domingo, 12 de diciembre de 2021

¿Exultar?

 ¿Exultar?


Podemos realmente permitírnoslo. Con la que está cayendo, ¿podemos pretender acaso estar alegres? ¿Tenemos algún motivo para ello? ¿No habremos perdido completamente el juicio para sostener que se puede vivir con una apacible alegría?

Parece inconcebible, pero sí hay gente que encuentra en su vida motivos para estar alegres y compartir su alegría con los demás. A veces todavía podemos escuchar alguna risa en algún lado, y parece como si ese sopor y esa indiferencia, que nos ha venido ensombreciendo de un tiempo a esta parte, esa espontaneidad con la que no ha mucho que vivíamos, disminuyera por un momento. 

Pues sí, las lecturas del tercer domingo de Adviento son unánimes: debemos vivir exultantes de gozo, porque sabemos que aquello que esperamos es ya casi inminente. Sí, la Navidad se aproxima, el Salvador está en camino y todo anuncia su pronto nacimiento. Dios es fiel a su palabra y sus promesas se cumplen siempre. Entonces ¿a qué tanta inquietud? ¿A qué tanto miedo y desilusión?

Efectivamente, nuestras certidumbres van dando paso poco a poco a certezas, pero, además de anhelar y alegrarnos anticipadamente por lo que sabemos que va a acontecer -la venida de Dios nacido de María-, también encontramos posibilidades inéditas para la alegría en lo que cada día nos ofrece. 

¿Sabremos ver esos motivos para la alegría o se nos estarán pasando por alto?

¿Realmente tiene que haber sobrados motivos que justifiquen una sonrisa o la risa debe aparecer por si sola cuando uno vive en modo amor y gratitud? 

¿Dónde comprar esa alegría no fundamentada en ningún motivo externo sino que te surge de pronto por el mero hecho de estar vivo? ¿Y cuánto vale ese antídoto tan eficaz contra la pesadumbre existencial?

Sí, realmente no debería ser tan difícil estar alegre sin más, si además de saber que Jesús está a la puerta, experimentamos que además ya vino y que está con nosotros y entre nosotros, capacitándonos para amarnos y superar con la sola luz de su presencia amante cualquier situación. 

Sí, el está en medio de nosotros y hace que la tiniebla de nuestras tristezas se disuelva que que vaya haciéndose más y más luminosa nuestra espera. Él, que ya está en nuestro mundo, hace posible lo imposible y que tu corazón vuelva a descubrir la dimensión de reilusionarse por la vida, siempre nueva y rebosante. 

¿A qué espera o es que la alegría no va contigo?

Sé creativo, comparte alegría, celebra la vida y todos seremos un poquito más nuestra mejor versión.

 



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