EN LAS PEQUEÑAS COSAS
Tanto y tanto podríamos contar sobre la Navidad y sin embargo, corremos el riesgo de no pasar de los mismos lugares comunes de siempre. Aunque, tal vez, tendríamos que empezar diciendo que la Navidad es un misterio admirable e inabarcable.
Hay un proverbio hindú que afirma que "la grandeza de una flor no es menor que la de una galaxia", pero ¿Es esto comprensible? Y aunque no lo sea del todo ¿es de alguna manera cierto? ¿En qué sentido puede ser comparable o estar contenida la inmensidad del universo en una pequeña flor?
De verdad que, por mucho que nos vayamos acostumbrando a celebrarla año tras año, no podemos dejar de sorprendernos ante el misterio sobrecogedor de que Dios trascendente, que escapa a nuestra concepción y a nuestros sentidos, que escapa del tiempo y del espacio, que es omnipotente y omnipresente, llegue, y de buenas a primeras, se haga hombre, nacido de mujer, concreto, pequeño, frágil, humilde, vulnerable. Y este es el mayor de los misterios, sí, pero además contiene una belleza tal que nos desborda.
Y, sin embargo, es así. Ya lo anunciaban los profetas, que en la aldea más insignificante iba a nacer el ser humano que, además era Dios encarnado, y además se cobijase en más humilde de todos los lugares: en el pobre pesebre que había en un establo. Pero qué noche aquella, tan inolvidable que a partir de aquella, si uno mira el firmamento estrellado, aún puede recordarla y saber que en cualquier otro lugar de este pequeño mundo, estará naciendo otro chiquitín pobre, pero con la misma dignidad de Dios, porque el Dios que nos nace nos regala esa su condición humano-divina ya a todos los seres humanos. Sí, ya desde entonces toda noche está llena de estrellas, muy pequeñitas, pero a la vez inmensas y luminosas, como cada niño que nace.
Decía el otro día un filósofo español que la Navidad es la mayor fiesta de los pobres, y está en lo cierto, lo es. Porque carecemos de tanto, pero tenemos y podemos compartir el mayor de los gozos: nos nace un Salvador, y es Dios y es hombre, y es pobre, sencillo, humilde. No tiene apenas nada, pero en su pobreza es capaz de hacer brillar las estrellas en los cielos de una manera nueva, porque el amor no entiende de riquezas, pero sí de entrega, de aceptación, de solidaridad, de risas, de lágrimas, de abrazos, de sueños, de besos y de milagros.
Al parecer algún poderoso nos ha recomendado recientemente que desplacemos el término Navidad de nuestras felicitaciones. Pero los sencillos que creemos en este Dios que se hace pequeño y asume la condición de los más pequeños, vamos a seguir diciendo lo que queramos (tal vez porque cuanto más pequeño se es, te puedes permitirte el lujo de ser más libre). Que cada uno se exprese como quiera, pero desde luego, claro que queremos desearos a todos felices fiestas, porque es Navidad, la celebración de los que son capaces de ver la grandeza inmensa de la flor y la pequeñez de la galaxia, o la desconcertante maravilla de este Niño que es inmensamente pequeño y pequeñísimamente grande.
Que este bendito Niño quepa en un rincón chiquitito de tu corazón y verás como la alegría se hace inmensa en ti y los tuyos.
FELIZ NAVIDAD PARA TODA LA PROVI
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