INSUFICIENTE
En el ámbito educativo de este blog de pastoral escolar, una de las palabras que nos vemos obligados a emplear con cierta frecuencia los profesores es la consabida calificación de "insuficiente", aunque en relación con el resto de calificaciones mucho más positivas: "suficiente", "bien", notable" o "sobresaliente", a las que también pueden aspirar nuestros alumnos que desean superarse. No conviene olvidar tampoco que los profesores también debemos ser avaluados y hasta autoevaluarnos, para saber desempeñar mejor la hermosa y exigente tarea que tenemos encomendada.
Hoy pudiera parecer que las cosas están cambiando mucho en educación, ya que con esta nueva manera de evaluar competencialmente, y como los docentes no deberíamos frustrar nunca emocionalmente al alumno, sino tratar de evitar a toda costa que se sigan incrementando las enormes cifras de fracaso y abandono escolar, pues vamos a valorar sobremanera cualquier cosa que hagan, evitando el esfuerzo y el estudio propio del que quiere aprender. Por tanto, no va a ser demasiado difícil alcanzar el deseado "suficiente", independientemente del resultado logrado en el aprendizaje por parte de alumno. Sin embargo, e independientemente de la ley educativa que nos sea impuesta, el buen profesional de la enseñanza siempre va a intentar animar al alumnos a que se esfuerce y se ganen esa calificación que reconoce su trabajo. Porque ni padres, ni alumnos, ni profesores quieren una mediocridad considerada por algunos como "suficiente".
Pues la dinámica evangélica que nos propone Jesús en el evangelio de este domingo séptimo es diametralmente opuesta a esta manera de evaluar como siempre suficiente. Y realmente Jesucristo nos pide algo casi imposible: "Habéis oído que se dijo 'Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo'. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen...". ¿Pero es esto posible? ¿Es acertado? ¿Es humano? Pues precisamente tal vez esta fórmula sería la única que nos permitiría ser verdaderamente humanos, recíprocos, hermanos.
Estamos viendo, miremos por donde miremos, desencuentros, enemistades, conflictos, violencia y guerras. Menganito no se habla con Futanito "por quítame allá esa pajas". ¿De verdad que no somos capaces de ir más allá? ¿De verdad no podemos llegar a solucionar aquello que tanto nos separa? ¿De verdad es inevitable la confrontación? Convendría detenerse a planteárnoslo bien en serio y buscar las mejores opciones.
Pero ¿cómo vamos a tratar de llegar a amar incluso a nuestros enemigos cuando ni siquiera somos capaces de llevarnos suficientemente bien con aquellos a los que queremos? Otra forma de amar es urgente. Otra manera de entender las relaciones entre unos y otros es necesaria. ¿Hemos escuchado algo del mensaje que Jesús nos viene repitiendo desde hace dos mil años? ¿Qué enemigo? ¿Por qué es o le considero mi enemigo? ¿Acaso estamos condenados a mirar al otro como lo mira el señor Putin (o otros tantos de su calaña que en el mundo han sido) o podemos asemejar nuestra mirada a la que Jesús nos propone?
Pues el evangelio no se anda con medias tintas, nuestra manera de amar exclusivamente a los que nos tratan bien es INSUFICIENTE. Por ahí nuestro recorrido va a ser muy, pero que muy corto, pues hasta los pérfidos son capaces de ello. Aspiremos a un amor hacia los demás que anula las barreras, que incluye a unos y a otros; un amor tan total que integra y supera diferencias y perdona ofensas; un amor real que donde unos siguen viendo solo a un enemigo, podamos ver a otro ser humano necesitado y vulnerable, a un semejante, a un hijo de Dios, a un hermano.
Pues sí, hoy te toca a ti autoevaluarte a ti mismo en calidad de amor. ¿Eres capaz de amar con ese amor que Cristo nos pide o te conformas con un suficiente mondo y lirondo? ¿Se puede ser pacato en el amor? ¿Y si la vida no fuera más que una escuela en la que aprender a amar absolutamente?
Felicidades por las reflexiones tan buenas que haces cada semana.
ResponderEliminarEn este Domingo se nos da lo mejor del evangelio y quizá también lo más difícil. Pero esa es la novedad cristiana, se nos pide la valentía de amar sin cálculos, sin límites, sin barreras... Porque la medida de Jesús es el amor sin medida.
Muchas gracias, A. Villena, así es, Cristo nos pone el listón muy alto, pero qué belleza tiene tratar de superarnos en esto tan necesario del amor.
ResponderEliminar