sábado, 9 de diciembre de 2023

Tirar la toalla

 TIRAR LA TOALLA


Se decía hace tiempo que los jóvenes actuales se frustran con facilidad, que como se lo han dado con suma facilidad, a cambio de ningún esfuerzo o logro, cuando no consiguen lo que quieren, se frustran mucho, y, airados o desanimados, no ven otro camino que tirar la toalla. Supongo que como en toda afirmación genérica habrá un gran margen de error, y que por tanto, dentro de nuestros jóvenes actuales tendremos de todo, unos que se frustran a las primeras de cambio y otros que, aunque les fastidie no lograr a la primera lo que se proponen, persisten en el intento a ver si en algún momento lo acaban consiguiendo. Esta diversidad de posibles actitudes ante el fracaso ha debido de darse en todo tiempo y lugar, aunque eso sí, cuando desde bien pequeño se ha tenido que luchar para sobrevivir, había que renunciar a casi todo y arremangarse para aportar, parece que el músculo del tesón sí que se desarrollaba bastante más que cuando uno se acostumbra a que se lo den ya hecho..

Y un poco nos puede ir pasando a todos, los jóvenes y los no tan jóvenes, pues hasta el más pintado pasa por momentos de bajada de ánimo, es decir, de bajón, porque aunque hagas todo lo posible, la realidad, más dura y terca que el diamante, es poco proclive a escuchar y concedernos nuestros sueños y deseos. Tampoco pedimos tanto; pero nada, que nos damos de bruces con unas circunstancias poco favorables. Ahora bien, como dijimos anteriormente, unos tirarán la toalla, mientras otros se crecerán y darán aún más de si por salirse con la suya.

Si uno mira la cruda actualidad de frente, pues lo normal es que o se ponga a llorar o salga huyendo por dónde buenamente pueda. ¡Qué poco halagüeño es el momento histórico que nos ha tocado vivir! Aunque es posible que ningún otro momento haya sido un jardín de rosas desde aquella ocasión en que por mordisquear un poco una manzana, fuimos expulsados sin contemplaciones del Edén para el que estábamos originalmente hechos. Desde entonces, entre unas cosas y otras, no hemos levantado cabeza: pobrezas y miserias, robos, discordias, enfrentamientos, guerras, pandemias, injusticias, atrocidades... 

Es decir, lo de menos fue la controvertida cuestión de la manzana, lo más grave estaba por venir. Y en esas estamos todavía, pues bien mirado que aunque se nos llene fácilmente la boca de proclamas espléndidas sobre el progreso, los derechos y el bienestar, seguimos poco más o menos en lo mismo: nuevas pobrezas y miserias, nuevos robos, nuevas o antiquísimas discordias, enfrentamientos, guerras, pandemias, injusticias, atrocidades. Más de lo mismo; lo de siempre. ¿Cómo no nos van a entrar ganas de tirar la toalla definitivamente?

Sin embargo, hoy, como siempre, más que nunca no solo no hemos de desistir, de desanimarnos y tirar la toalla; todo lo contrario, hemos de liarnos la manta a la cabeza y clamar ante lo que pasa. Esa voz que clama en el desierto, pues aunque estemos solos, aunque seamos pocos y pintemos aún menos, lo único digno que podemos hacer es rebelarnos, alzar la voz y anunciar con todas las consecuencias esa palabra profética que denuncia y anuncia.

Pongámonos a trabajar ya en serio por ese cielo nuevo y esa tierra nueva deseada y vislumbrada ya por los profetas del Antiguo Testamento. Vistámonos con piel de camello o con cualquier otra indumentaria, pero hemos de reclamar ese mundo contrario al que nos siguen llevando los poderosos. No nos acomodémonos a este mundo materialista y superficial que está hecho contra el ser humano. Sabemos que Dios va ha realizar una intervención definitiva que permita seguir luchando esperanzados por salvar al hombre de toda opresión y pecado, ya sea externo o interno, pues hemos sido creados para el amor y por el Amor. Nada puede apagar esa inmensa luz que llevamos dentro. Esa inmensa y frágil luz que nos anima a no desistir, a no tirar la toalla, sino a esperar activamente al Salvador que viene. Preparémonos ciertamente a acoger su venida.

Esta es la misión fundamental del Adviento: tomar aliento, hacer sitio despojando de nosotros todo lo que no sea auténtico y favorezca la venida de Jesucristo. Reilusionémonos, es posible, es verdad, va a pasar, al menos en uno mismo, pero por algo se empieza. No misnusvaloremos la fuerza, el sentido y el poder de lo pequeño, pues justamente en lo pequeño, lo sencillo, lo humilde y lo discreto es donde actúa portentosamente el Altísimo. Dejémonos hacer por Él. Esta es la tarea del Adviento, ni más ni menos, como para tirar la toalla cuando puede producirse lo mejor, lo esperado a la vez que inesperable.

Esperemos y no desesperemos, escuchemos y escrutemos su palabra, Él llega, aunque el mundo no esté dispuesto nuevamente a recibirle, pero tú sí. Todo lo hará nuevo y podrás descubrir esa tierra nueva y ese cielo nuevo en el que tienen cabida Dios y el hombre.   







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