LLENOS DE VIDA
¿Qué tendrá la vida que a todos nos resulta sobrecogedora y maravillosa? En algunos momentos nos hemos sentido pletóricos de vida, exultantes, vigorizados por el entusiasmo, pero otras veces también nos hemos podido sentir con las fuerzas escasas, como al límite, exhaustos. Contamos ya con experiencia de ambos estados, así como de algunas otras ocasiones en que ni lo uno ni lo otro, tan solo nos encontramos en un término medio aceptable de vitalismo.
¿De dónde nos viene esa fuerza vital? ¿Solo de conseguir aquello que hemos deseado tanto? ¿Puede ser éste un modo serio de perseguir la felicidad? Tal vez nos sirva durante un tiempo: desear, hacer lo que sea necesario para lograrlo, conseguirlo finalmente y pese a quien pese, para volver a empezar de nuevo a desear y perseguir insaciablemente más deseos. Pues bien sabido es que el corazón humano tiende a no encontrar nunca la satisfacción completa en las posesiones y los logros. ¿No habrá que encontrar una manera más efectiva y afectiva para rebosar de vida? ¿Una manera de perseguir la felicidad no consentiría más que tender a lo que nos falta, justamente en atender a aquello que no nos falta?
La vida, por tanto, es un grandísimo regalo, y en principio está llena de múltiples oportunidades insospechadas. ¡Qué triste puede llegar a ser eso de estar triste por no saber captar la gratuidad del don de la vida! A veces nos pueden llegar a lastrar la alegría nuestras preocupaciones, el exceso de trabajo, los temores, los fracasos o cualquier otro condicionante. Si no preguntémosles a los terapeutas. Pero que quede bien claro: nadie está obligado a tratar de ser feliz, menos aún tratando de ser o de aparentar aquello que no se es. Quizá sí pueda ser posible superar todo lo negativo y empezar a vivir en positivo sin dejarse llevar por un deseo desenfrenado y consumista, ni tampoco limitándose a vivir como mandan los cánones que nos indican cómo se ha de vivir. Porque si vives exclusivamente como dicen los expertos que se consigue la felicidad, con mucho conseguirás esa felicidad de estereotipos, pero no la felicidad que tú buscas y necesitas.
¡Cuantos problemas y frustraciones nos vienen de las relaciones que se rompen! Habíamos puesto toda la carne en el asador de amar a esa persona, pero, por unos motivos o por otros, esa relación se resquebraja y pierde. Lo que nos llena más de vida sin duda, a unos y a otros, es el amor. Amor de cien Kilates ¿dónde encontrarlo? Relaciones estables que crecen y son para siempre motivo de verdadera alegría ¿en los cuentos o películas románticas? No solo, pues en el evangelio de este domingo se nos indica: hemos de permanecer unidos al Hijo como los sarmientos a la vid, para rebosar de su vida y poder dar fruto abundante.
Nuestro Padre es el labrador, el que se ocupa de cuidar y cultivar la Vid. Si mantenemos esa unión esencial de vida con Cristo, con su palabra animada por el Espíritu; si permanecemos injertados a este cuerpo de Cristo que es la comunidad cristiana, estrechando lazos fraternos en la caridad y abiertos a abrazar a todo ser humano, no nos faltará el sabio cuidado de nuestro Padre, y daremos mucho fruto, porque estaremos rebosantes de vida.
Lo que hoy ocurre, con tal vez demasiada frecuencia, es que sabemos amarnos muy pobremente, sin llegar a superar el límite de ego. Son solo amores pasionales, egoístas, furtivos y posesivos; solo amores de usar y tirar, que vienen ya van con la obsolescencia programada. Todo resulta pasajero, nada estable, nada firme. Pudiera estar pasando que hayamos terminado siendo víctimas de la volubilidad de las emociones más que de una apuesta que conforma nuestra libertad. Sin embargo, la propuesta de Jesús es firme, hemos de optar y permanecer, y solo así tendremos vida.
Ciertamente, se trata de vivir vinculados al que es el Amor, de manera que ese amor suyo habite y viva en nosotros. Ese amor que da vida muriendo al sí mismo, para entregarse en bien y vida verdadera para los demás, es el que no se extingue, el que no se resquebraja, sino que perdura. Bien lo dice Juan en la primera lectura: "no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras". Es decir, vivir auténticamente ese amor fontal que brota en aquellos que permanecen en Él y Él en ellos.
¿Pero es posible un amor así que supera cualquier diferencia y cualquier impedimento? ¿Hay acaso algo imposible para Dios? ¿Podemos amar desde el cuerpo, el alma y el espíritu, esto es con todo el ser? Pues al parecer sí, pero que no te lo cuenten. Si quieres, tendrás que vivirlo y experimentarlo.