sábado, 30 de abril de 2022

Al alzar las alas

 AL ALZAR LAS ALAS


Alrededor aletea ya la primavera. Todos podemos sentirlo y apreciarlo. En las proximidades a parques y jardines diversas flores compiten por mostrar su íntegra belleza y su original fragancia. Está brotando un tiempo nuevo cuajado de promesas y brotes.

Sabemos también de dónde venimos. Hemos atravesado tiempos áridos, donde se nos fueron al traste nuestras bien asentadas seguridades, y tuvimos que hacer de tripas corazón al vérnoslas cara a cara con la crudeza de la incertidumbre. Parece -aunque tal vez solo lo parece- que ya vamos saliendo de tanta zozobra, y al fondo parece que ya vislumbramos esa esperada luz del final del túnel. Ojalá se vayan disipando todas las congojas y tristezas con las que hemos tenido que convivir en los últimos tiempos.

La noche trae consigo el alba. La semilla aventura la cosecha. La crisálida testimonia que para llegar a lo mejor es preciso transformarse íntegramente desde lo más profundo del ser. ¿Pero quién le iba a decir a la oruga que desplegaría unas inmensas alas? ¿Le habría creído? Así como la muerte en cruz, contra todo lo previsible, conlleva la Vida en abundancia. Está bastante claro que la lógica de Dios no es nuestra lógica pacata de lo previsible. Ahora ya sí podemos afirmar que ninguna situación es irreversible, e que incluso, tras la oblación de Jesús, hasta la muerte tiene solución: LA RESURRECCIÓN. 

Y tal vez cada uno de nosotros también tenga esa capacidad oculta y que ni siquiera somos capaces de sospechar ahora. Podríamos llegar a desarrollar un alba prometedor, una generosa cosecha, o acaso hasta unas ligeras alas. Que sea impensable no quiere decir que sea imposible. Estamos en tiempo pascual, de frutos de resurrección, y por ello no deberíamos desechar las inmensas posibilidades que nos abre la resurrección del Viviente.

Pero es preciso pasar por la transformación para lograr esas anheladas alas, puesto que en ninguna tienda, ni física ni virtual, vas a poder adquirirlas. No, como mucho podrás conseguir unas tristes alas aparentes de quita y pon, que nunca van a ser las tuyas. O te nacen o no hay nada que se pueda hacer para lograrlas. Y esa transformación requerida solo será posible con costosas renuncias. Solo la noche que renuncia a sus tinieblas amanece. Solo la semilla que rompe su cáscara posibilita su germen. Solo la oruga que renuncia a su protección urticante adquiere esas alas con las que poder alzar el vuelo. Pero la palabra renuncia resulta poco de nuestro agrado.

Por tanto nosotros ¿Nos vamos a atrever a posibilitar nuestras alas? ¿A qué vas a renunciar para ello? Tal vez no sirva solo con renunciar a lo superfluo y requiera una apuesta más arriesgada. Tal vez tengas que renunciar también a tu tiniebla, romper tu encorsetado cascarón y renunciar a tus seguridades protectoras. Salir a la intemperie. Soltar amarras ¿Seremos capaces de renunciar, aún sabiendo la Vida que nos espera?

Solo es superando las cadenas el ego -y esto es harto difícil- podrás alcanzar al amor transformador que origina la aparición de tus alas. A veces parece que estamos atrapados en los apegos a lo corriente, tan esclavizados en rutinas y en lo consabido, que nos va cercenando poco a poco ese ser que bien podría ser libre.

Empieza ya el mes de mayo, el mes de la Virgen María, y alrededor aletea ya la primavera. Por ello, aprovechemos y con María, nuestra Madre, que se entregó por entero a la voluntad de Dios, que no era más que vivir en la confianza absoluta de la ternura de Dios, bien podremos renunciar a todo aquello que no propicia nuestras alas. Como María, que supo ascender completamente a la torre de la humildad, y por ello asumir la aventura insospechada de ser la madre del Salvador, nosotros podremos empezar a soltar los lastres que nos alejan de Dios. Y cuando menos te lo esperes estarás agitando tus bellísimas alas en el aire y alzando ese libre vuelo para el que has nacido. No podrás creértelo, pero será verdad, ya que si empiezas ahora a dejarte transformar por la gracia del Resucitado, tarde o temprano podrás volar. Como María, que sea el amor de Dios el que haga brotar tus íntimas alas.

