EN UNA SOLA LÁGRIMA
Sin afán clasificatorio podríamos apuntar que hay lágrimas de cocodrilo, que serían aquellas de gran grosor pero de escasa sinceridad, que no convencen a nadie. Pero como dice la canción hay otras muy distintas, esas "lágrimas negras", de una gran intensidad y dramatismo. También en nuestra lengua está la expresión "sudor y lágrimas" para expresar aquello que cuesta mucho esfuerzo conseguir. Aunque se puede incluso llorar de la risa o de alegría, y entonces las lágrimas no son ya amargas.
Según la tradición hubo antaño diversos santos que recibieron como don o gracia de Dios ese noble ejercicio del llanto frecuente, y desde entonces su oración era llanto agradecido ante la inmensidad del amor de Dios que les desbordaba. Otros, sin embargo, hacían oficio del verter copiosamente el néctar de sus lagrimales, y eran contratados en eventos fúnebres para contribuir a la exaltación de los lamentos, aunque su implicación en el duelo fuese más aparente que auténtica.
Un magnífico hombre y poeta, León Felipe, escribió aquellos versos inmemoriales en los que decía: "Toda la luz de la tierra la verá un día el hombre por la ventana de una lágrima", pues a veces nada hay más necesario para dar salida a una gran emoción que la claridad de una lágrima. ¡Qué don este de poder aflorar esas gotitas de rocío que tanta verdad oculta sacan a la luz!
Porque según dicen lo peritos en lágrimas, estas pueden ser basales, encargadas de mantener limpios nuestros ojos; otras son reflejas, y los protegen de sustancias nocivas o irritantes. Nos quedan las más conocidas, esas que liberan nuestro estado emocional, y por ello llevan el nombre de psíquicas o emocionales. Así, mientras las primeras se encargan del buen mantenimiento del órgano fisiológico que nos permiten ver y leer, las últimas nos capacitan para una conveniente regulación de nuestra intimidad.
Al final de su vida, Jesús les avisa a los apóstoles que Él se va a marchar pronto, y que llorarán por su pérdida, pero que después reirán. Es decir, que esas primeras lágrimas de desesperación por la pérdida del ser querido, por la fe fundamentada en la resurrección, se transforman en lágrimas incontenibles de júbilo y alegría. Y es que no será la primera vez que empezamos llorando y terminamos riendo sin apenas transición. Si no que se lo digan a los niños, que son nuestros mayores artistas espontáneos de lágrimas.
No nos olvidemos que ya llega el final de curso, y que como todos los años, hay un grupo de alumnos que van a terminan su periplo académico y vital en nuestro colegio. De alguna manera nos ocurre a nosotros como a los apóstoles, pues tenemos sentimientos muy profundos que terminan por aflorar en nuestros ojos. Y entonces las lágrimas nos saben saladas como el mar, tal vez porque contienen un poco del mar que hemos de surcar, inmenso e inabarcable.
Nuestros alumnos de 4º de ESO, con los que hemos vivido tanto a lo largo de estos años, deben zarpar y cruzar ese amplio y luminoso mar. No tengáis miedo, estáis bien preparados para surcar los mares. Sacad buen partido al viento favorable, al viento del Espíritu, al viento de La Provi que lleváis muy dentro, y vuestras vidas serán una gran aventura.
Tal vez para despediros, más que palabras y palabras, lo mejor sea soltar alguna furtiva lágrima con la que poder expresar todo aquello que no sabemos decir de otra manera. Por hoy podemos hacer como aquellos santos de antaño y tengamos que tomarnos cierta licencia para llorar. Que llore el que quiera y todo lo que quiera, y tal vez en una misma lágrima maravillosa podamos aliviar la pena y dar rienda suelta a la risa.
Igual que Jesucristo en la fiesta de la Ascensión se separa de ellos, pero sin dejarles del todo, porque permanece presente en la comunidad de creyentes que es la Iglesia, en su palabra, en los sacramentos, en los necesitados o en nuestro interior; así tampoco nosotros no nos terminamos de separarnos del todo. Tened por seguro que aquí seguiremos para cuando fuere necesario. Y veréis lo que sentís cuando volvéis por aquí, vuestro cole, vuestra casa, vuestra familia Provi.