LA QUE SE AVECINA
Pues sí, quien más o quien menos, todos estamos preocupados de la que se nos avecina; lo mostremos o no, lo comentemos o no, la preocupación va por dentro. Sin ánimo de ser catastrofista, pero viendo cómo se están poniendo las cosas, y con la que nos está cayendo encima, el que más o el que menos ya no sabemos ni dónde meternos, dónde parapetarnos, dónde ponernos a salvo de la quema. Habrá quien optará por el consabido "sálvese quien pueda" mientras que otros permanecerán en el barco hasta el final, ocupados en tratar de salvar a cuantos más. ¡Qué gran diferencia entre los individualistas y aquellos que saben ser para los demás en toda circunstancia! Con estos últimos se puede contar siempre y da gloria estar a su lado aprendiendo a ser verdaderamente humanos.
Se acerca la celebración del día de la Virgen de La Divina Providencia, y por tanto la fiesta grande de nuestro colegio, que no solo lleva ese nombre, sino que, gracias a las Hijas de Santa María de la Providencia, nos consta que Ella nos cuida y guía en nuestro día a día escolar. Ya hemos iniciado de nuevo los preparativos y ya estamos un año más llenos de ilusión esperando que llegue el día. ¡Qué gran colegio y qué inmejorable advocación mariana la que bajo su protección nos acoge!
Entonces, a pesar de la que se nos avecina, logramos mantener la calma al saber que, por mucho que nos auguren desastres (cambio climático, guerras, carestías, pandemias, crisis de todo tipo...) nosotros contamos con nuestra Madre, nuestra protectora, y confiamos en la Divina Providencia que nunca nos ha abandonado ni lo va a hacer. Nos sentimos cuidados, seguros y amados como hijos y que, a pesar de los pesares, el amor de María y de Dios constituyen el mayor de los amparos y nuestra firmeza. Que, aunque nos la estén avecinando con saña, saldremos adelante también de la bendita mano de Santa María de la Providencia.
Pero no solo constatamos que se nos avecina lo peor, es que además al llegar al final del año litúrgico y cerrar el ciclo, en el propio evangelio se nos habla de fin de los tiempos, y de diversas catástrofes que vendrán; mas Jesús nos indica que no nos dejemos embaucar, que confiemos, porque pase lo que pase hemos de perseverar en el bien y seguir confiando. Y es que tal vez el presente, ese tiempo único en que transcurre la existencia, tiene mucho de pasado que se acaba y que está dando paso a un futuro. Es en el ahora en el que todo acaba y surge de nuevo. ¿A qué temer entonces el futuro? ¿A qué angustiarse por la que se avecina? ¿No será lo mejor abandonarse a ese amor providente de Dios mientras seguimos apostando por el Reino? Levántate, aspiremos a los mejores valores, por los que sabemos que merecen la pena. Lo que se avecina es solo el decorado en el que se forjan y afloran los héroes, no los apocados.
Sí, seremos ilusos y utópicos, tendremos fe y pasión por los hombres, pues reconocemos que en medio de la tormenta ya se va gestando la calma; que el mal no tiene -ni puede tener, ni va a tener- la palabra definitiva. Que aunque se esté avecinando lo terrible, también estamos bregando para que se avecine un mundo más hermoso y mejor. ¿En qué lado te posicionas? ¿Nos quedamos en el lamento inútil o esperamos a ese Dios que se hará hombre una vez más para mostrarnos lo que puede llegar a ser toda una historia de salvación? ¿Qué te dice el corazón? ¿Puedes escuchar su relincho o vas a dejar que se extinga el tiempo y toda esperanza?
EL FUTURO DESEADO ESTÁ PRESENTE YA EN NUESTRO AHORA
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