DEJÉMONOS TRANSFORMAR




 

domingo, 24 de abril de 2022

De vivos y muertos

DE VIVOS Y MUERTOS


Tenía que acontecer lo absolutamente impensable, lo extraordinario, lo increíble, que un muerto volviera a la vida, para que los que vivíamos como muertos vivientes, pudiéramos volver a la vida. Y por esto bien podemos llamar a las cosas por su nombre: RESURRECCIÓN.

Vida y muerte parecen términos antitéticos, al menos así, a bote pronto. Sin embargo, si nos detenemos a tratar de relacionar los conceptos, resulta que no lo son tanto. El proceso de la vida va parejo al de la muerte; mientras vamos viviendo, ya hay células de nuestro organismo que van muriendo al tiempo que otras nacen. Se inicia la vida, pero a la vez nos vamos aproximando poco a poco a esa muerte que nunca descansa. Tal vez más que contrarios son términos complementarios, estrechamente entrelazados, vivimos y morimos a la par, y hasta podríamos decir que morimos porque vivimos. Pero esto nos daría para mucho y ya ha sido tratado por otros autores tan insignes como Unamuno.

Pues sí, la mayor parte de las veces, a los vivos se nos van insertando inercias de muerte, se nos va apagando la vida lentamente, sin darnos cuenta y como si no tuviese remedio alguno. Primero nos dejamos por el camino la infancia. ¿De verdad que es irremediable perder la infancia o podemos permitirnos seguir conservando actitudes fundamentales de la infancia aunque acumulemos la tira de años?

Después, y progresivamente, nos dejamos arrebatar lo más auténtico que desde la infancia portamos dentro. Posteriormente llegamos a la adolescencia y aunque buscamos denodadamente nuestra identidad, la verdad escurridiza de quien debemos ser, esta se nos va perdiendo en sucesivas tentativas, y no nos queda otra que aferrarnos a una de sus múltiples versiones de un yo algo descabalgado. Después los desengaños amorosos, que terminan acorazándonos el corazón, las traiciones, las separaciones, los desencuentros, las renuncias, los fracasos... Y cada cual salva del naufragio lo que puede; pero todos acumulamos heridas que van cicatrizando sin cerrar nunca del todo. Por el camino se va imponiendo la cruda realidad y, sin querer reconocérnoslo demasiado, vamos soltando aquellos sueños que éramos. Cualquiera que nos viese desde esta perspectiva, sí que podría reconocernos como medio muertos en vida, con más desilusiones que esperanzas.

Y en medio de estas vidas acomodadas, pero con un lastre de renuncias callado, irrumpe Jesús, que pasa por la muerte y regresa de ella para darnos VIDA. ¿Cómo de la muerte va a surgir poderosamente la vida? ¿Cómo vamos a dejarnos contagiar de esa vida que hace saltar por los aires todas las pequeñas muertes que se nos han ido incorporando como irremediables? ¿En que medida puedo yo resucitar con Él?

Tal vez sí. Lo primero creyendo, es decir, confiando en lo que nuestro corazoncito afirma. Trata de escuchar en lo más secreto de ti si esa voz, que resuena al escuchar el evangelio, te ilumina con una luz que hasta ahora no habías percibido. Tal vez esa claridad ya sea la misma que la de Cristo, Vencedor de la muerte. Tal vez estés ya con Él resucitando a una vida nueva incipiente.

Otra manera de volver a la vida sea tan sencilla como volver al amor. Pero no a un amor según el mundo, sino según Dios: un amor que no sabe de egos, ni intereses, ni precios, un amor gratuito y genuino. Sí, hay otra manera de amar que podemos aprender y poner en práctica: el don de sí, el sacrificio, la búsqueda del bien del otro, es decir un amor no de posesión, sino de entrega. También esa forma de amar se vuelve luz de la resurrección dentro de uno, una luz que serena y renueva. Esa luz también es resurrección que el Resucitado nos regala, porque "Yo soy el que vive. Estaba muerto, y ya ves, vivo por los siglos de los siglos".

