lunes, 30 de mayo de 2022

EN UNA SOLA LÁGRIMA

 EN UNA SOLA LÁGRIMA


El ser humano llora, al igual que algunos animales con los que convivimos. Ahora bien, mientras ellos suele llorar principalmente por dolor, el origen de nuestras lágrimas es muy variado, y por ello su interpretación muy matizable.

Sin afán clasificatorio podríamos apuntar que hay lágrimas de cocodrilo, que serían aquellas de gran grosor pero de escasa sinceridad, que no convencen a nadie. Pero como dice la canción hay otras muy distintas, esas "lágrimas negras", de una gran intensidad y dramatismo. También en nuestra lengua está la expresión "sudor y lágrimas" para expresar aquello que cuesta mucho esfuerzo conseguir. Aunque se puede incluso llorar de la risa o de alegría, y entonces las lágrimas no son ya amargas.

Según la tradición hubo antaño diversos santos que recibieron como don o gracia de Dios ese noble ejercicio del llanto frecuente, y desde entonces su oración era llanto agradecido ante la inmensidad del amor de Dios que les desbordaba. Otros, sin embargo, hacían oficio del verter copiosamente el néctar de sus lagrimales, y eran contratados en eventos fúnebres para contribuir a la exaltación de los lamentos, aunque su implicación en el duelo fuese más aparente que auténtica.

Un magnífico hombre y poeta, León Felipe, escribió aquellos versos inmemoriales en los que decía: "Toda la luz de la tierra la verá un día el hombre por la ventana de una lágrima", pues a veces nada hay más necesario para dar salida a una gran emoción que la claridad de una lágrima. ¡Qué don este de poder aflorar esas gotitas de rocío que tanta verdad oculta sacan a la luz!

Porque según dicen lo peritos en lágrimas, estas pueden ser basales, encargadas de mantener limpios nuestros ojos; otras son reflejas, y los protegen de sustancias nocivas o irritantes. Nos quedan las más conocidas, esas que liberan nuestro estado emocional, y por ello llevan el nombre de psíquicas o emocionales. Así, mientras las primeras se encargan del buen mantenimiento del órgano fisiológico que nos permiten ver y leer, las últimas nos capacitan para una conveniente regulación de nuestra intimidad.

Al final de su vida, Jesús les avisa a los apóstoles que Él se va a marchar pronto, y que llorarán por su pérdida, pero que después reirán. Es decir, que esas primeras lágrimas de desesperación por la pérdida del ser querido, por la fe fundamentada en la resurrección, se transforman en lágrimas incontenibles de júbilo y alegría. Y es que no será la primera vez que empezamos llorando y terminamos riendo sin apenas transición. Si no que se lo digan a los niños, que son nuestros mayores artistas espontáneos de lágrimas.

No nos olvidemos que ya llega el final de curso, y que como todos los años, hay un grupo de alumnos que van a terminan su periplo académico y vital en nuestro colegio. De alguna manera nos ocurre a nosotros como a los apóstoles, pues tenemos sentimientos muy profundos que terminan por aflorar en nuestros ojos. Y entonces las lágrimas nos saben saladas como el mar, tal vez porque contienen un poco del mar que hemos de surcar, inmenso e inabarcable.

Nuestros alumnos de 4º de ESO, con los que hemos vivido tanto a lo largo de estos años, deben zarpar y cruzar ese amplio y luminoso mar. No tengáis miedo, estáis bien preparados para surcar los mares. Sacad buen partido al viento favorable, al viento del Espíritu, al viento de La Provi que lleváis muy dentro, y vuestras vidas serán una gran aventura.

Tal vez para despediros, más que palabras y palabras, lo mejor sea soltar alguna furtiva lágrima con la que poder expresar todo aquello que no sabemos decir de otra manera. Por hoy podemos hacer como aquellos santos de antaño y tengamos que tomarnos cierta licencia para llorar. Que llore el que quiera y todo lo que quiera, y tal vez en una misma lágrima maravillosa podamos aliviar la pena y dar rienda suelta a la risa.

Igual que Jesucristo en la fiesta de la Ascensión se separa de ellos, pero sin dejarles del todo, porque permanece presente en la comunidad de creyentes que es la Iglesia, en su palabra, en los sacramentos, en los necesitados o en nuestro interior; así tampoco nosotros no nos terminamos de separarnos del todo. Tened por seguro que aquí seguiremos para cuando fuere necesario. Y veréis lo que sentís cuando volvéis por aquí, vuestro cole, vuestra casa, vuestra familia Provi.









sábado, 14 de mayo de 2022

Quilates

 QUILATES


El experto es aquella persona que domina ampliamente sobre un campo del saber. Así hay expertos muy demandados en ciberseguridad, en nutrición, en microbiología molecular, en inteligencia artificial, etc. Por ello, las universidades ofrecen sus propias titulaciones como experto en... ya que al que lo sea en aquello que demandan las empresas, le lloverán un sinfín de ofertas laborales. Es indudable, este mundo en el que vivimos precisa expertos en casi de todo.

Seguramente tú también ya seas casi experto en algo y ni siquiera lo sepas. Tal vez haya entre nosotros algún experto en cafés, otros en chocolate, otro en quesos, otro en juegos de ordenador, otro en redes sociales, en música, en baile, en fútbol... Y es que uno se va especializando progresivamente en aquello que más le gusta o que incluso le apasiona.  

Normalmente al experto no le dan gato por liebre, como al resto de los mortales, en aquello en lo que domina, porque sabe distinguir cualitativamente y con precisión entre lo bueno, lo malo, lo regular y lo mejor. Un ejemplo característico sería el del joyero o el orfebre que a diario maneja y trabaja con algo tan valioso como el oro; sabe reconocer a ojo la pureza del material que tiene entre manos, es decir, sus quilates, y por ello no se equivoca en estimar su valor.

