Muchas veces se nos hace pesado esperar. A quién no le ha pasado tener que esperar en la cola de un supermercado, en el médico, en la carretera… No nos incomoda el estar parados sin hacer nada, sino el pensar que no vamos a llegar a tiempo a lo siguiente que tenemos pensado hacer. Hoy en día las prisas y los agobios nos invaden.
En otras ocasiones esperar nos pone de mal humor. Seguro que te enfadas cuando no llega a tiempo el pedido que hiciste por internet o quizás cuando el camarero tarda demasiado en servirte lo que pediste. A diferencia con el caso anterior, en estos momentos nos enfadamos porque tenemos interés en que lo que hemos pedido llegue y no llega. Es solo cuestión de paciencia.
Pero en otras ocasiones, el hecho de esperar cobra un sentido nuevo. Esperar puede ser muy gratificante e ilusionante. Esto nos pasa, por ejemplo, cuando esperamos en el aeropuerto a que llegue un familiar que queremos mucho, cuando esperamos que llegue nuestro cumpleaños o ese viaje tan esperado que estamos deseando hacer. Son casos muy diferentes, dedicamos nuestro tiempo a planear y organizar esa espera, para que todo salga como lo tenemos pensado.
Esto es lo que nos ocurre a nosotros. Los cristianos con la Navidad, ponemos el corazón, las ganas y la ilusión en el nacimiento de Jesús. Un mes antes tenemos tiempo para pensar, meditar y rezar contagiándonos con la alegría de la llegada de Jesús. ¡Vivamos este Adviento como un gran momento de espera!
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