Algo hemos logrado entender tras el domingo de resurrección: ni estamos hechos para la muerte, ni la muerte tiene la última palabra, sino que nuestro Dios es un Dios de vivos que nos ha hecho para la vida plena y eterna. Seamos testigos de ello.

¿También tú necesitas resucitar? ¿Quieres vivir? Tan solo has de dejarte iluminar por el Señor de la Vida.



jueves, 21 de abril de 2022

DÍA DE LA FUNDACIÓN

 NUESTRO DÍA


FUNDACIÓN EDUCACIÓN Y EVANGELIO

En esta vida uno va haciéndose cada vez más mayor, a medida que va pasando el tiempo, sin prisa pero sin pausa. Sería deseable que esa transformación no solo se produjese en el plano físico, sino también paulatinamente en el intelectual, psicológico-emocional, y también en el espiritual. Y así, a medida que acumulamos más experiencia, deberíamos aprender a distinguir lo mejor de lo bueno, o al menos, lo bueno de lo mediocre. Por ello tiene tanto sentido el lema de este curso 2021-22 "SÉ TU MEJOR VERSIÓN". Ir creciendo y mejorándonos día a día.

Porque a poco que ya hayamos vivido y conocido distintas maneras de entender y vivir la educación, se podrá detectar que el proyecto de la Fundación Educación y Evangelio es de esos por los que merece la pena apostar; esos que pretenden hacer realidad el lema al que ya hemos aludido, y aspiran a la mejor versión posible de la educación, con un proyecto múltiple y diverso en el que ya quince colegios andan implicados. Y eso se nota.

En los centros FEYE os tomamos muy en serio la educación de todos los alumnos que se forman en nuestros colegios. Los profesionales de los distintos colegios no solo son grandes profesionales, sino que además les ilusiona lo que hacen, y por tanto, no escatiman esfuerzos para que tanto el aprendizaje como la convivencia sean excelentes. Es una educación cuidada y que cuida con esmero, pasión y entusiasmo. Y eso nos distingue.

Además, tratamos de no separar lo educativo del Evangelio. Por lo que todo nuestro hacer está basado en una antropología cristiana liberadora. No solo les proponemos a nuestros alumnos el mensaje evangélico y los magníficos valores de nuestra religión cristiana (amor incondicional, ser para los demás, dignidad de la persona, respeto, fe, esperanza, caridad, paz, alegría, cuidado, familia...), sino que nuestro modelo pedagógico es Jesús, el Maestro, que cuando nos mira es capaz de ver la mejor versión que cada persona puede llegar a ser. En nuestros colegios tratamos de vivir el Evangelio. Y eso deja huella.

Es por todo ello que el símbolo de nuestra Fundación, en la que estamos integrados todos los colegios, sea un árbol en el que cabemos y participamos todos y cada uno: alumnos, profesores, PAS, familias y equipos directivos. Cada uno trata de hacer su misión, siempre complementaria a la del resto, y por tanto colaborando los unos con los otros. Y este es el secreto para que el proyecto de la FEYE sea una realidad.

En las raíces de nuestro símbolo, que siempre nos fijan, sostienen y alimentan, el Evangelio. En el tronco el esfuerzo común, la unidad y el trabajo común. Y las ramas vigorosas, por las que circula la savia de la competencia espiritual, la pedagógica y la relacional, dan sentido a todo lo que se viene realizando: nuestros alumnos y sus admirables frutos. ¿Puede haber árbol más hermoso? ¿Es que no vamos ha estar contentos de formar parte de este árbol tan llenos de vida? ¡Pues vamos a celebrarlo y a dar gracias a Dios por estar impulsándolo!

Gracias también a ti por ser parte y hacer posible que este árbol siga y siga creciendo frondoso.

