EL MOMENTO DE LA VERDAD
Tarde o temprano a todos nos llega el momento de la verdad, en el que nos quedamos sin adornos ni florituras, sin excusas posibles ni subterfugios, el momento en que no podemos hacernos a nosotros mismos ni trampas ni cartón. Ese momento transcendental en el que lo que uno haga o deje de hacer mostrará indefectiblemente quién es y lo que lleva en el corazón, bien a un posible auditorio, bien a uno mismo.
En el libro del extraordinario escritor Stefan Zweig titulado Momentos estelares de la humanidad, se nos habla de que en la vida de toda persona hay ciertos momentos, en los que su historia podía haber sido otra muy distinta, pero finalmente en ese momento clave se produce un giro decisivo que posibilita que el porvenir transcurra por unos derroteros determinados, aunque bien hubiesen podido ser otros muy distintos. Parece que hay momentos y circunstancias aparentemente normales, pero que terminan configurando el curso de la vida de una manera extraordinariamente singular. Tal vez esos momentos no solo se produzcan en ocasiones especiales, sino que abundan más de lo que pudiéramos pensar y, bien de manera activa o pasiva, lo que posteriormente ocurre se va fraguando en lo más cotidiano y anodino. Porque nunca se llegará a intuir las posibles repercusiones que alcanzarán los actos del ahora en el futuro próximo.
Y es que el tiempo no se detiene, ni se puede detener, e incluso conociendo los grandes avances de la ciencia, es bastante probable que tampoco se podrá detener jamás técnicamente el tiempo, ni el personal, ni el de la sociedad, que prosigue su paso sin pausa. Así, hace unos cuantos días nosotros comenzábamos la Cuaresma, y ya estamos iniciando la Semana Santa. Por lo que es oportuno preguntarse: ¿Qué has hecho con todo este tiempo? ¿Qué renovación o avances espirituales se han ido produciendo en ti durante esta Cuaresma que concluimos? ¿Has conseguido ser más tú y mejor? ¿Has convertido tu tiempo en auténticos pequeños momento de la verdad?
Y en este avanzar en el tiempo, hoy le llega a Jesús de Nazaret el momento de la verdad. Él es muy consciente de ello. Sabe lo que le espera y accede a consumar su entrega. Bien podía haber eludido ese final y no haber asumido su momento de la verdad, en que el amor inmenso hacia los seres humanos le lleva a sacrificarse por ellos. Pero asume plenamente su identidad mesiánica y su cometido: se sabe el Siervo sufriente que anunció el profeta Isaías.
Entra en Jerusalén subido a una humilde burrita y es reconocido y aclamado como el Mesías esperado. A cualquiera se nos habría subido ese éxito de multitudes. Pero Él ya había pasado por esa tentación del poder y del reconocimiento, y no había caído en ella. En Cristo se cumplen las Escrituras, y Él, a su vez, las da cumplimiento en su propia persona y con su propia vida. Viene como Dios que se desposee a sí mismo para salvarnos a nosotros.
En estos días el misterio de la redención vuelve a producirse. Dios hecho hombre es víctima de los hombres. El que es el Amor padece y perece a manos de los que aún no han aprendido a amar. Y desde entonces, además de en Jesús, cuántas veces se ha vuelto a producir esta injustificable violencia ciega contra tantas personas que han resultado ser víctimas inocentes de la crueldad de los que se hacen a toda costa con el poder. Pero Jesucristo asume su condición, su dolor, su injusticia y su sufrimiento; pasa por el desamparo y lo transciende. En Cristo son vencidos de una vez para siempre el mal y la muerte. Él resucita y comparte con nosotros esa Vida que brota del Amor que mana de su costado. Su entrega nos ha salvado. Si también tú te desposees a ti mismo, con él, de todo poder, y dejas que en ti triunfe su amor y su perdón, y serás salvo.
¿Puede haber un momento más decisivo en la Historia que la pasión de Dios? ¿No es este el momento de la verdad de Dios y del hombre? ¿No es este el momento también de tu verdad? ¿Cómo vivir estos días al margen completamente de lo que está otra vez ocurriendo?
Que estos días de intensa vida religiosa que recorren nuestras iglesias y nuestras calles, sean también momentos decisivos en la verdad de tus búsquedas y de tu fe. Únete a Cristo en su pasión y en su resurrección y convertirás tu tiempo en el momento de la verdad. ¡Qué pena si te quedaras frío y al margen de lo que va a ocurrir en estos días, porque el momento decisivo ya llega! ¿No vas a optar por amar y dejarte amar por el que es el Amos y la Vida? ¿Si Él se da, no vas a darte tú con Él? Aprendamos a amar con Él.
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