TRANSPARENCIA
Qué bueno sería saber admirar todo según es, sin contaminación, sin distinción, sin retoques ni engaños. La realidad al natural. Sin embargo, no parece que los humanos estemos demasiado empeñados en descubrir ese mundo de la realidad en su completa verdad desnuda. Nos buscamos toda clase de subterfugios para huir de la verdad monda y lironda, de la verdad sencilla, de la cruda y real verdad sin más. Más bien queremos que la realidad amolde a nuestro gusto y parecer, y si no lo hace la rechazamos. La verdad nos desagrada, nos aburre, nos escandaliza y hasta nos puede llegar parece sospechosa.
Acostumbramos a vivir en la apariencia, en el ruido distorsionador, en la prisa apresurada que impide sopesar los hechos, cuando no en la manipulación y en la tergiversación interesada. Es como si mirásemos lo real con una cámara cuyo objetivo estuviese sucio y desenfocado, y aún así nos pareciese que lo que falla en realidad es problema del objeto a retratar, pero no nuestra lente. Y lo peor es que ni nos importa esta intolerancia a lo puramente real sin más. Ya decían que mientras nos den pan y circo, todos contentos. Preferimos con frecuencia la evasión y el engaño, la sosfisticación y el oropel, en lugar de la inmersión en la realidad tal cual es.
Con frecuencia anhelamos los parajes con aguas tranquilas y cristalinas, tal vez porque nos evocan justo aquello de lo que más carecemos: la calma y el bienestar conseguidos al ser y estar en lugar adecuados, donde uno debe estar y permanecer. Idealizamos paisajes opuestos a aquellos que nos hemos construido para habitar y que en realidad reconocemos inhumanos e inhóspitos. Es difícil que el hombre pueda encontrarse a sí mismo en estos enjambres de ruido y agitación en los que no queda tiempo para nada, apenas lo mínimo para un somero descanso, pues lo que importa es hacer y hacer, en lugar de solo ser.
En la primera lectura de este décimo domingo de tiempo ordinario (B) escuchamos al Creador dirigiéndose a Adán: "¿Dónde estás?". Adán, consciente ya de su transgresión, elude el encuentro cordial, amigable, confiado y transparente con Dios. Bien podemos también sentirnos los destinatarios de esa misma pregunta que Dios ¿Dónde nos hemos situados? ¿Somos constructores de Edén aquí en la tierra? ¿Podemos tildar de transparente nuestra relación con el Creador, con la creación y con nuestros semejantes o más bien tratamos de evitarla?
En la segunda carta de San Pablo a los corintios se nos exhorta a fijar nuestra atención en lo que no se ve, es decir, a tratar de descubrir esa realidad que si nuestra mirada se queda en lo material, en lo caduco y pasajero, sino en la verdad esencial que solo puede llegar a descubrir patente la mirada transparente de la fe y del amor. En Cristo y por Él sí es posible transformar esa mirada espiritual.
En el evangelio según San Marcos también nos puede ayudar e revisar esa relación transparente con Dios. ¿Somos nosotros de los suspicaces que tanto en su mirada como en su juicio no llegan a reconocer limpiamente la verdadera identidad de Jesucristo? ¿Aquellos que veían doblez y maldad en el poder con el que actuaba Jesús o los que reconocen que Él es el Hijo? ¿Qué puede interferir en nuestra manera de reconocer quién es en verdad?
Solo los que logran ESCUCHAR de manera atenta, sincera y cristalina su palabra y tratan de cumplir en su vida la voluntad de Dios, podrán tener que ver con Él, llegar a ser incluso de la propia familia de Jesús. Al final, esta palabra que Jesús pronuncia es esclarecedora de lo que cada uno lleva dentro: permite que las aguas de nuestro ser se sosieguen y vayan sedimentando cualquier impureza. Llegar a tener una mirada y un corazón transparente y nítido para ver y escuchar a ese Dios que nos llama a reconstruir ese Edén fraterno en que todos podamos confiar los unos en los otros con total transparencia.
Va concluyendo el curso escolar 2023/24. Mucho habría que revisar y ponderar. Aquí solo vamos a apuntar que se aproximan las vacaciones, y por tanto, podremos disponer de más tiempo para aventurarse en esa aventura de reestablecer la relación transparente con ese Señor que te habita. Puede que desees hacer múltiples cosas, ir a muchos sitios y disfrutar de todo lo que puedas, pero ¿Y si además tratas de buscar esa voluntad de Dios en tu vida? ¿Vas a poder dedicar algún tiempo al recogimiento interior en es que la presencia de Dios se hace transparente? ¡Inténtalo!