¡MUY FELIZ DÍA DE LA FUNDACIÓN!










domingo, 17 de abril de 2022

Adentrarse en la luz

 ADENTRARSE EN LA LUZ

A menudo nos estamos debatiendo entre la luz y las tinieblas, entre las tenues penumbras de nuestras vidas, a veces excesivamente grises, y aquellos otros momentos de especial brillo, los que van quedando amarrados a eso que tratamos de identificar como los mejores momentos de nuestra vida. Pero, reconozcámoslo, predomina lo anodino sobre lo digno de volverse memorable.

Vivimos instalados en la opacidad de un bienestar particular, acostumbrados a la primacía de lo individual, entendido como absolutismo de un ego que no cesa de reclamar más y más necesidades perentorias, y en donde muy difícilmente encontramos algún retazo de esa ficticia felicidad a la carta. La inercia consumista en la que hemos aprendido a estar situados, no nos proporciona la plenitud que parece que denodadamente buscamos.

Son tiempos de mucho neón y luz artificial -aunque el precio de la electricidad esté por los cielos-, pero también de mucho engaño y desengaño, de demasiada desilusión y excesiva sombra. Si miramos las redes sociales, podría darnos la impresión que llevamos una existencia muy feliz, siempre disfrutando al máximo, aunque también se aprecia en esas mismas redes sociales una tendencia a insultar y maltratarnos entre unos y otros a las primeras de cambio; y eso es síntoma de toda la insatisfacción que hemos acumulado.

También nos llegan una y otra vez noticias desoladoras de desgracias que no contribuyen más que socavar esos frágiles pilares de nuestra esperanza, y a avivar con facilidad los paralizantes miedos e incertidumbres que se ciernen sobre todos. Y en medio de este estado de cosas, en el que cada uno sobrevive como puede, y que no logramos más que ir solo tirando, Cristo, el Dios humanado, se deja arrebatar la vida, y contra toda evidencia, RESUCITA para todos los hombres. Y este mundo nuestro, tan malparado, se llena de una luz pura que irrumpe para concedernos una claridad necesaria.

Tal vez aquí está la clave, en que nos dejamos dominar por las evidencias, pero unas evidencias superficiales, unas evidencias propuestas por los medios de comunicación de forma reiterada, pero muy pocas veces vemos más allá el secreto de lo impensable. Pues la resurrección de Jesucristo, condenado a muerte por el poder establecido del momento, se impone con una rotundidad maravillosa en lo secreto. Rompe el velo sagrado del templo, descorre la pesadísima losa de lo inamovible, y hace que la vida verdadera resurja de nuevo. Pero no la descubrirán más que aquellos que se permitan que esa resurrección primero acontezca dentro de ellos, donde el Señor ha establecido su íntima morada; esos que se atreven después a mirar con ojos de niño, repletos de ilusión y amor. 

Sí, los bienpensantes, los incapaces de escuchar al que miraba con esa mirada límpida, creían estar haciendo lo correcto cuando mandaron al patíbulo al que se decía Hijo de Dios, y que además ya de paso, ponía en tela de juicio tantas cosas para ellos seguras, sagradas y verdaderas, es decir, las evidencias a las que se aferraban.

Sin embargo, a pesar de esas interesadas razones evidentes, "hay razones del corazón que la razón no entiende" (Blaise Pascal), y en esas razones del corazón son las que nos hace caer en la cuenta Jesús de Nazaret, para que pasemos con Él de la muerte a la vida, o de la tiniebla a la luz, o de la tristeza a la alegría, o de la egolatría a la fraternidad, o de la falta de fe, esperanza y caridad, al compromiso por el Reino de Dios.

No permanezcamos más en la ausencia de luz. No nos privemos de esta fiesta de la presencia de la luz que, desde lo oscuro de la muerte, se abre paso como el alba y logra disipar las tinieblas. Cristo inaugura con su resurrección una luz nueva y verdadera, una luz de la que nos hace partícipes a los que vivimos injertados en Él. El que es la Vida, nos la da resucitando, y nos la da en abundancia. Recibámosla.

