DEPENDE
Muchos alumnos (y no solo alumnos), cuando se les pregunta sobre una cuestión compleja, suelen recurrir muy prudentemente a la consabida expresión "depende". Pero, aunque creen que con ello ya está zanjada la pregunta inicial de la que creían haberse salvado ya, les suelo pedir que expliquen cuáles son esas dependencias. Sí, es verdad, todo depende de tantas y tantas cosas; pero saber las causas e influencias de los fenómenos y de las acciones es ir profundizando en la comprensión de la complejidad de los problemas, es aprender a analizar detenidamente las cuestiones, y por tanto, se hace muy conveniente y hasta obligado en cualquier situación aprendizaje, al margen de la ley educativa que en ese momento tengamos.
Y así, dependiendo de la disposición del sujeto que observa y piensa la realidad, podremos descubrir unas apreciaciones u otras. Por poner un ejemplo, ante el mar batiendo contra la costa, unos verán la lucha de contrarios, otros, sin embargo descubrirán una armonía no tanto en los contrarios, sino en los complementarios. Habrá otros que intuirán que por fin están en un momento fascinante para conseguir la gran fotografía que buscaban, frente a otros que lamentarán no haberse puesto el traje de neopreno y la tabla de surf. Sí, todo depende de quién seamos, de en quién nos hayamos ido convirtiendo.
Y de eso nos hablan las lecturas de este domingo VI de tiempo ordinario, de lo que hacemos o dejamos de hacer con nuestra libertad, es decir, del uso que le damos, que decidimos darle. Y tal vez la propuesta no es que hagamos una fotografía o surf, sino que nos hagamos con los otros contrarios en lucha o complementarios en una complementariedad cómplice. Efectivamente depende de esa disposición interior, que es el fundamento de nuestra libertad, y nuestro comportamiento será de una manera u otra.
Y es que hacerse libre, tal y como Dios ha querido y quiere que seamos, requiere mucha conciencia y continuas decisiones. Requiere ejercitarse en la praxis de la libertad vivida con los demás. Requiere un lentísimo aprendizaje que incluso de los propios errores aprende, para no solo ir descubriendo el propio camino, sino también la auténtica identidad y el compromiso en el camino común.
La libertad es como un precipicio donde uno descubre todas las posibilidades, además de unas vistas deslumbrantes, pero del que hay que ir descendiendo con cautela, pasito a pasito, tratando de no perder el rumbo a la vez que se disfruta de lo concreto y variado que vas descubriendo durante la bajada. Conócete a ti mismo, decían los antiguos, y además trata de ser tú mismo, buscando la verdad y la autenticidad en aquello que protagonices. Vive con coherencia entre lo que deseas, lo que piensas y lo que realmente luego vas construyendo y compartiendo en la vida. Y si te equivocas, rectifica a tiempo y destiempo.
Seguramente en lo profundo de ti hallarás una voz que te llama al amor; es la voz que te habita y te permite descubrir y diferenciar entre el bien y el mal sin que dependa de lo que te digan las ideologías vigentes o los influencers de turno. Esa voz íntima que estas capacitado para escuchar y seguir es la ley del amor que Dios puso en ti para facilitarte tu libertad de persona. Puedes oírla o desoírla. Sé enteramente libre para ello, pues tan solo depende de ti. Y trata de ser consecuente.
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