RESTABLECIENDO COORDENADAS
Es verdad, totalmente verdad, que aclararse en la vida no es nada fácil. Ahora bien, es una cuestión por completo inevitable. Saber de dónde venimos resulta más accesible. No hay más que refrescar la memoria de lo vivido, para tener un mínimo conocimiento del propio bagaje existencial. Ahora bien, hacerse cargo del momento y la situación en la que nos encontramos, requiere ya de una pericia poco común. Y es normal, porque el aquí y el ahora en que nos encontramos en un momento dado es verdaderamente complejo, y precisa de un análisis profundo y detallado. Para conocernos es preciso saber de dónde venimos, dónde nos encontramos y otear al menos una cierta intuición de hacia vamos o queremos ir. Si no disponemos de la ruta completa, al menos reconocer la dirección adecuada poe la que seguir haciendo camino.
Dependiendo de la etapa de la vida, este grado de autoconocimiento será muy diferente. Un niño no precisa hacer un ejercicio para dilucidar quién es él. Sin embargo, en el periodo vital de la adolescencia todo son arenas movedizas, montañas rusas y encrucijadas muy confusas. Pero hay que afrontar esa transición de la vida y, con un trabajo arduo, salir de ella lo mejor orientado posible. En el resto de etapas de la existencia se precisa igualmente seguir trabajando para dilucidar y esclarecer la propia identidad y las actitudes con que hay que ir viviendo, encontrando y concediendo sentido a lo que se es y se vive.
Si se quiere mantener a alguien muy desinformado, nada tan eficaz como la sobreinformación. De modo similar, si se pretende tener a alguien totalmente perdido, no le indique solo los cuatro puntos cardinales, sino cuatro mil puntos cardinales distintos. Gracias a Dios no somos computadoras, y no trabajamos con ingentes cantidades de datos, sino solo con los que necesitamos. Porque tal vez sea más importante el conocimiento que la mera información, aunque efectivamente la información puede contribuir al conocimiento.
En este V Domingo de Pascua las lecturas nos pueden servir de pista para plantearnos en serio el peliagudo problema de la identidad desde la experiencia espiritual y religiosa. Una vez reconocida la rotunda identidad de Jesucristo con su resurrección, esta constatación también nos puede empezar a afectar a nosotros mismos. A la luz del hecho de la resurrección de Cristo hemos de ir descubriendo también la nueva perspectiva que se nos abre. No deberíamos permitirnos continuar viviendo sin esa certidumbre, y tratar de adecuar nuestra verdadera identidad a la luz del que es "el camino, y la verdad, y la vida".
Y es que hoy se nos invita a repensar, a plantearnos la idea de consagración, tal y como leemos en el Libro de los Hechos de los Apóstoles cuando son consagrados los primeros siete diáconos. ¿Qué vínculo puede existir entra la identidad y la consagración? Cuando uno se consagra, opta, y además de modo definitivo, a una forma de vida con radicalidad y trata de cumplir con esa vocación recibida. Solo desde la humildad y con un acogimiento consciente y agredecido, sabiéndose necesitado de la gracia del resucitado para tratar de llevar a cabo esa consagración, que se va realizando día a día a lo largo de toda vida.
Y entre todas la identidades posibles a las que nos podemos consagrar, hay una de una belleza y entrega ingente, la de ser madre. Al igual que María se consagró por entero a esa maravillosa tarea de ser la Madre de Dios y nuestra, tantas y tantas madres han acogido la misma identidad: dar vida y cuidar de los hijos concebidos. Sabemos que ninguno sería ni la cuarta parte de lo que somos sin la inmensa dedicación desinteresada de nuestras madres. Está bien que al menos hoy de manera oficial les reconozcamos esa labor a la que se han consagrado y los frutos conseguidos. Esa es en gran medida su identidad, la de ser madres, las que se dan por entero a sus hijos. Seres consagradas al amor, y por las que todos hemos conocido lo que es ser amados.
Descubre a qué estás llamado, y trata de configurar tu auténtica identidad libremente a esa consagración. No hay otra manera de que Jesucristo sea tu camino, tu verdad y tu vida. No dejes pasar esta oportunidad, está en juego tu felicidad.
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