sábado, 22 de febrero de 2025

Locos de atar

LOCOS DE ATAR


Nuestro idioma es de una riqueza admirable. Podríamos estar semana a semana en este blog tirando de frases hecha, de etimologías curiosas y de significados sorprendentes, y no se nos agotarían. Las lenguas son un recurso valiosísimo para entender y configurar la realidad, para poder comunicarnos los unos y los otros, y hasta para crear mundos maravillosos a través de las palabras. Apalabramos el mundo, y por así vamos convirtiéndolo en un cosmos bello, comprensible y, al mismo tiempo, habitable. Por ejemplo, la expresión de la que nos servimos hoy para dar título a esta entrada: un loco de atar es aquel al que hay que sujetar porque hace cosas que nos parecen una auténtica locura. Hay que prevenir, porque o le atamos o nos la termina preparando. 

Y es que el evangelio de este domingo VII de tiempo ordinario es una maravillosa y divina locura. La novedad del evangelio que proclama Jesús y que lleva a su total cumplimiento con la entrega de la vida, es la más bella de las locuras: amar sin medida. Absténganse, por tanto, los moderados, los prudentes y sensatos en demasía, los políticamente correctos, los bienpensantes, los tibios, los que solo saben reproducir lo que han visto, sin llegar a plantearse que además puede haber otro modo mejor de hacer las cosas. Absténganse, por lo que más quieran, los que tienen pánico a su propia libertad y a tratar de lograr ser más conforme a la verdad. Ninguno de los citados anteriormente van a estar de acuerdo con las incendiarias palabras de Jesús, el Hijo de Dios vivo. Son oro.

Solo de aquellos que leen las palabras de Jesús, y tratan además de cumplirlas, podemos decir con decisión que son los están tan locos de atar como su maestro. ¿Cómo va ser posible vivir con tan descabelladas ideas? ¿Cómo vamos a guiarnos por las siguientes orientaciones que Él nos propone?

- "Amar a vuestros enemigos".

- "Haced el bien a los que os odian".

- "Bendecid a los que os maldicen".

- "Orad por los que os calumnian".

- "Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra".

- "Al que te quite la capa, no le impidas que se lleve la túnica".

- "A quién te pida, dale".

- "Al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames".

Y añade además esta máxima: "Tratad a los demás como queréis que ellos os traten". Es decir, lo mismo, exactamente lo mismo a los demás que a mí: misma dignidad, , mismos derechos, mismo trato, misma exigencia. Ni más ni menos.

Así pues, según esta ley de humanidad que Jesús nos propone, hemos de tratar a todos como nos gusta que nos traten también a nosotros. No tengamos dos varas diferentes de medir. Lo que no vale cuando nos lo hacen a nosotros, tampoco ha de valernos para los demás. Trata de ser fraternos con tus semejantes. No escatimes tu bondad, tu amabilidad, tu cordialidad, tu servicio y comprensión para tus hermanos, especialmente con los que más lo necesitan.

Seguir a Cristo supone negarse a uno mismo por amor; consagrarse al bien de todos antes que el propio; sacrificarse por los demás, amándoles con el mismo amor de Dios. Locura superlativa, excelsa y absolutamente maravillosa. Seguir a Cristo es en verdad muy difícil, supone ir superando el egoísmo que nos corroe, porque se descubre que la mejor manera de vivir es amando y perdonando a todos. ¿Es esto posible para los hombres? Decididamente sí, con la gracia de Dios. Ahí tenemos a los santos, que supieron configurarse con ese amor y acercarse mucho al modelo de entrega amorosa por todos que es Jesucristo.

La locura de atar está servida, queda dicha. Es necesario y urgente que se extienda por doquier esta deliciosa locura que vuelve a los hombre tan buenos que algunos incluso llegarán ser calificados de tontos perdidos. Es igual, estos locos más que de atar, son de soltar, porque no tienen peligro alguno. Y sin embargo, los bien considerados, los que se creen poseedores de una gran cordura según el mundo mezquino, interesado, materialista, egoísta e individualista, esos sí que son realmente peligrosos, pues destruyen al hombre a las primeras de cambio. Y estos son los que campan a sus anchas y arruinan nuestro mundo.

Si he de elegir, prefiero ser un loco de atar por el evangelio, que un cuerdo de cuidado, porque ha asumido sin piedad y sin conciencia alguna, eso de que el hombre es un lobo para el hombre, empezando por ellos mismos. Mientras los primeros solo tienen hermanos y amigos con quien compartir su vida generosamente, los otros son enemigos de todos, incluidos de sí, porque malogran su propia vida deshumanizándola totalmente.