Pues en evangelio del V domingo de Cuaresma, vemos al mismo Jesucristo, atisbando ya su final, quiere despedirse de sus discípulos dejándoles una enseñanza de muchos quilates, nada de sucedáneos, va a lo esencial y más valioso de su predicación: "amaos los unos a los otros como yo os he amado". Nada más sencillo, pero a la vez más complicado.

Porque el que más y el que menos algo sabe de amar a los demás, pero ¿realmente qué calidad tiene nuestro amor? ¿De qué grado de pureza es el amor que ofrecemos a los que decimos que queremos mucho? ¿Es un amor posesivo o liberador? 

Jesús nos muestra que Dios Padre es amor misericordioso e incondicional, y lo hace encarnando ese amor que se ofrece, sacrifica y da vida a los que ama y quieren a su vez amar. Realmente la vida de Jesús que podemos ir viendo en el evangelio, desde la anunciación hasta la resurrección, es una magistral escuela de amor. ¡Ojalá aprendamos a amar como Él nos ama! Ese amor es el que posee el máximo de quilates que podamos encontrar. No lo hay mayor ni mejor.

Es un amor de renuncia, es un amor de entrega, aceptación, respeto, ternura, comprensión, reconciliación, confianza, sinceridad. Es amor de madre y de padre. Es locura de amor.

¿Podemos aspirar a alcanzar ese amor que aquilata nuestra manera de amar a los demás? Sí, para ello hemos nacido, no para menos. Por tanto, no nos conformemos con otras realizaciones imperfectas y parciales del gran amor, aprendamos a amar a los demás como Él nos ama. Solo así vas a hacer posible tu mejor versión, y tu vida poseerá para ti mismo el valor más alto.

También nuestro corazón es algo experto en amores y sabe reconocer qué amor es verdadero y da plenitud. No aspires a menos.



sábado, 7 de mayo de 2022

En el umbral del silencio

EN EL UMBRAL DEL SILENCIO



¿En nuestros días es posible aún hacer silencio? ¿Es necesario el silencio? ¿Podemos recuperar el silencio? ¿Dónde? ¿Cómo? ¿Has escuchado acaso el caer los copos de nieve, el roce de una tela, el latido de un corazón, el sonido que produce el viento al remover las hojas de los árboles o el titilar de las lejanas estrellas? ¿Has tratado de escuchar aquello que parece que nadie aprecia o que hacemos simplemente como si no existiera? ¿Te has parado a escuchar el sonido del silencio? Tal vez haya rumores insondables por descubrir y la verdadera vida que acontece e importa, pero permanece sepultada bajo el ruido externo o el propio ruido interior. 

A lo largo de la evolución del ser humano ha habido sentidos que se nos han ido atrofiando hasta solo quedar como un pobre vestigio de aquello que fueron. Se dice que hemos ido perdiendo parte de la capacidad olfativa que conservan otras especies animales, aunque todavía un olor nos puede retrotraer poderosamente a momentos intensamente vividos. Sí, es importante educar la capacidad sensitiva para poder apreciar la gama de tonalidades y llegar a descubrir mundos maravillosos, que de otra manera permanecen ignotos aunque los tengamos delante de nosotros. ¡Ay si abriéramos nuestros sentidos! 

Por ello, podría ser maravilloso recuperar un silencio esencial que nos cautivase, porque así nos sería permitido descubrir gran cantidad de matices que el ruido cubre sordamente. Pero fijar la atención, no quedarse en lo meramente aparente, agudizar los sentidos e indagar con sutilidad, debe ser solo apto para intrépidos. Y ¿Quién quiere ser eso? ¿Quién quiere conocer y conocerse? ¡Ay, si al menos tratáramos de asomarnos a todo aquello que damos por descontado no puede ser que exista!

A veces lo primero que conviene hacer es escapar de la sobreinformación, buscar resquicios por donde alcanzar cierta independencia, un pequeño atisbo de libertad, cierta fresca brisa. Para comenzar hay que partir de cero, borrar la pizarra, hacer tabula rasa, resetear y reiniciar de nuevo. ¡Ay si pudiéramos apartar todo lo que nos ciega y confunde y descubrir entre la maleza y la hojarasca el comienzo de una senda incipiente! Precisamente eso es lo más necesario, acallarnos, hacer silencio. Y entonces, allá a lo lejos empezarás a percibir el canto lejano de algún pájaro entre la fronda o la voz queda, apenas un rumor, que apunta precisamente a lo que estás buscando.

Un agudo teólogo afirmaba que el creyente es el que escucha la Palabra. Es esa escucha que se hace con las orejas, los oídos, pero también con las manos abiertas, los ojos cerrados, los labios, el corazón, y todo el ser cuando logra silenciarse. Solo alguien avezado en silencios podrá escuchar así. Y solo alguien que escucha así, sin interpretar ni imponer condiciones o prejuicios, podrá reconocer su voz. Una voz distinta, un voz que personaliza, que da sentido a todos los sinsentidos que nos desvelan, porque su voz es la del Amado, la que se escucha solo resonar en lo más íntimo.

El Evangelio de este domingo IV de Pascua nos propone escuchar la voz de Cristo, reconocerla y seguirla. Aunque quizás si no morimos previamente a la distorsión, no podremos escuchar aquella voz inconfundible que nos llama a resucitar con Él. Abrámonos, pues, a esa voz que dentro clama como manantial de vida tan sin hacerse notar. Experimenta la profundidad del silencio. Detecta con claridad esa voz amada que contiene la música más plena y que te llama.

¡Ojalá escuchásemos hoy la voz del Señor!