domingo, 16 de enero de 2022

Con alegría plena

 CON ALEGRÍA PLENA

El evangelio de hoy, segundo domingo de tiempo ordinario, nos presenta el primer signo de Jesús con el que Él, obligado por las circunstancias y solicitado por su madre, interviene como Dios en ayuda de nosotros los hombres. Es sobradamente conocido el pasaje narrado por San Juan de las Bodas de Caná, en donde ante la escasez de vino, y a instancias de María, siempre providente, transforma seis grandes tinajas de agua en el mejor de los vinos para que pueda seguir la celebración.

Es verdad que nosotros también andamos escasos de alegría, dado lo que hemos venido pasando en estos últimos tiempos de incertidumbre, contagios, confinamientos, tristezas, etc. Tanto es así que precisaríamos también una intervención de Jesucristo para recuperar esa ilusión para vivir sin tantos miedos ni tantas medidas de prevención y alejamiento de los demás. Y es que entre unas cosas y otras, se nos ha aguado por completo la fiesta de la vida, que es encuentro espontáneo y confiado entre unos y otros.

Unos queremos ver ya próximo el momento de poder recuperar nuestro acostumbrado modo de vivir y relacionarnos con todos desde el cariño y la amistad, sin mantener esa horrible distancia de separación, sin tapar por más tiempo nuestras sonrisas cómplices y recuperando la necesaria cercanía y el afecto.

Y nosotros a la luz de este evangelio ¿hemos de hacer algo? ¿No nos lanza una propuesta?

Pues sí, lo primero, dejar de quejarnos y compadecernos de nosotros mismos. Después, confiar en María, madre solícita que conoce bien lo que nos pasa, y que nos propone el remedio: que hagamos lo que Él, su Hijo, nos diga; y finalmente escucharle, y cumplir aquello que el Cristo nos indica. Eso es todo.

Es muy fácil, verás: solo con vaciar tus vasijas de egos, miedos y apegos y llenarlas de agua clara, libre y limpia. Entonces Él transformará nuestras aguas y realidades cotidianas en el mejor de los vinos posibles, en la mejor de las versiones que seamos capaces, tan solo porque nos hemos dejado liberar y amar por Él, el amor divino hecho hombre, o si quieres, el hombre hecho amor divino. Su presencia en nosotros y en medio de nosotros ya transforma el agua en vino, lo cotidiano en extraordinario.

Sí, es posible, si te dejas, si te entregas, Él te va a ir transformando en el vino de la vida, de su Vida, en el vino de la alegría, en el vino del amor, y podrás lograr también que la vida de los que aún están tristes sea una fiesta.

CON CRISTO NUNCA SE AGOTA EL VINO QUE DA LA ALEGRÍA PLENA


 

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