Por ejemplo, se podría vivir estando pendiente de todo y de todos, para descubrir, admirar, valorar, agradecer y amar el milagro de la vida. Aun sabiendo que la expresión "vivir para ver" se usa con el sentido de que ya a uno no le sorprende nada, y hasta que lo peor cabe dentro de nuestras expectativas, también podemos hacer uso de esa fórmula justamente para expresar que saber ver es, en definitiva, uno de los cometidos más interesantes de la vida. Ver lo que acontece, no tanto desde la queja, sino desde el asombro.

Para ello los hombres hemos inventado las gafas, los microscópicos, la cámara fotográfica, el catalejo o hasta el telescopio. Queremos ver bien a toda costa, y por ello hay una gran oferta una tecnologica de alta gama y última generación al alcance de las más poderosas tarjetas de crédito; porque el número de píxeles y la definición de la televisión o de la pantallita del móvil importa mucho.

Pero hay una realidad infinitamente rica fuera del alcance de nuestras pantallas. Una realidad que nos pasa desapercibida en muchos casos. Llamémosla realidad real frente a la realidad virtual a la que nos estamos poco a poco reduciendo.

Pues en las lecturas de este cuarto domingo de Cuaresma, conocido como Domingo Laetare, precisamente se nos habla de cómo nos ve Dios. Así descubre en un muchachito ,que andaba pastoreando los rebaños de su padre Jesé, al que va a ser el Rey David. Vivir para ver, porque nadie veía en el chico más que a un mocoso, mientras que Dios reconoce la nobleza y grandeza del corazón de este crío. ¿Y por qué no sabemos nosotros ver así y nos quedamos tantas y tantas veces en la capa más externa? ¿Precisamos rayos X o simplemente aprender a mirar de otro modo?

Después, en el Evangelio, es Jesús el que devuelve la vista a un ciego de nacimiento, al que además de permitirle recuperar el sentido de la vista y valerse por sí mismo, le enseña a ver con el corazón descubriendo más allá de las apariencias, creyendo y amando, es decir, emocionándose, conmocionándose e implicándose en aquello que le entra por los ojos y le llena la vida.

Seguro que nosotros arrastramos nuestras propias cegueras, y durante esta Cuaresma hemos de ir reconociéndolas y llevándoselas también a Jesucristo. Esas cegueras, que no son tanto de los ojos, sino más bien del alma, hay que tratárselas urgentemente para que podamos volver a recuperar el gusto por la vida, y podamos decir que efectivamente vivimos para ver y creer. Porque a veces terminamos no viendo más que lo evidente, lo superficial, o aún peor, lo sesgado por la ideología más dominante en un momento dado, esto es lo que quieren que veamos solo.

Abramos la mirada, la mente y el espíritu, como si de nuevo fuésemos niños, para poder apreciar la novedad y actualidad de cada cosa, cada ser, cada momento. Ojalá quisiéramos aprenderlo todo de nuevo sin juicios ni filtros reductores. Qué ocasión se nos presenta para que Jesús nos permita recuperar una visión sanada. Dejémonos ver por él, porque es el que ve nuestro corazón, y lo encuentra absolutamente hermoso. Es la inmensa fortuna de ser mirados por el que incondicionalmente nos ama. ¿Cómo no vamos a recuperar la alegría? ¿Y nosotros podremos aprender a mirar también desde el corazón?

ALÉGRATE Y VE   

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