sábado, 20 de abril de 2024

No caer en el engaño

 NO CAER EN EL ENGAÑO


Ninguno de nosotros somos nuevos en esto del vivir, ni nos acabamos de caer hace poco del guindo, mas no parece que terminemos de aprender ni espabilar nunca del todo, y por ello, somos presa fácil para los embaucadores. Los empeñados en salirse con la suya a toda costa, taimados y arteros, terminan por volver a camelarnos todas las veces que quieran. Una y otra vez, por más información y experiencia que tengamos, volvemos a equivocarnos, a no elegir la mejor de las opciones disponibles, a errar y meter la pata. ¿Qué nos pasa? ¿Cómo es posible?

Es cierto que si solo tenemos en cuenta la probabilidad, las posibilidades de equivocarnos son muchas, mientras que las de acertar es tan solo una. Pero aún así, es como si no llegáramos a desarrollar un sexto sentido necesario para dar con la verdad, y seguimos prefiriendo pseudoverdades, meras apariencias, trampantojos y decorados, antes de la verdad monda y lironda.

Tal vez habría que diseñar una serie de estrategias para no seguir cayendo tan a la ligera en el engaño. Hoy en día, en la sociedad de la sobreinformación y de los "influencers" de turno, de las "fakes" de toda condición, se nos hace aún más imperiosa la necesidad de andarnos con extrema cautela. Aquel "ten cuidado" que nos decían nuestras madres y abuelas, se nos ha quedado pequeño, ahora habría más bien que decir "estate bien alerta" y de lo que te digan, no te creas ni la mitad. Ten cautela. Piensa y decide por ti mismo en lugar de dejarte llevar por lo que digan las mayorías, por muy aplastantes que estas puedan ser.

El primer fallo que podemos cometer a la hora de vislumbrar lo cierto, sin duda es bajar la guardia, creernos tan listos, tan seguros de nuestra capacidad para distinguir entre lo bueno y lo malo, lo cierto y lo falso, que sobrevaloramos en mucho nuestras propias capacidades. Hay que hilar muy fino para acertar, y además tener talento para descubrir la aguja de lo verdadero en el pajar o lodazal de los engaños.

El segundo error metodológico que podemos cometer es ni siquiera poner en duda la información que nos llega, conceder a todas el mismo marchamo de autenticidad. Craso error, pues hasta a las agencias de información y a los periódicos, que deberían contrastar la información que publican, también le han dado más de una ves gato por liebre. Ya no digamos a los políticos, que controlan muchísimo tanto lo que dicen como lo que callan, y por tanto pecan bastante de ladinos, a ellos también. creyeron ciertas diferentes informaciones que después se demostró que no había por dónde cogerlas. De caer en el engaño no se libra nadie, es mal extendido, y por ello, consuelo de tontos felices.

Y es que el saber delimitar con exactitud milimétrica en cada caso en dónde trazar el límite exacto entre la confianza y el escepticismo, es tarea que requiere la pericia del más experto de los cirujanos, y aún con esas, que en ese preciso momento tenga el pulso firme, cuente con la luminosidad más favorable, y se halle presente el mismo Sócrates como gran consejero de discernimiento mayéutico.

Un tercer factor que podría explicar nuestra obcecada propensión al yerro, podría consistir en que nos preocupa más bien poco eso de perseguir la verdad. Sabemos que esta suele ser escurridiza, y que es meterse en camisas de once varas eso de buscarle tres pies al gato. Que lo busquen otros más esforzados, pues lo mío es más bien quedarme cómodamente instalado es esas verdades a medias,   

Seguramente tendríamos que seguir examinando los posibles errores de apreciación más frecuentes que solemos cometer, pero excede con creces nuestras posibilidades, y por ello, antes de terminar cayendo también en el engaño, será prudente dejarlo en este punto. Sobre todo recordando que los decidores de verdades, verdades molestas, no se han caracterizado por tener un final feliz. Pensemos en el citado filósofo o en cualquiera de los profetas de antaño, o de tiempos más recientes. Pudiera ser entonces que además de errores involuntarios cometidos al tratar de acertar a apreciar la verdad, lo que puede estar ocurriendo realmente es que la verdad nos desagrada y hasta nos enfurece conocerla.

"La piedra que desecharon los arquitectos es ahora en la piedra angular", es decir, hartos de levantar soberbios edificios, pasaron por alto lo fundamental, esa pieza que mantiene en pie todo el arco. ¡Craso error! Pues lo que sucedió ayer sigue sucediendo ahora, como implacable ley de la naturaleza humana. Sí, sabemos mucho y de mucho, pero aprendemos poco para distinguir lo importante sin caer en el engaño. Cuántas veces llegamos a ser algo burdos para no perdernos en la hojarasca, en el oropel y el mero adorno, sin llegar a percibir lo valioso, que queda intacto, aunque lo tengamos delante.

¿Qué sentidos habremos de activar para reconocer al Resucitado que está bien vivo y presente en nuestras vida? ¿Es que solo unos, a los que tachamos muy a la ligera de ingenuos, son capaces de descubrir esa vida sobrenatural que anima y fundamenta la natural? ¿Seguiremos desechando esta piedra angular también nosotros? ¿Podemos permitirnos de nuevo rechazar al Buen Pastor? Porque algunos desempeñan el papel o el oficio, pero cuando viene la hora de la verdad, con solo verle las orejas al lobo de lejos, abandonan de inmediato al rebaño, pero el que es de verdad se queda, se enfrenta y da la vida si hace falta. ¿Acaso no ha dado Jesucristo la vida por nosotros? ¿Acaso no se ha enfrentado a una muerte ignominiosa para salvarnos? ¿Acaso necesitamos prueba alguna más para reconocer su autenticidad? Jesús es quien dice ser, en Él no hay engaño.

Si eres de Cristo, si crees en Él, si escuchas su voz y le sigues, si te alimentas de su cuerpo y de su sangre, eres hijo de Dios, porque te permaneces en Él y Él en ti. Ten muy cierto que esto no es caer ni en el engaño ni en el desengaño, tampoco es caer, sino más bien crecer, porque empieza a desarrollarse en ti esa vida divina que va desplegando la semejanza con el Hijo, el Resucitado, el Salvador. Espabila, agudiza tu capacidad para rastrear la única vedad que llena y pacifica tu vida, o sigue dando tumbos por ahí sin saber nunca de cierto en que farsa andas sumido. Pero cuando te hayas encontrado con la Verdad, lo sabrás; ahí no hay engaño que valga.  

   





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