lunes, 11 de abril de 2022

¿Vienes?

 ¿VIENES?


Por fin han llegado las esperadas vacaciones. Por fin contamos con ese tiempo disponible para poder desconectar. Pero ¿desconectar de qué? Sí, es cierto que vivimos demasiado atrapados en los quehaceres cotidianos, inmersos en una actividad que nos tiene ocupados por completo, sin darnos apenas ni un respiro por el que escapar de ese ritmo frenético. Sí, es verdad que disponer de algunos días de calma es realmente necesario para nuestra salud física, psíquica, emocional y espiritual.

Pero, además, en estas vacaciones tenemos la propuesta de la Semana Santa, y por tanto, podemos desconectar de la rutina para conectarnos o con la playa, o la montaña, o acudir al pueblo, o hacer "turismo religioso y procesional". Pero ¿es eso lo que realmente necesitas o hay algo más, agazapado, que busca tu corazón? ¿No serán estos días el momento propicio para comenzar a liberar tus búsquedas? A la cabeza es fácil distraerla con multitud de propuestas, pero el corazón distingue claramente cuándo se le ofrece algo en verdad valioso, aquello que con obcecada insistencia nos reclama.

Todos nosotros -seguramente también tú, querido lector-, venimos con una carga de problemas, desengaños, frustraciones, miedos o cansancio acumulado, que nos pesa ya demasiado y nos dificulta avanzar. Nos debatimos entre sombras y pesimismo, pues no salimos de algo malo y nos viene aún peor, porque llevamos una racha larga en que la vida no nos da ni una tregua.

Y es precisamente en este contexto nuestro, tan desalentador, donde llega Jesús y se monta en el borriquito para entrar en Jerusalén. Sí, nunca falta a su cita para ser reconocido y aclamado como rey humilde de los humildes, no como rey guerrero que entra a caballo con su tropa de soldados armados y triunfantes. Él, que nació en un pesebre, no viene a arrebatarle el trono a nadie, aunque le teman y persigan los que ostentan el poder, sino que viene a entregar su vida a sabiendas de qué manera se la iban a quitar. Su trono va a ser el suplicio de la cruz.

El panorama que le aguarda -bien lo sabemos- a este Rey triunfante es el del fracaso y la humillación en la cruz. Pero sin embargo, sabemos también que el amor es más fuerte que la muerte, y que el mal no tiene la última palabra, porque Él hace que la tenga el amor y la vida.

Puedes quedarte al margen de lo que vuelve a acontecer esta Semana Santa. Puedes optar por ser de los que le aclaman como mesías en los momentos de júbilo, pero se suman a pedir la condena de Jesús a las primeras de cambio, porque lo grita la mayoría, o puedes abrir el corazón y el alma entera a este que viene montado en el asno y tratar de vivir junto a Él todos estos momentos tan intensos que le aguardan.

Tú decides si quieres venir con Él. Es una ocasión única para amar y dejarte amar por el Salvador. Solo viviéndolo con Él vas a descubrir que en esa cruz que portas ahora cabizbajo, llevas ya incipiente un raudal de luz y libertad que te regalará la próxima pascua. Solo acompañando a este siervo que viene amando hasta el extremo, encontrarás la salvación, y tu carga será entonces sorprendentemente ligera.

¿Vienes? Todo está dispuesto: cenaremos junto a Él y nos enseñará a amar despojándose y sirviendo, acudiremos a rezar con Él al Monte de los Olivos; le acompañaremos cuando sea brutalmente ultrajado y condenado siendo inocente; permaneceremos junto a la cruz y esperaremos a que contra toda esperanza sea descorrida la piedra del sepulcro con la que querían dar por concluido al que es la Vida. ¿Vienes? ¿Estás dispuesto a vivirlo?

   


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