Este es el momento oportuno de dejar que Cristo nos resucite. Es el tiempo pascual en el que podemos pasar con Él de la muerte a la Vida, dejar ya la noche y adentrarse en la Luz, porque VIVE, y nosotros podemos vivir con Él.

De ti, Cristo Resucitado,
de ti, Cristo Vivo,
estamos necesitados de Ti,
de esa resurrección que puedes ofrecernos solo Tú.
Que tu sangre de resurrección que da vida
circule ya irradiando en nuestras venas,
para ser a la novedad absoluta
del amor que renueva la vida.
En ese amor tuyo divino
volvemos a ser y nos reconocemos
los hombres y mujeres libres que debiéramos ser,
capaces de resucitar la fraternidad humana
que todos llevamos intacta en lo más hondo.
Ansiamos empezar de nuevo a vivir estrechando lazos,
amalgamando el perdón y la paz,
descubriendo la hermosura luminosa de cada día,
y compartir generosamente los bienes, las penas y alegrías
que nos vayan viniendo,
porque contigo resucitado
la vida resplandece de sentido pleno.

¡VAYAMOS CON TU LUZ A ILUMINAR EL MUNDO!



lunes, 11 de abril de 2022

¿Vienes?

 ¿VIENES?


Por fin han llegado las esperadas vacaciones. Por fin contamos con ese tiempo disponible para poder desconectar. Pero ¿desconectar de qué? Sí, es cierto que vivimos demasiado atrapados en los quehaceres cotidianos, inmersos en una actividad que nos tiene ocupados por completo, sin darnos apenas ni un respiro por el que escapar de ese ritmo frenético. Sí, es verdad que disponer de algunos días de calma es realmente necesario para nuestra salud física, psíquica, emocional y espiritual.

Pero, además, en estas vacaciones tenemos la propuesta de la Semana Santa, y por tanto, podemos desconectar de la rutina para conectarnos o con la playa, o la montaña, o acudir al pueblo, o hacer "turismo religioso y procesional". Pero ¿es eso lo que realmente necesitas o hay algo más, agazapado, que busca tu corazón? ¿No serán estos días el momento propicio para comenzar a liberar tus búsquedas? A la cabeza es fácil distraerla con multitud de propuestas, pero el corazón distingue claramente cuándo se le ofrece algo en verdad valioso, aquello que con obcecada insistencia nos reclama.

Todos nosotros -seguramente también tú, querido lector-, venimos con una carga de problemas, desengaños, frustraciones, miedos o cansancio acumulado, que nos pesa ya demasiado y nos dificulta avanzar. Nos debatimos entre sombras y pesimismo, pues no salimos de algo malo y nos viene aún peor, porque llevamos una racha larga en que la vida no nos da ni una tregua.

Y es precisamente en este contexto nuestro, tan desalentador, donde llega Jesús y se monta en el borriquito para entrar en Jerusalén. Sí, nunca falta a su cita para ser reconocido y aclamado como rey humilde de los humildes, no como rey guerrero que entra a caballo con su tropa de soldados armados y triunfantes. Él, que nació en un pesebre, no viene a arrebatarle el trono a nadie, aunque le teman y persigan los que ostentan el poder, sino que viene a entregar su vida a sabiendas de qué manera se la iban a quitar. Su trono va a ser el suplicio de la cruz.

El panorama que le aguarda -bien lo sabemos- a este Rey triunfante es el del fracaso y la humillación en la cruz. Pero sin embargo, sabemos también que el amor es más fuerte que la muerte, y que el mal no tiene la última palabra, porque Él hace que la tenga el amor y la vida.

Puedes quedarte al margen de lo que vuelve a acontecer esta Semana Santa. Puedes optar por ser de los que le aclaman como mesías en los momentos de júbilo, pero se suman a pedir la condena de Jesús a las primeras de cambio, porque lo grita la mayoría, o puedes abrir el corazón y el alma entera a este que viene montado en el asno y tratar de vivir junto a Él todos estos momentos tan intensos que le aguardan.

