sábado, 13 de mayo de 2023

No a las tristes despedidas

 NO A LAS TRISTES DESPEDIDAS

A muy pocos les deben gustar las despedidas, pues separarse de lo que uno ama es siempre penoso. Más aún cuando no se trata de separarnos de algo, sino de alguien muy amado y querido con el que se ha compartido la vida. Si, además, esa separación es definitiva e irreversible, la experiencia más que dolorosa, habría que calificarla ciertamente de desgarradora. Como mucho uno trata de retener ciertos momentos en la memoria, aferrarse a tanto bueno vivido con esa persona de la cual nos alejamos.

Es cierto que la muerte impone ese corte brutal en nuestras relaciones, pero hay otras situaciones que también obligan a las personas a no poder seguir permaneciendo físicamente juntas, distanciarse, pero en estos casos al menos podemos mantener activa la vinculación comunicándonos con frecuencia por el medio que se pueda o prefiera.

En el evangelio del VI Domingo de Pascua, Jesús es muy consciente de lo que va a suponer su vuelta al Padre. No desea separarse de sus discípulos y se hace cargo del sentimiento de abandono que va a producir en sus discípulos, y por tanto, nos aclara que si el amor que les une es auténtico, se va a mantener; que la vida que él nos ha traído no puede quebrarse con la separación, y que hay maneras de permanecer presentes, aún cuando la muerte, u otras circunstancias, nos tratan de separan. Sí, la separación es tan solo aparente y la unión se puede mantener viva en el Espíritu, porque no solo somos materia, sino que la materia está avivada por el Espíritu, y este no perece, no se aleja, se mantiene, y hasta se incrementa, cuando se está dispuesto a amar y ser amado contra viento y marea.

Y en esa no despedida, en esa negación de la cesura, en esa presencia resucitada y resucitante nos hallamos ahora. Cristo ha vencido a la muerte y con ello la vida triunfa y no se interrumpe, se transforma, se amplifica y espiritualiza. Este es el tiempo de la Iglesia. Nuestro tiempo. Tiempo para revivir y dar vida. Tiempo para proclamación, la alegría y el testimonio. Tiempos nuevos de creer y de crear, porque Él está con nosotros y entre nosotros. Cómo no desbordar de gozo cuando es su Espíritu el que ha impedido toda separación y la despedida es imposible "porque yo sigo vivo".

Ahora ya solo vivir consiste en amarle y dejarse amar por Jesucristo resucitado; aprender a amar a todos con ese mismo amor suyo y con Él estarás bien vivo. El presente hay que vivirlo en modo pascua, con unos ojos, un corazón y unas manos llenos de Espíritu.

Era verdad que el amor vence la muerte, la separación y las tristes despedidas. Solo el amor, desde el Espíritu, capacita para la cultura del encuentro. Porque cuanto esa vida íntima con Cristo sea más profunda, más podremos vivir con la libertad del Espíritu que Él nos da. Verás entonces como crecen los vínculos en una preciosa primavera con ecos de eternidad.

NO ES TIEMPO DE DESPEDIDAS, SINO DE VERDADEROS ENCUENTROS   

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