LIBRES, SANOS Y SALVOS
Verdaderamente conmovedor ¿no? Para nada podemos advertir que se le han subido los honores y reconocimientos que ha logrado. Más bien al contrario, se reconoce en deuda con otro ser humano que logró no solo sacarle de la pobreza material, sino al mismo tiempo le rescató de una vida ordinaria, meramente adaptada a las circunstancias, para transformarse y sacar lo que en verdad él era y llevaba dentro de sí. Le hizo capaz de confiar en sus capacidades y llegar a apostar por él. Descubrió su vocación y se propuso realizarla. Habían pasado muchos años, pero aún se consideraba un alumno agradecido del profesor D. Germain. Va a ser verdad entonces aquello de que detrás de un hombre excepcional, hay otro ser humano que ha realizado bien su labor.
Y tras este preámbulo, llegamos ante las lecturas que nos propone hoy el domingo XXVIII de tiempo ordinario, donde el primer ministro sirio, tras ser curado al seguir las instrucciones que le había dado el profeta Elíseo, regresa a reconocerle el favor obtenido: el restablecimiento de la salud, y por tanto, las posibilidades de gozar de la vida de nuevo. Junto a la salud, también Naamán manifiesta la fe en el mismo Dios de Israel, que también es nueva vida ampliada.
Además contemplamos a Jesús de Nazaret que en el evangelio de hoy se encuentra con un grupo de diez leprosos que le solicitan la curación. Al ser los diez sanados, solo uno de ellos deshace lo andado, vuelve sobre sus pasos, para manifestar su gratitud por la salud recobrada, frente al montón que una vez alcanzado lo que le habían pedido, siguen a lo suyo, olvidándose muy pronto del don gratuito concedido por gracia de Jesús. Seguramente que la distancia que habían recorrido desde que dejaron atrás a Jesús era ya mucha, y las fuerzas con que contaban los ya sanos eran aún escasas, o tal vez tenían una cita ineludible a la que no llegaban y debían apresurarse. El caso es que no volvieron. Quedaron, pues, curados de la lepra, pero no de la ingratitud que no debe ser tampoco un mal menor.
Muchas veces somos así nosotros, vamos con nuestra propia lepra, sin siquiera sospecharla, y seguimos encerrados en nuestras prisas, agobios e intereses personales, y por ello, es poco frecuente aquel ser humano que es capaz de encontrarse con el otro, ir a su paso, tratarle con afabilidad y atención, es decir, comportarse auténticamente como humano y con el agradecimiento debido por el mero hecho de que sea. En lugar de ello, la mayor parte de las veces, marchamos cabizbajos, poseídos por la pantalla del móvil, e incapaces de agradecer ni siquiera la vida o los servicios que nos prestan los demás. Inconscientes de todo lo que deberíamos agradecer y devolver a tantos que se desviven por nuestro bienestar.
Entonces, ¿cómo vamos a agradecer siquiera a Dios nuestra propia existencia? ¿Cómo vamos a acercarnos a Jesús salvo para pedir, exigir o quejarnos? Tal vez sea pedirnos demasiado, nosotros, a lo peor, no somos ni como el leproso que frente a los otros nueve se vuelve, ni como Albert Camus, que regresa por el camino del corazón a su pueblo y a su pasado, para honrar a su anciano profesor la bondad y la enseñanza que recibió de él. Y así nos va, seguiremos cargando con la lepra del egoísmo, o de la desafectación con los demás, en lugar de compartir con sencilla alegría lo que somos y nos debemos los unos a los otros. Sí, el evangelio nos vuelve a presentar la fiesta del amor, del amor desinteresado, el amor que Dios nos tiene como hijos amados y nosotros como hermanos. Es preciso regresar hasta Él y agradecerle todo cuanto somos, porque Él así lo ha querido.
Muchos y buenos conocimientos podemos aprender tanto en la familia como en el colegio, pero al menos en esta semana de la convivencia, que no se nos pase ni un sólo día aprender a ser agradecidos, a valorar y respetar a todos los compañeros, y hasta a implicarnos por el bien de los que en este momento preciso nos necesitan (Carrera por los niños enfermos de leucemia). Es este un aprendizaje esencial para ser seres excepcionales, personas que de verdad son para los demás motivo de alegría y orgullo. Así lograremos ser libres, sanos y salvos, que es eso de lo que se trata.
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