Tú decides si quieres venir con Él. Es una ocasión única para amar y dejarte amar por el Salvador. Solo viviéndolo con Él vas a descubrir que en esa cruz que portas ahora cabizbajo, llevas ya incipiente un raudal de luz y libertad que te regalará la próxima pascua. Solo acompañando a este siervo que viene amando hasta el extremo, encontrarás la salvación, y tu carga será entonces sorprendentemente ligera.

¿Vienes? Todo está dispuesto: cenaremos junto a Él y nos enseñará a amar despojándose y sirviendo, acudiremos a rezar con Él al Monte de los Olivos; le acompañaremos cuando sea brutalmente ultrajado y condenado siendo inocente; permaneceremos junto a la cruz y esperaremos a que contra toda esperanza sea descorrida la piedra del sepulcro con la que querían dar por concluido al que es la Vida. ¿Vienes? ¿Estás dispuesto a vivirlo?

   


viernes, 1 de abril de 2022

Escrito sobre la arena

ESCRITO SOBRE LA ARENA 





Lo escrito sobre la arena no perdura. Llega el viento, remueve los pequeños granos del suelo, y tan humilde página retorna al estado anterior a la escritura. Entonces ¿para qué escribir? ¿Escribir por escribir o tal vez querías dejarnos solo el gesto, dándonos opción a múltiples opciones interpretativas?


No podemos saber a ciencia cierta lo que Jesucristo se puso a escribir en el suelo con el sencillo instrumento de su dedo. No podemos más que imaginar los trazos de su letra. También ignoramos si escribías en griego o hebreo. Pero sí sabemos que esa es la única vez que los textos evangélicos te representan escribiendo al mismo tiempo que guardabas silencio, y lo hacías en el lugar más básico posible: el suelo.


A lo mejor el mensaje que nos dejaste escrito, y que debe ser el suelo o la base de todo nuestra vida, es que antes de juzgar a nadie, sepamos también hacer silencio y mirarnos en verdad y con misericordia a nosotros mismos. Y que en lugar de demandar con urgencia la condena del frágil, volvamos la mirada a nuestra propia fragilidad.


Yo quisiera aprender de ti a mirar así como tú nos miras. Te llevan delante a una mujer a la que han hallado cometiendo adulterio. Una mujer a la que todos ya han sentenciado como culpable, para que te pronuncies y así poder criticarte después, tanto como si te muestras benévolo como si lo haces inflexible. Pero tú tienes la capacidad de salirte de su mirada estrecha y de sus pretensiones. Tú logras ver a la persona con una mirada limpia, porque miras a lo oculto de su corazón y ves en ella un amor de tal calibre, que es infinitamente más hermoso que cualquier error que haya podido cometer. Eres hombre como nosotros, pero sabes mirar como Dios, con toda la misericordia del Padre, tal como nos hablas de Él una y otra vez.


Esa mirada sobre la persona, que la restaura en lugar de condenarla; esa mirada que aprecia, sana y restablece; esa mirada que no es según la Ley escrita en piedra y sus múltiples preceptos, sino el único precepto que importa, el que ve integralmente al ser humano, con toda su libertad y dignidad. Esa mirada que no se resiste a la grandeza de lo pequeño que demanda tanto amor. Queremos y necesitados ser mirados por ti como miraste a la mujer adúltera, y después escucharte decir:


"Yo tampoco te condeno. Vete, y en adelante no peques más"


Que hablen los ojos, que escruten la verdad del corazón. Y que escuchen más aquellos que se sienten muy seguros en lo políticamente correcto, en lo consabido o en el prejuicio, y que actúan según un protocolo previamente establecido. Enséñanos a mirar así, con esos rayos equis de la compasión, y sabremos descifrar la escritura imborrable con la que has escrito prodigiosamente cada rostro.


Descubramos ese mensaje que escribe Jesús en cada uno de nosotros, no en piedra, para que se nos haga evidente y de obligado cumplimiento, sino en esa materia sutil de nuestra libertad. Allí podremos leer las más hermosas palabras que tan solo un hombre, que también es Dios, puede escribir. Pero para descubrir esa secreta escritura hemos de aprender a mirar, y a mirarnos, con esa mirada con la que tú nos miras sin prisa alguna el alma.