sábado, 6 de septiembre de 2025

Suena la sirena

SUENA LA SIRENA


Lo queramos o no, ya toca despertar del sueño vacacional, aunque el tiempo se nos haya pasado volando. A unos nos costará más, a otros menos, pero a todos nos va tocando regresar a los lugares de residencia habitual, a los horarios que el día a día nos va imponiendo entre múltiples ocupaciones y obligaciones.

Ciertamente se hace duro volver a escuchar el sonido estridente de las sirenas y los despertadores, que ya nos convocan a la actividad. Cuesta lo suyo dejar atrás el sonido del remanso del arroyo, el rumor repetitivo y adormecedor de la las olas perdiendo su ímpetu en la orilla de la playa o el canto alegre de los pájaros y los grillos. Se acabaron de pronto las largas jornadas calurosas de luz recia y las noches bajo un cielo hermosamente igualable de estrellas, que invita a trasnochar y seguir soñando despiertos. Nos pasa todos los años desde que el mundo es mundo, o al menos desde que somos capaces de recordar: llega septiembre y con él el comienzo del cole. Ahora lo llaman depresión postvacacional, y a todos en distinto grado nos afecta. Cuando se termina un periodo, empieza otro que puede ser tan bueno o más que el anterior; esto en gran medida dependerá de lo cómo estemos dispuestos a vivirlo y a aprovecharlo.

Aunque tal vez no sea tan difícil encontrar algún remedio para tan extendido mal. Por ejemplo, nos puede ser posible alegrarnos por todo lo vivido durante el verano, por haber disfrutado y descansado tanto como se ha podido. Unos aprovecharon para viajar, otros para poder devorar libros, otros para reunirse con familiares o amigos a los que el resto del año difícilmente se les puede ver con calma, y hay quien pudo disponer de un tiempo no acotado por el despertador, para dar rienda suelta al sueño mañanero.

Otro motivo por el que podamos asumir este regreso a las aulas bien puede ser también que nos vamos a reencontrar con los amigos y compañeros, que lo que ahora tenemos por delante tampoco es tan terrible. En nuestro caso cuando suenan las sirenas es tan sólo o para marcar el comienzo de las clases o el recreo, o para indicarnos su conclusión, y no como está ocurriendo en otras zonas del mundo, en las que el sonido de las sirenas anuncia un nuevo ataque de efectos devastadores impredecibles. Eso sí que es terrible.

El comienzo de un nuevo curso en realidad debería ser muy motivador, porque es una gran aventura que se inicia, una fase nueva en nuestro aprendizaje académico y experiencial, un seguir avanzando juntos, tratando de crecer todos en madurez y humanidad. Con esa actitud hemos de comenzar: aprovechar lo que se nos ofrece y dar gracias por ello. Ojalá este nuevo curso 2025/26 estemos a la altura del reto que tenemos por delante, para poder dar lo mejor de nosotros mismos, tanto como profesores y como alumnos. Pongamos nuestras capacidades, nuestro interés, esfuerzo y motivación, para dejar transformarnos y transformar nuestro centro escolar en una comunidad de aprendizaje, en la que todos nos implicamos, colaboramos y nos ayudamos porque nos sentimos miembros de una gran familia.

A esto precisamente nos llaman las lecturas de este XXIII domingo del tiempo ordinario, a salir de nuestras comodidades y autorreferencias exclusivas para buscar siempre la voluntad de Dios; a no perdernos en un horizonte reducido de intereses propios, sino a tratar de hacer un camino común en el que todos tratamos de convivir concordes como verdaderos hermanos y discípulos de Jesús, el maestro del amor. Ampliemos la mirada y veamos ante nosotros un curso en el que todo esto, que Dios quiere, es posible, y tratemos de llevarlo a cabo con esperanza, fe y caridad, porque para ello todos nosotros memos de sentirnos peregrinos de esperanza. Y se ha de notar en lo que hacemos que verdaderamente lo somos.

¡Que Santa María de la Providencia, nuestra querida Madre, nos acompañe y ayude en este curso que ahora empezamos!

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