DAR EN EL CLAVO
Puede parecer fácil, pero dar en el clavo, acertar de lleno, no está al alcance de cualquiera así de buenas a primeras; requiere su tiento y su esfuerzo, su puntería, pero también el tiempo que lleva a dominar toda una técnica.
No digamos ya si no se trata solo de tirar un dardo o una flecha, sino de acertar con la decisión más adecuada. Esto requiere al menos cierta pericia, atrevimiento, cálculo, previsión y prudencia, además de contar con la suerte a tu favor.
Pero la vida no es un mero juego, y esto de ganar y perder no está siempre tan diferenciado. Puede incluso haber veces que se gana más perdiendo o que lo que parecía una clara victoria, resulta en realidad una derrota. De eso trata la poco conocida novelita de Graham Greene titulada El que pierde gana. Sí, porque solo el factor tiempo termina por dar mayor nitidez a los aciertos o errores cometidos. Lo bueno es que en numerosas ocasiones se puede empezar de nuevo, como si de una partida de dardos se tratara, y contáramos con nuevas tiradas.
Lo primero que habrá que intentar es tener los ojos muy abiertos y la visión muy despejada del objetivo o diana. Para ello, y siguiendo las lecturas propuestas por la liturgia de este domingo XXVII, en el libro de la Sabiduría se nos advierte que a pesar de todas las apariencias, preferir la prudencia y la sabiduría a las riquezas, no es necedad, sino acierto pleno. Pero aún, siendo así ¿Quién hace caso hoy ya al libro de la Sabiduría? ¿Acaso la Sabiduría cotiza en bolsa o en los mercados de opinión? Sin embargo, aunque las multitudes acudan raudas tras el dinero, y hasta pierdan la cabeza por acumularlos, lo verdaderamente valioso, el acierto pleno es el aprendizaje de la Sabiduría.
Las riquezas terminan por atrapar y anquilosar el corazón de los ricos, que solo ya viven para seguir sumando más sus cuentas bancarias en paraísos fiscales. Todo lo sacrifican para aumentar el caudal de su egoísmo, y sin embargo, por contra qué poco necesita el no pone su riqueza en las posesiones de bienes, sino que acierta a poner su confianza en el amor de Dios. Por eso el salmista exclama "Sácianos de tu misericordia, y toda nuestra vida será alegría y júbilo", porque esa sí es suficiente abundancia de bien, y gracias a la misericordia del Padre cantan nuestros corazones.
"¡Qué difícil les es entrar en el Reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero!" nos avisa Jesús en el evangelio de este domingo. Efectivamente, el mundo ha dado muchas vueltas, ha llovido mucho desde entonces, pero su enseñanza no ha perdido ni un ápice de validez. Estamos advertidos, de igual manera que el joven rico, aunque quería, no supo acertar con su opción, nosotros, en pleno siglo XXI, seguimos poniendo nuestra seguridad en aquello que no la da, que sabemos que no la da, pero que no logramos dejar atrás.
Y es que para seguir a Jesús se hace necesario desprenderse de lo accesorio, de lo superficial, y atreverse a ser libre de verdad, esto es, buscar y amar la Sabiduría por encima de cualquier otra cosa. Esto requiere desprendimiento, renuncia, pero también valentía y capacidad de renacer. Al final, hay que decidirse, lanzar el dardo al aire con los ojos del corazón apuntando a lo mejor: el Reino de Dios que su Hijo nos trae y anuncia. Inténtalo, te juegas tu vida y tu más verdadera felicidad. No está tanto en el dardo que tú seas, sino en elegir la diana de la Sabiduría. Es a esa a la que has de apuntar.
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