Haz lo que está bien, y si está bien, hazlo bien, con gozo y con largueza. Es posible que te califiquen de loco o de tonto. No te importe demasiado; tú estarás siendo tú, más libre y feliz viviendo el evangelio sin medias tintas. Con eso te bastará. Otro puede que además te llame bienaventurado, dichoso, feliz para siempre. Y ese es el que no se equivoca y cumple, además, aquello que promete.

sábado, 15 de febrero de 2025

Nuestra esperanza no defrauda

NUESTRA ESPERANZA NO DEFRAUDA


El mundo no está hecho para acomodarse a las complacencias de cada uno. Eso de siempre lo supo el ser humano, aunque bien nos gustaría que la realidad se dispusiera a nuestro particular antojo. Hay quienes habiéndose educado en un ambiente de sobreprotección y absoluto consentimiento, exigen que todo se ajuste a su capricho. Son los comúnmente conocidos como malcriados. ¡Ay del que le toque aguantar a uno de ellos!. Pero, al final, tanto para los sufridos como para los mal acostumbrados, la realidad siempre termina por imponerse, y no cabe otra que ir adaptándole a lo que hay. Quiera uno o no las cosas son como son casi irremediablemente.

Pero, por favor, que no cunda el desánimo. Es verdad que si nos fijamos un poco en todo el mal que anda pasando por doquier, es para venirse abajo. Egoísmos, malversaciones, incomunicación, violencia, engaños. Viendo sin vendas ni tapujos la realidad, podríamos suscribir de pe a pa aquel soneto de nuestro D. Francisco de Quevedo: "Miré los muros de la patria mía..." ¡Cuánta vileza puede llegar a dar de sí el ser humano y cuántas penurias! Es preciso poner freno al mal, por lo menos a todo el mal que cada uno de nosotros puede causar, y empezar justamente a sustituirlo por todo lo contrario: el bien y la bondad.

En esto Dios no se cansa de recordarnos que hemos de actuar siempre en conciencia, dando y favoreciendo la vida, en lugar que ir contra el hombre y lo creado. ¿Vamos a seguir siendo unos destructores del mundo y todo lo que contiene o por contra empezaremos a regenerar este maltrecho mundo? ¿Para cuándo lo vamos a dejar? Para seguir como estamos, lo mejor será desterrar definitivamente a Dios y al evangelio; desconocer por completo el mensaje de justicia y concordia que nos propone Jesús, no sea que recapacitemos y nos dé por impulsar acciones tendentes a salvar a tiempo nuestra humanidad y la a Humanidad.

Tal vez todavía algo cabría hacer para recuperar la esperanza y seguir tratando de mejorar todo aquello que está en nuestra mano realizar para lograr que este mundo sea más humano y apacible. Veíamos la semana pasada como nuestro colegio se ha movilizado a base de bien en la campaña de donación de sangre. Hemos de reconocer y agradecer a todos los que se han sentido involucrados el notable éxito de generosidad y gratuidad, porque donar sangre es donar vida y se Providencia ¡Qué pocas acciones podemos hacer más hermosas que posibilitar recobrar la salud a los enfermo! O también la cantidad de voluntarios empeñados en ayudar a las víctimas de las recientes inundaciones. No todo está perdido. No nos podemos dar por vencidos y quedarnos con los brazos cruzados.

Mientras unos re resignan o se repliegan mortalmente sobre sí mismos, otros son capaces de confiar no solo en sus capacidades, sino en las de los otros y en las del Otro, ese ser infinitamente cercano que llamamos Padre nuestro. Todo es aún posible, porque no podemos descartar el poder de los pequeños gestos que transforman el mundo; de todos esos pequeños gestos que tú y yo, fundidos en un esperanzado nosotros, somos capaces de ir realizando, como la gota que en su reiteración termina por horadar la dura roca. Aún menos podemos descartar el poder de la intervención de Dios que se vale de los sencillos para ir fermentando el Reino de los Cielos.

Jesús en el evangelio de este VI domingo de tiempo ordinario nos lo muestra con manifiestas claridad y belleza en el discurso de las bienaventuranzas. En eso que que Quevedo ve derrota, Jesús esperanzado ve el germen imparable de la acción de Dios. Los excluidos y sufrientes nos están llamandoa una transformación esperanzada. A protagonizar eso buenos gestos que anticipan ya el Reino. la resurrección está en marcha, porque la esperanza nos capacita para afrontar las dificultades. Es la fuerza de Dios, su gracia la que nos libera y nos convoca a vivir en un amor confiado y esperanzado. Él cuenta con nosotros si nosotros también contamos con Él. 

