sábado, 18 de noviembre de 2023

AFANES

AFANES



Tan solo una pequeña hormiguita puede servirnos de gran ejemplo. Salvo los niños chiquititos, prácticamente nadie les presta ni la más mínima atención a estos minúsculos animalillos que recorren afanosos el suelo. Son tan insignificantes en su tamaño y peso que, salvo que estén intentando hacerse con una miga de nuestro alimento, ni percibimos siquiera su presencia. Prestamos mucha más atención a lo que es obvio y grande que a lo menudo y discreto. Y es que somos así, ¡cómo para detenernos entonces en aquello que escapa a nuestros burdos sentidos! Solemos hacer la vista gorda, porque nos trae más cuenta y no deparamos en sutilezas. 

Sin embargo, bien mirado, las hormiguitas han sido alguna que otra vez puestas como ejemplo de laboriosidad y empeño. Eran aquellos otros tiempos, donde se consideraba un gran valor el esfuerzo. Hoy en día nos va más eso de ser cigarra que de ser hormiga. El que va de listo es el mejor considerado: aquel que dice pasárselo muy bien y es experto en no hacer nada de provecho, aquel que se dedica a perder el tiempo a todas horas, o aquel que vive del cuento o al menos del trabajo de los otros. Y eso incluso sabiendo de antemano que a la larga al vago redomado no le suele ir demasiado bien. Da igual, porque lo que importa ahora es tan solo lo inmediato y concreto, ya que plantearse más allá acaso es insensatez y locura. Además, las teorías están muy bien, pero la práctica nos aconseja inclinarnos una y otra vez por lo más fácil, por el camino más corto para conseguir lo que queramos, y hasta si hace falta hacer (y hacernos a nosotros mismos) todo tipo de trampas.

Y es que, aunque a la hormiga le resulta de lo más normal comportarse movida por su continuo afán, a nosotros los humanos personas del siglo XXI, cada vez se nos está olvidando más conducirnos por grandes afanes, personales y colectivos -a los que llegamos a llamar utopías-, y nos apresuramos a recoger y disfrutar los frutos de aquello que no nos hemos trabajado. Exigimos, pero no damos. Nos frustramos, pero apenas hemos sudado la camiseta. Ay, si al menos fuésemos un poquito hormiguitas constantes y laboriosas, que prosiguen infatigablemente en la tarea y la persecución de los afanes.

Poniendo otro ejemplo, entre los muchos que podríamos plantearnos, al peregrino le mueve un afán, que es llegar a un lugar para él especial y sagrado. Para lograrlo ha de avanzar sin desfallecer una jornada y otra también, superando todo tipo de obstáculos y dificultades, porque persigue su afán, y ello da sentido a todo lo que hace y vive, y a todo el empeño y el esfuerzo que pone en ello. Al final, poco a poco, lo va logrando y se siente inmensamente feliz por haberlo conseguido.

Justamente de eso deberíamos hablar hoy. El tiempo litúrgico llega ya a su fin, a su ocaso, y las lecturas de este domingo nos hacen caer en la cuenta de lo que hemos hecho hasta ahora, del afán que nos ha movido y del empeño que hemos de poner día a día, momento a momento, para lograr llegar a la meta. Porque lo que es muy seguro es que, si no tenemos ni siquiera meta ni afán que alcanzar en nuestra vida, tendremos la actitud de la cigarra, y viviremos en la inconsciencia y la inconstancia, verdaderamente lejos de la actitud mucho más acertada de la hormiga o del peregrino.

Sí, conviene recordar que siempre termina por llegar el fin, que en la famosa fábula era el invierno; y que allí ya no sirven engaños, escusas o componendas, ahí se nos impone la verdad desnuda y solo cuenta ya lo que hemos ido haciendo hasta entonces. El peregrino al acabar descubre que lo verdaderamente importante no fue llegar al lugar sagrado que se fijó al comienzo, sino todos y cada uno de los momentos que vivió con afán mientras llegaba, es decir, la perseverancia en el esfuerzo y el cambio producido en él mismo al proseguir en su empeño.

Así a nosotros, como se nos recuerda en el evangelio, se nos confían unos talentos y un tiempo de entera libertad para sacarles todo el partido que podamos en bien de todos. Podemos, día a día, ir incrementando el valor de lo que somos mediante todo aquello bueno que vayamos haciendo, pero para ello, hemos de tener y mantener ese bendito afán, constancia y fuerza de voluntad, porque de lo contrario, llegará el tan temido invierno, y habremos de dar cuenta de lo que hemos hecho con nuestros días, y no sabremos ni dónde meternos, pues nada de nada hemos hecho, salvo descansar de estar cansados.

Pídele a María, a Santa María de la Providencia, cuya festividad vamos a celebrar juntos toda esta semana, que te ayude a vivir tu vida con verdadero afán, con ilusión, y a ser provi con todos y para todos; que no te falten nunca las fuerzas para seguir afanado en tus más nobles afanes, pues, al final, esa será la mejor manera de poner en práctica todos esos talentos admirables que posees, dándote a los demás. ¿Te atreves? ¿Te animas? Recuerda que te juegas mucho en ello. 

¡VIVA LA PROVI! ¡SÉ TÚ TAMBIÉN PROVI!





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