sábado, 10 de mayo de 2025

Regalazo

REGALAZO



Dar y recibir. En la vida tenemos la sana costumbre de expresar nuestro afecto, gratitud o reconocimiento a otra persona a través de regalos. Está bien que esos regalos sean materiales, pero no han de serlo necesariamente siempre. De hecho, los regalos más valiosos son los que menos precio tienen, pues ni siquiera se pueden adquirirse en las tiendas. Estamos inmersos en una sociedad hiperconsumista y mercantilista, todo es tasado según la consabida ley de la oferta y la demanda, y sin embargo, lo realmente exclusivo sería lo inasequible, porque no se puede comprar por mucho que algunas marcas traten de apropiarse del anterior adjetivo. Ni todo se compra ni todo tiene precio.

Qué bueno que se pueda dar y recibir porque sí, en una entrega desinteresada o a veces en un intercambio gratuito y recíproco. Qué bueno ir reconociendo que la existencia puede llegar a ser un regalo: cada día, cada momento, cada ocasión como oportunidad para ser vivida y compartida con el resto. Cierto que en muchas situaciones extremas hemos convertido la vida de tantos en algo extremadamente penoso apenas soportable (guerras, injusticias, pobreza, maltrato y crueldad). Pero también es cierto que cuando se respeta la dignidad de todos, y las condiciones son también dignas, entonces sí que podríamos valorar la maravilla de llevar una existencia en la que todo es don gratuito, regalo, posibilidad de compartir con los demás, tanto lo que uno es, como lo que son los otros. Esa es la clave de la cultura del encuentro, la gratuidad, la entrega desinteresada, el amor. Todas las existencias son por amor y para amar, por mucho que los seres humanos nos empeñemos en impedirlo. Jesús de Nazaret lo sabía y no se cansó ni se cansa de hacérnoslo saber. Tratemos de hacer realidad ese modo de ser y estar que Jesucristo nos descubre. Es posible escapar de esta vida abocada al sinsentido en que nos quieren instalar. El que ya venció, viene a liberarnos. 

Es por ello que el Evangelio es siempre buena nueva, es regalo para todos, al menos para los que cuando quieran puedan abrirlo, conocerlo y dejarse avivar por él. Sí, las palabras de vida que nos llegan en el evangelio, a través de las cuales conocemos al Hijo del hombre, son un verdadero regalo, un auténtico tesoro para custodiar en nuestro interior, pero sobre todo para plantar y que germine en nosotros una vida divina que es inmenso regalo.

Las lecturas de este cuarto domingo de Pascua nos inciden en que todos podemos ser receptores del regalo o invitación que Dios nos hace: sale a nuestro encuentro, nos reconoce, nos muestra su amor y nos llama a seguirle sin reservas, a ser más libres, a dejarlo todo para optar a lo mejor. El amor de Dios no obliga, no coacciona, no engatusa ni promete algo que no vaya a cumplir. No, el amor de Dios, acepta, integra, acompaña, cuida y libera; es grano de mostaza y es, por ello, árbol que permite anidar a las aves y dar fruto a su debido tiempo. Es promesa y cumplimiento. Es el regalo más regalado que te capacita para que tú puedas ser regalo también para los demás. Todo es don, todo es gracia, todo regalo inmerecido.

Si así lo decides, puedes seguir su voz, la voz del Resucitado que nos convoca a ser miembros vivos de su Iglesia. No pasivos que se dejan llevar, sino despiertos, conscientes, ilusionados, como peregrinos de esperanza que no pueden dejar de compartir su alegría. Seas de dónde seas, en su pueblo o su rebaño hay sitio y hermanos para ti. No estás solo, Dios habita en medio de su pueblo, y nos conduce hacia fuentes de aguas vivas. Ven, ven también tú y podrás descubrirlo y vivirlo por ti mismo en medio de la fiesta pascual. Ven al encuentro y al banquete. Que nada te lastre, impida o bloquee. Has nacido para ser libre y participar de este nuevo pueblo en el amor resucitador. ¿No escuchas su invitación?

Hemos asistido en estas fechas al fallecimiento de Francisco, al que hemos despedido con sincero agradecimiento. Ahora, tras este cónclave tan sorprendente, estamos atónitos y alegres, como los apóstoles tras ser testigos de la resurrección del Señor, pues ya tenemos a un nuevo papa bueno, de nombre León XIV. Un hombre de Dios que ha asumido el reto y la elección de Dios realizada a través de los cardenales. Este nuevo pontífice es un regalazo que nos llegado. Es hora de escuchar su voz, de dejarse conducir por aquel que a su vez se ha dejado conducir por el Espíritu. Seguirle, rezar por él y arrimar el hombro. El vicario de Cristo nos anima a realizar juntos la misión encomendada a la Iglesia, y a hacerlo como Dios quiere, sinodalmente y en comunión.

Fue una tarde inolvidable aquella del 8 de mayo del 2025. Con cuánta expectación y emoción se siguió en todo el orbe la elección del sucesor de Pedro. Mereció la pena estar pendiente del humo que saliese de la chimenea. El Espíritu del Señor, protagonista de lo que ocurría, estaba actuando de manera clara, sutil y decisiva en la Iglesia para renovar y abrir nuevos caminos. La Iglesia, impulsada por el Espíritu del Resucitado, está disponiéndose a seguir siendo el referente y evitar que caigamos en una sociedad deshumanizada. La Iglesia es imprescindible para el triunfo del bien, del amor y de la paz en el futuro. Es necesario permanecer atentos a León XIV y seguir apoyándole. Viene a hacer mucho bien, y todos nosotros con él, pues vamos en la misma barca, y hemos de remar conjuntamente.

Qué regalo es la Iglesia para los hombres de hoy en día, en especial para aquellos que de verdad buscan la verdad. Qué regalo son su mensaje, sus propuestas en favor del bien común, de la dignidad y los derechos de los hombres y de la paz. ¡Ánimo, León, cuentas con la fuerza de los débiles y sencillos, con la fuerza de la oración y del amor! No podemos ser indiferentes ni pasivos, sabemos que estamos llamados a colaborar corresponsablemente en el plan de Dios! Cuentas con nosotros y nosotros contigo. Recibe nuestra cariñosa bienvenida. Que el regalo del amor salvador de Dios siga dando mucho fruto. 

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