EN CONFIANZA
Antaño tuvo cierto éxito entre la gente de la llamada movida madrileña una canción titulada "Malos tiempos para la lírica" cantada por un grupo denominado Golpes Bajos. Posiblemente haya habido algún tiempo halagüeño para la lírica. Pero seamos realistas, más bien, la mayor parte en el largo devenir de la historia, los tiempos no han sido favorables para la lírica. Seguramente tampoco para la paz, pues nos empeñamos en que lo más valioso pase rápido, y así seguir añorando ese tiempo idílico, más que aprender a mantenerlo por años sin término. No será necedad del todo, por tanto, afirmar que los seres humanos parecemos unos insensatos recalcitrantes poco dispuestos a aprender.
Si es verdad que la paz y la seguridad son absolutamente beneficiosos para todos, salvo para los que sacan tajada del río revuelto, ¿por qué entonces dejamos que nos la arrebaten con tanta facilidad? ¿No podríamos hacer algo para no caer en ciertas manipulaciones que, poco a poco, nos van predisponiendo a unos contra otros? Bien pudiera parecer que al final estuviésemos condenados a vivir en perpetua desazón o en vilo todo el tiempo, dado que en cualquier momento se nos puede venir encima la adversidad. Si esto es así, vivir sería un prolongado sinvivir, y estos no son tampoco tiempos para vivir en confianza.
A lo peor, la vida ha de resultar siempre imprevisible, y debemos asumir seguir adelante con ese margen de incertidumbre manejable, en lugar de estar asustados y temerosos, a pesar de que tampoco sean estos buenos tiempos tampoco para ejercer tranquilamente el noble arte de ser humanos. Vengan buenas o malas, hemos de permanecer juntos, unidos y con una fe que mueva y conmueva montañas. Así y sólo así superaremos lo que se nos pueda venir encima, confiando en que la ayuda nos vendrá siempre del Señor.
Y de eso nos habla también estas lecturas del domingo XIX del tiempo ordinario. Moisés tendía los brazos en alto y la buena fortuna parecía acompañar a su pueblo. Fue necesario la ayuda de los suyos para que pudiera permanecer con los brazos alzados hacia Dios. Contemos siempre con su ayuda sutil, pues los logros no dependen en exclusiva de nuestro esfuerzo individual, también por supuesto, de la ayuda extra recibida de los demás y de lo alto, que no solo nunca están de más, sino que suele ser necesaria y decisiva.
En pleno año jubilar de la Esperanza, es preciso recordar que esta es radicalmente profética, Sólo esperando y confiando en ese Dios comprometido que nunca nos abandona podremos persistir, mantenernos firmes y constantes en la tarea encomendada a cada uno. Para atrevernos a ponernos manos a la obra en la transformación personal y comunitaria, hemos de mantener una firme esperanza confiada en lo que llevamos a cabo y en la consecución de los objetivos marcados. Sí, una y otra vez, con la misma constancia que la viuda del evangelio solicitaba justicia al juez injusto, contra viento y marea, incluso contra las evidencias. Creemos, actuamos y esperamos. La enseñanza tiene mucho de confiar en lo que aún cabe esperar. Si así lo hacemos, antes o después, el Dios todobondadoso permitirá que nuestro empeño no haya sido vano.
No renunciemos a las primeras de cambio ni a nuestras ilusiones ni nuestros sueños. El ser humano no debe rendirse a las primeras de cambio. Por el contrario, hagamos de los problemas y dificultades trampolines de transformación y mejora. Dios nunca va a dejar de escuchar nuestras peticiones y anhelos. Perseveremos, pues, en nuestra espera confiada, porque la perseverancia y la espera ya nos están permitiendo transformar nuestro corazón, impaciente y caprichoso, en uno sereno, que transciende su propio deseo personal, para dar espacio y cabida a las necesidades de todos los demás.
Los lectores asiduos de este blog saben que domingo a domingo nos disponemos a dejarnos iluminar por la palabra de Dios, porque esta es lámpara para nuestros pasos; es tierra fecunda en que vamos poco a poco germinando para tener vida en nosotros, profundas raíces, e incluso llegar a dar buenos frutos. Esta semana, en medio de la semana por la convivencia escolar, queremos que esa palabra, escuchada, aceptada, reflexionada y asumida, sea la que orienta y posibilita los retos de nuestro convivir como comunidad educativa. Y es que el evangelio y el Espíritu nos permiten ser verdaderamente una comunidad familiar en que todos los miembros nos cuidamos. Esa es la convivencia que perseguimos, la que propone Jesucristo: "Amaos unos a otros como yo os he amado". La escuela en donde se convive bien, permite que todos confiemos en los demás y aprendamos en confianza.
Todo nuestro apoyo, por tanto, a las causas de aquellos que cuidan a los demás, especialmente a los más vulnerables. Estamos, con la ilusión y el buen hacer de la familia Provi, en la carrera contra la leucemia. Y estamos muy cerca de las Hijas de Santa María de la Providencia, nuestras abuelitas misioneras, y de todos los cristianos misioneros que se desviven por transformar el mundo que tenemos en el mejor de los mundos. Sois un ejemplo admirable de compromiso y generosidad que la educación no puede permitirse pasar por alto. Os queremos y agradecemos toda vuestra entrega por el Evangelio. Sois las manos de Dios. ¡Gracias!

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