Así como si de un ciclo virtuoso se tratase, la fe lleva a la confianza y la confianza en el bien, en el amor de Dios, en el valor de lo menudo, nos lleva a la fe. Una fe esperanzada, asimismo, nos permite escuchar al otro, a contactar con su intimidad vulnerable (semejante a la de cada uno) para ser agentes de transformación. Empieza por ti mismo, empieza por cambiar los deseos de tu corazón y tus obras, para seguir cambiando, al mismo, tiempo tu entorno, tus relaciones y tus acciones.

Estamos en pleno jubileo de la esperanza. El papa Francisco nos invita en su bula Spes non confundit, a ser peregrinos de esperanza, a cambiar profundamente la mirada, a no caer en la tentación de creer que el mal se va a salir con la suya, a atrevernos a, con la fuerza de Dios, unirnos comunitariamente en la misma tarea compartida, libre y responsable de hacer posible un mundo mejor. Avivemos nuestro corazón y el de nuestros semejantes. Empecemos a vivir ya desde lo que esperamos. El mundo no puede ser abandonado a su suerte, porque nuestra pasividad termina siendo cómplice de esa deriva fratricida. Seamos fermento jubiloso de esperanza, porque Dios está con nosotros y este es ya tiempo de resurrección. Las bienaventuranzas nos lo están anunciando, participemos de esa bienaventuranza que es ser en la lógica del encuentro y del don.

sábado, 8 de febrero de 2025

Contrastes

CONTRASTES


Lo idéntico termina por no poder percibirse. Para que el ojo humano, o cualquier otro sentido, distinga algo, debe haber algún cambio necesariamente. Esa alteración que si capta la atención podrá ser más leve o más drástica. Cuando se da una variación muy pronunciada, podemos hablar de que se produce un marcado contraste, y por ello, se hace fácilmente perceptible. De ahí que haya animales que han desarrollado la extraordinaria habilidad de camuflarse para no ser vistos por sus múltiples depredadores. No destacar; mimetizarse de tal modo que nadie pueda detectar que estás; prácticamente haber logrado la invisibilidad.

No solo ocurre esto en lo que percibimos sensitivamente, también cuando recopilamos datos y se detecta que se producen tendencias mayoritarias, surge algún que otro dato muy dispar; observamos que contrasta con el resto. Los analistas suelen descartarlos de antemano por no considerarles demasiado significativos para el estudio que andan llevando a cabo. Distorsionan y entorpecen más que aclaran. Son solo contadas excepciones.

El ser humano que llega a tener experiencia fehaciente de la divinidad, percibe la enorme diferencia entre sí mismo y ese ser transcendente con el que ha entrado en íntima relación. Lo primero, si tiene ese privilegio inmenso, constata la validez absoluta de esa experiencia que ya jamás podrá olvidar, pues se trata de una experiencia fuera de lo común, mucho más real que todo lo vivido. Inmediatamente después es consciente del contraste inmenso que media entre nuestro ser tan imperfecto y el ser de Dios, esencia pura en nada alterada. Se siente indigno de encontrarse ante Él. En definitiva, alguien con experiencia de Dios queda transformado y ya no puede seguir siendo como antes de haberle sucedido. Justamente aquello que descartaban los analistas de información por irrelevante, aquello que marca la diferencia, que acaece rara vez, es en realidad para identificar la verdad intangible de lo que uno en realidad es.

Del mismo modo que el místico constata el contraste entre la divinidad y él, y por tanto, se ve, se siente, percibe y concibe mucho más en realidad tal y como se es, pues ha sido contemplado por el que es; también empezará a verse como más semejante a todos, a sentirse más cercano, más próximo a sus semejantes, y ya nada de lo humano le resulta ajeno.

En todas las lecturas, absolutamente extraordinarias, de este V domingo de tiempo ordinario se nos presenta esta misma excepcionalidad que marca el contraste entre el obrar meramente humano y el obrar distinto del hombre cuando se ha puesto a merced del Dios vivo. Primero el profeta Isaías que pasa de la incapacidad por motivos de impureza a la capacitación y plena disponibilidad para aquella misión que el Señor quiera encomendarle. Después, en el salmo 137, el salmista explica su disposición a tañer agradecido para el Dios que le ayuda en todo momento. Ojalá nuestras vidas sonaran a ese agradecimiento mantenido y hermoso en sí mismo, como una bella canción única e irrepetible.

