AL REVÉS
Tantas y tantas veces parece que estamos cortados por el mismo patrón, es decir, lo vemos todo muy condicionados por lo que nos han dicho o hemos creído que era de un determinado modo, eliminando toda posibilidad a cualquier otra manera de entender y explicar la realidad. Nos obcecamos en una reducidísima forma de contemplar cualquier cuestión, y terminamos incluso por aferrarnos desesperadamente a lo que ya sabemos y no nos permitimos abrirnos a otras diferentes maneras de entender, sentir y pensar. ¿Dónde queda la duda o el propio autocuestionamiento? ¿Dónde queda la libertad en definitiva? Que todo sea como uno se ha forjado ya la idea de antemano; y mucho cuidado con el que ose suscitar un modo de entenderlo distinto al mío. A ver si desde pequeñitos nos hemos ido convirtiendo en unos cabezones de tomo y lomo o en unos pequeños (o grandes) intolerantes.
Dicen que de sabios es reconocer los propios errores. No sé si será de sabios, pero al menos parece una manera razonable de permitirse seguir aprendiendo, y además, muestra la humildad al admitir que la ignorancia es aún mucho más grande que el conocimiento alcanzado. "Solo sé que no sé nada" que proclamaba Sócrates, hombre al que le reconocemos tanto su talla humana como sus ganas de conocer de modo radical la escurridiza verdad. Tan solo el que reconoce la cortedad de su saber, se hace capaz de alcanzar conocimientos sorprendentes e inesperados.
Pues tal vez las cosas no son exactamente como conocemos, como nos hemos figurado, como nos han contado o simplemente como nos gustarían que fuesen. Pero así es, y puede resultarnos verdaderamente desconcertarte, aunque muy sano reconocerlo y admitirlo. La realidad siempre lleva razón y termina por imponerse. ¿Aún no te has percatado de ello?
Qué bueno resulta poder aprender del evangelio. Hoy concluye ya este año litúrgico, con esta fiesta de Jesucristo, Rey del universo, para dar paso al tiempo de Adviento. Nos coloca ante el final de la vida de Jesús, que compadece ante Pilato. Frente a frente, el que ostenta el poder de la Roma imperial y el que es entregado como reo por haber afrontado sin tergiversación lo que es el ser humano y lo que debería ser a la luz del amor de Dios. Nuestra verdad, frente a la verdad interesada y parcial de aquellos que sirven a otros señores terrenales, pero no al Señor que hizo el cielo y la tierra y cuanto contienen.
Sabemos bien que a lo largo de la historia, y en la actualidad no nos quedamos atrás, los poderosos han hecho lo posible para distinguirse del resto de los mortales, en el oropel y en el fasto, así como en la más descarada y vergonzosa opulencia. Se sirven de ellos, pero no les sirven. Con Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, es al revés, todo lo pone al revés (los últimos serán los primeros) y el reo es el verdadero rey, el vencedor de lo que tan solo Él ha sido capaz de vencer: el mal y la muerte.
Insuperable escena en que ambos, Pilato y Jesucristo, son protagonistas que comparten la misma condición humana, el mismo tiempo y el mismo espacio (el pretorio); que se miran y conversan, aunque no como iguales. Sin embargo, hay una inmensa distancia, el que tiene el poder terrenal, incluso sobre la vida y la muerte, es incapaz de salvar al inocente, casi ni se molesta, el vale con guardar las apariencias. Pilato cree que sabe, se tiene por audaz, pero no está dispuesto a abrirse a un conocimiento profundo. Solo es un político, sujeto a fines prácticos, los suyos. El supuestamente todopoderoso Pilato, por carecer, carece hasta de la más mínima moral a la que ajustarse; actúa como un dios sin serlo y es incapaz de reconocer al que tiene delante de sí. Está obligado a complacer a los que pueden desestabilizar su posición privilegiada. Y nunca va a asumir ese riesgo.
Por otra parte, el que compadece ante Pilato, desposeído de todo poder y dignidad, el que va a ser juzgado sin misericordia y condenado sin piedad, es el que ha venido a juzgar y perdonar al género humano. El que muere entregando su vida, es el rey humilde y auténtico que salva a su pueblo venciendo en la cruz al pecado, al individualismo de tantos Pilatos que solo miran por su propia conveniencia, y también a la muerte, para darnos vida con su Resurrección. "Tú lo has dicho, soy rey. Para esto he nacido y para esto he venido al mundo", sí para enseñarnos a ver todo al revés, no al modo usual de los hombres, sino en su verdad más luminosa y transcendente.
Ecce Homo. He aquí el hombre, y el Dios hecho hombre, y único al rey vencedor, el alfa y la omega, el Señor del universo, el camino, la verdad y la Vida. En su Reino todos somos igualmente dignos, hijos de Dios y hermanos. Es el Reino definitivo y restaurado por Dios. El mundo al revés e inconcebible, pero paradójicamente cierto, pues no hay otra forma de ejercer el poder que sirviendo. Ojalá nosotros sí veamos lo que Pilato no supo ni sospechar ni reconocer ni admitir: la realeza rotunda de Jesús.
No hay comentarios:
Publicar un comentario