sábado, 23 de septiembre de 2023

Sui generis

 SUI GENERIS

A menudo las cosas no son como parecen. Con cierta frecuencia, y en contra de lo previsto, salta lo insólito y nos pilla descolocados. Creemos que nos sabemos de sobra lo que ocurre, lo que está ocurriendo y lo que ocurrirá; que todo se tiende a repetir una y otra vez de modo muy similar al de otras veces y, por tanto, sabemos muy bien a qué atenernos de antemano.

Los seres humanos concebimos todo a nuestra manera, y hasta no nos sienta demasiado bien cuando las cosas se nos alteran. ¿Qué sería de nosotros sin ese margen de suposición consistente en que todos siga siendo conforme ya era? ¿Dónde quedarían nuestras seguridades? ¿Qué podríamos conocer por el seguro método científico si no hubiese una repetición que probara sobradamente el cumplimiento de cualquier hipótesis? ¿A qué podríamos atenernos entonces? ¿De verdad podemos creernos que la vida transcurre una y otra vez por los derroteros acostrumbrados? ¿Todo es siempre tan sumamente monótono y anodino?

Pues a Dios tal vez le guste sorprendernos y de paso también despertarnos de nuestra recurrente modorra. Con sus inesperados guiños a lo mejor logra romper nuestras concepciones férreas, permitiendo que de vez en cuando surja un conejo en la chistera. Hay a quién puede no sentarle nada bien los imprevistos; hay quien no lleva bien que a veces sea necesario desaprender algo para poder aprender lo nuevo. Pero cuántas veces no hemos de rectificar, volver sobre nuestros pasos para poder retornar al camino correcto.

Las lecturas de este domingo XXV de tiempo ordinario (A) nos hablan del Dios que no está hecho a nuestra medida, sino de otro muy distinto al que el hombre suele proyectar a su medida. Un Dios que tiene unos planes, unos proyectos y unos modos, que no son los que cupiera esperar desde nuestras expectativas. Un Dios algo sui géneris, puesto que desborda nuestras pacatas concepciones, ni se adapta a lo que podíamos haber nosotros previsto, pero es el que es y tal cual es: el Dios auténtico. ¿Y si entonces las que hubiese que adaptar a la realidad fueran maneras de entender lo que es Dios? ¿Y si tratáramos de entenderle? ¿Y si nos ponemos a la escucha y nos dejamos sorprender?

El profeta Isaías nos previene de ello cuando profetiza que hay que buscar a Dios mientras se le encuentra: no al final, sino durante todo el trayecto que vamos recorriendo hasta dar con Él, porque se deja entrever también durante el camino. El problema sería no llegar a advertirlo, no saber encontrarnos con Él porque no le buscamos tal y como es. Nos anima a invocarlo sabiendo que lo tenemos muy cerca, es decir, que está aquí entre nosotros, en las entretelas de nuestras existencias, y por tanto, la invocación puede volverse íntima conversación. ¡Qué Dios este tan admirable como sorprendente!

Y en el Evangelio es el mismo Hijo el que nos presenta una parábola bien llamativa, la del propietario que manda a diferentes trabajadores sucesivos a su viña a lo largo de la jornada. Al terminar el día paga a todos igual según lo acordado, pero los que habían trabajado más horas reclaman más paga que los demás. No se alegran que haya contratado más trabajadores ni que sea con los últimos compañeros tan generoso como con ellos, por contra, se quejan y sienten injustamente tratados a pesar de que el dueño de la viña les paga lo que les dijo y que entonces les había parecido bien.

Desde luego, cuando pensamos así, solo en nosotros y en lo nuestro, y nos desentendemos del bien de los demás, no entendemos el mundo con la bondad, la generosidad y misericordia con la que Dios nos trata a todos sin distinciones. Desde luego que eso de que los últimos serán los primeros, y (por fin) los primeros últimos, no nos termina de entrar en la cabeza. Desde luego que este Dios tan sui géneris, que va más allá de la justicia según los hombres, para proponernos una justicia que se basa en la caridad, nos rompe todos los esquemas. Y qué bueno que sea así, y podamos empezar de nuevo, pero esta vez atisbando algo.

Sin embargo, este es el Dios cristiano, el Dios que se compadece y busca nuestro bien; es Dios del amor. ¿Puede haberlo mejor?


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https://sites.google.com/smprovidencia-alcala.es/buenosdaseso/septiembre/semana-39

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