También San Pablo en primera de Corintios expresa el sentimiento de reconocerse indigno ante el Resucitado que ni siquiera siendo uno de los Doce, sino precisamente un perseguidor de cristianos, le ha elegido a desempeñar la contraria, anunciar a los gentiles la vida que da Jesucristo vivo. Menudo contraste el que se produce en San Pablo mediante su conversón, como de la noche al día. Tan solo pasando por la conversión se puede llegar a la misión.

Y en el texto del evangelio es Pedro el que cuando realiza lo mismo que acababa de hacer, intentar pescar algo inútilmente en el mar de Galilea, pero de nuevo y según le pide Jesús, el resultado es completamente distinto: de no pescar nada a una pesca milagrosa, sobreabundante, inexplicable. Nada que ver cuando uno se basta a sí mismo, se cree autosuficiente, que cuando uno tan solo se sabe engranaje en el plan grandioso de la obra de Dios. Ahí ya no cuenta el mérito ni el logro personal, ahí lo asombroso es la grandeza de la humildad, la capacidad de servicio, la fidelidad y el compromiso, el contraste que acontece cuando le dejamos hacer a Dios en nuestras vidas.

Esta es la diferencia que, aunque no se aprecie a juzgar precipitadamente y desde fuera, logrará que lo ordinario sea extraordinario, que todo revele su propio sabor y sus matices, porque está bien que así sea: que halla vida divina en uno mismo, armonía, acuerdo e ilusión. Dios no iguala, unifica y anula la diferencia ni en el sentir ni en el pensar, pero logra que la diferencia y el contraste sean conciliables y necesarios en la singularidad de lo real, porque como un canto ensalza la grandeza del que magistralmente todo lo creo y lo sigue propiciando sin fin.

Cada uno de nosotros cuenta, nuestra diferente identidad aporta en el plan salvífico de Dios. Siéntete llamado, con tus miserias e imperfecciones, al plan que Dios ha dispuesto para ti. Es el momento de dejar las barcas y las redes y seguirle adonde él quiera, adonde el nos necesite. Seamos Iglesia; hagamos Iglesia, seamos misión. Él sabe bien lo que hace, nosotros no.

domingo, 2 de febrero de 2025

Hasta la victoria final

HASTA LA VICTORIA FINAL


Podemos afirmar que estos son tiempos difíciles. Tampoco han debido ser fáciles otros pasados, ni lo van a ser casi seguramente los venideros. Esto es lo que hay: siempre se debe afrontar, encajar y tratar de superar aquellas contrariedades que la existencia nos va deparando. Aquí nadie se queda indemne, pues vivir debe afectarnos y por esto hemos ir aprendiendo a salir adelante, si es posible mejorados y con la mochila de recuerdos, experiencias y aprendizajes bien repleta. Si además has logrado estrechar buenos vínculos y preciadas amistades, entonces el trayecto vital ha sido, sin duda, bien ejecutado, adquiriendo en él ciertas maestría y sabiduría.

Tal vez las generaciones actuales, en su gran mayoría, han sido y son sobreprotegidos por sus padres, y por ello se encuentran en peor disposición para llevar a buen término su peripecia vital con audacia. En cualquier caso, las experiencias previa no deben determinar ni anular nunca la actitud libre con la que uno decida vivir. Es decir, que lo vivido marca e influye, pero jamás anula nuestra responsabilidad para interactuar con la realidad que se nos presenta.

Winston Churchill tampoco lo tuvo fácil, más bien le tocó enfrentarse a una situación endemoniadamente hostil, pero fue capaz de mantener la confianza plena en el triunfo último de la verdad y el bien, incluso en las más adversas circunstancias. Se dejó la vida en ello, y fue el gobernante que dijo que había que ir de derrota en derrota hasta la victoria final. Y es que en algunas ocasiones, uno ha de mantener la dirección correcta sin variarla ni un ápice, a pesar de que la decisión no sea del agrado de todos, cuando uno sabe que ha de actuar así, con arrojo, valentía y decisión, porque acaso tiene más amplitud de miras que el resto. No es locura, a veces se trata solo de mantener la sensatez.

Estamos acostumbrados a lo inmediato y a lo exclusivamente evidente. Y salirse de este minúsculo alcance nos cuesta horrores: ni miramos a medio o largo plazo, ni juzgamos tampoco más allá de las apariencias o de los intereses personales. ¿Cómo pues vamos a apostar por la esperanza contra toda esperanza? ¿Cómo vamos a ser capaces de un mínimo pensamiento utópico y transformador? ¿Dónde quedaron pues los grandes hombres movidos por ideales y una voluntad férrea? ¿Se extinguieron ya los héroes definitivamente? No, cada uno de nosotros está llamado a serlo. A presentar batalla y no dejarse vencer así por las buenas por un mundo cada vez más deshumanizado.

La Iglesia universal celebra este 4º domingo de tiempo ordinario, pasados cuarenta días de la Navidad, la solemnidad de la presentación del Señor en el templo y de la purificación de María, esto es, la fiesta de las candelas o de la Virgen de la Candelaria. Se presentan sus padres con el niño primogénito en brazos en el templo para cumplir lo que marca la ley mosaica, y allí hay un anciano y una anciana, Simeón y Ana, que reconocen que ese bebé es el Salvador, luz y esperanza de los hombres. Saben y proclaman su victoria. No puede ni podrá con Él ni el mundo ni el mal, ese niño es el mesías esperado y suya será la victoria final y definitiva. Los demás no aciertan a verlo, tan solo los dos ancianos que llevaban una larga vida piadosa. ¿En qué se basan para hacer semejante vaticinio? ¿No es muy arriesgado no limitarse a lo real sin más, en lugar de descubrir unas posibilidades insospechadas en un ser completamente normal a juzgar por su apariencia? ¿Qué tipo de victoria luminosa anuncian?

Esto de ganar o de perder no es tan simple como se cree. No es ganar como se hacer en los videojuegos dejando malparados al resto. No es quedar por encima de los otros habiendo un solo ganador y el resto perdedores. Hay quien pierde para que los otros ganen. Hay victorias sobre uno mismo, que en definitiva son de las pocas gloriosas, aunque no se comenten. Ojalá aprendamos a dejarnos ganar por el que vence con amor al mundo, en lugar de tratar de ganar como lo en tiende el mundo, pasando por encima del resto.

Necesitamos urgentemente recuperar esa capacidad de no resignarse a ser meros receptores pasivos de lo real; a terminar siendo anodinos porque solo entendemos la vida de manera extremadamente aburrida. ¿Cuándo entenderemos que en lo cotidiano puede suceder lo extraordinario? ¿Cuándo abriremos los ojos y el corazón de par en par para descubrir cómo se sirve Dios de la normalidad para propiciar nuestra total liberación? Ese bebé que traen el brazos sus humildes padres es la luz que necesitamos y que evitará que no veamos la realidad tal y como está transida de gracia.

Por ello, como dijo el poeta metiéndose a profeta, que por improbable que parezca nada habrá sido soportado en vano, sino que habrá que confiar la fuerza inmensa del pequeño brote, y que en sí lleva la grandeza de un árbol enorme.

POR IMPROBABLE QUE PAREZCA

 

No desdeñes la fuerza incipiente con la que empieza el brote,
no vayas a caer en el mismo error de los que antaño sucumbieron
por no llegar a apreciar debidamente lo extraordinario
en lo que se suele pasar inadvertido.
Goliat se sabía ducho en mil batallas,
sobrado en el ejercicio de la violencia feroz e implacable;
pero surgió alguien que no parecía más que un débil muchacho,
incapaz de llevar a cabo cualquier proeza destacable,
y sin embargo, en lo frágil estaba agazapada una victoria rotunda;
contra todo pronóstico lo inaudito terminó por imponerse.
No estés tan seguro de que siempre el mal se sale con la suya,
ni de que el inocente está sentenciado de antemano,
sino más bien percibe que en la semilla
late adormecida una energía portentosa, posible e imparable.
No siempre sucederán las cosas como se cree el malvado,
por mucho que trame sus malas artes con todo tipo de maquinaciones,
pues hay oculta una claridad inocente que va a despuntar y que desconoce,
es la esperanza de los desesperados que terminará por estar fundada
en aquello que el corazón alumbraba
con ímpetu certero al ser una sencilla verdad si doblez ni engaño.
Puede ser que en lo menudo radiquen posibilidades insospechadas;
que un cambio imprevisto traiga la mutación emancipadora.
Trata de estar situado en el lado correcto:
no en el de los que juegan con las cartas marcadas
y muestran en sus rostros cierta sonrisa anticipada y complacida,
sino en el lado de los humildes,
los que aún apuestan por lo que es justo, necesario e irrenunciable;
aquellos que se vienen dejándose la vida por causa de un amor que no defrauda,
y, por ello, no se hacen ni a sí mismos trampas.
Ten por seguro que el alba definitiva despuntará algún día 
para los que lo han aguardo con firmeza el desprecio de los soberbios;
entonces, por fin, se iluminarán sus rostros tal y como habían soñado,
y nada habrá sido soportado en vano.
No eran utopías sus corazonadas, no,
sino el reconocimiento de la razón discreta,
que se abre paso y triunfa quedamente,
aunque tan solo sea vista acaso
por los que ven más allá del mero juicio apabullante.