sábado, 8 de junio de 2024

Transparencia

TRANSPARENCIA


Qué bueno sería saber admirar todo según es, sin contaminación, sin distinción, sin retoques ni engaños. La realidad al natural. Sin embargo, no parece que los humanos estemos demasiado empeñados en descubrir ese mundo de la realidad en su completa verdad desnuda. Nos buscamos toda clase de subterfugios para huir de la verdad monda y lironda, de la verdad sencilla, de la cruda y real verdad sin más. Más bien queremos que la realidad amolde a nuestro gusto y parecer, y si no lo hace la rechazamos. La verdad nos desagrada, nos aburre, nos escandaliza y hasta nos puede llegar parece sospechosa.

Acostumbramos a vivir en la apariencia, en el ruido distorsionador, en la prisa apresurada que impide sopesar los hechos, cuando no en la manipulación y en la tergiversación interesada. Es como si mirásemos lo real con una cámara cuyo objetivo estuviese sucio y desenfocado, y aún así nos pareciese que lo que falla en realidad es problema del objeto a retratar, pero no nuestra lente. Y lo peor es que ni nos importa esta intolerancia a lo puramente real sin más. Ya decían que mientras nos den pan y circo, todos contentos. Preferimos con frecuencia la evasión y el engaño, la sosfisticación y el oropel, en lugar de la inmersión en la realidad tal cual es.

Con frecuencia anhelamos los parajes con aguas tranquilas y cristalinas, tal vez porque nos evocan justo aquello de lo que más carecemos: la calma y el bienestar conseguidos al ser y estar en lugar adecuados, donde uno debe estar y permanecer. Idealizamos paisajes opuestos a aquellos que nos hemos construido para habitar y que en realidad reconocemos inhumanos e inhóspitos. Es difícil que el hombre pueda encontrarse a sí mismo en estos enjambres de ruido y agitación en los que no queda tiempo para nada, apenas lo mínimo para un somero descanso, pues lo que importa es hacer y hacer, en lugar de solo ser.   

En la primera lectura de este décimo domingo de tiempo ordinario (B) escuchamos al Creador dirigiéndose a Adán: "¿Dónde estás?". Adán, consciente ya de su transgresión, elude el encuentro cordial, amigable, confiado y transparente con Dios. Bien podemos también sentirnos los destinatarios de esa misma pregunta que Dios ¿Dónde nos hemos situados? ¿Somos constructores de Edén aquí en la tierra? ¿Podemos tildar de transparente nuestra relación con el Creador, con la creación y con nuestros semejantes o más bien tratamos de evitarla?

En la segunda carta de San Pablo a los corintios se nos exhorta a fijar nuestra atención en lo que no se ve, es decir, a tratar de descubrir esa realidad que si nuestra mirada se queda en lo material, en lo caduco y pasajero, sino en la verdad esencial que solo puede llegar a descubrir patente la mirada transparente de la fe y del amor. En Cristo y por Él sí es posible transformar esa mirada espiritual.

En el evangelio según San Marcos también nos puede ayudar e revisar esa relación transparente con Dios. ¿Somos nosotros de los suspicaces que tanto en su mirada como en su juicio no llegan a reconocer limpiamente la verdadera identidad de Jesucristo? ¿Aquellos que veían doblez y maldad en el poder con el que actuaba Jesús o los que reconocen que Él es el Hijo? ¿Qué puede interferir en nuestra manera de reconocer quién es en verdad?

Solo los que logran ESCUCHAR de manera atenta, sincera y cristalina su palabra y tratan de cumplir en su vida la voluntad de Dios, podrán tener que ver con Él, llegar a ser incluso de la propia familia de Jesús. Al final, esta palabra que Jesús pronuncia es esclarecedora de lo que cada uno lleva dentro: permite que las aguas de nuestro ser se sosieguen y vayan sedimentando cualquier impureza. Llegar a tener una mirada y un corazón transparente y nítido para ver y escuchar a ese Dios que nos llama a reconstruir ese Edén fraterno en que todos podamos confiar los unos en los otros con total transparencia.

Va concluyendo el curso escolar 2023/24. Mucho habría que revisar y ponderar. Aquí solo vamos a apuntar que se aproximan las vacaciones, y por tanto, podremos disponer de más tiempo para aventurarse en esa aventura de reestablecer la relación transparente con ese Señor que te habita. Puede que desees hacer múltiples cosas, ir a muchos sitios y disfrutar de todo lo que puedas, pero ¿Y si además tratas de buscar esa voluntad de Dios en tu vida? ¿Vas a poder dedicar algún tiempo al recogimiento interior en es que la presencia de Dios se hace transparente? ¡Inténtalo!   


sábado, 1 de junio de 2024

A mesa puesta

 A MESA PUESTA




No debería ser difícil elogiar las cualidades de aquellas personas insignes con las que nos relacionamos. Tampoco debería resultar infrecuente encontrarnos con personas con esa manera excepcional de afrontar su propia existencia y compartirla con los demás. Ojalá sepamos reconocer la excelencia de las personas sencillas y amables, pues aunque estas cualidades, en principio, están al alcance de cualquiera, no parece que sea demasiado frecuente hallar tantos seres humanos que se empeñen en ejercerlas.

Dice la sabiduría popular que "quien tiene un amigo, un tesoro". Todos estaremos de acuerdo en que no puede ser más cierto el aserto, y si el susodicho amigo es de veras, y sabe estar cercano en la distancia, asequible en cualquier tesitura, y dispuesto a compartir y acompañar mientras dure el recorrido vital, entonces es que ese amigo vale más que el oro. A lo dicho podríamos añadir además que el que tiene un verdadero amigo, lo tiene para siempre. Consérvalo.

Entre estos amigos y personas excepcionales, tan dignas de ser elogiadas, una práctica común sería el ser acogedores e incluso el llegar a compartir la vida. Pero es que además, casi desde que el mundo es mundo (y creo que no fue precisamente ayer), es costumbre reconocida el ser hospitalarios y buenos anfitriones. Tanto el que invita como el invitado, deben sentirse distinguidos, el primero por poder acoger a quién se reconoce como distinguido, y el segundo por tener la deferencia de ser invitado, valorado y cuidado de tan generosa manera.

Aunque también se nos pueda venir a la memoria aquel artículo costumbrista de nuestro Mariano José de Larra en que, más que sentirse agasajado por el castellano viejo, hacerle sentir a gusto al invitado, más bien le incomoda, lo habitual es que cuando nos invitan a la mesa, todo esté cuidado para que disfrutemos tanto de las suculentas viandas, como de la conversación y la compañía. La intención de los anfitriones suele ser que uno se encuentre a las mil maravillas en ese tiempo compartido. Por ello, si en alguna ocasión semejante te ves, aprovecha el momento y también haz que el que te invitó se sienta reconfortado por haberte recibido y agasajado en su propio hogar, no vaya a ser que el castellano viejo termines siendo tú.

Este domingo celebramos la solemnidad del Corpus Christi, que aunque tradicionalmente se venía celebrando en jueves, se ha trasladado al domingo para facilitarnos la participación. Pues justamente es es este el significado de esta solemnidad litúrgica: nos han invitado al banquete de los amigos del Amigo. Ni en los más altas aspiraciones podíamos esperar a tanto: es Dios quien nos convida a su hogar y nos prepara con cariño la mesa. Allí acudimos como en su día los discípulos a celebrar la pascua, no solo la pascua judía, sino la pascua en que es Cristo el que se nos ofrece. Él nos transforma el pan y el vino es su Cuerpo y su Sangre. Nos alimenta consigo, para que nosotros también nos transformemos en Aquel que comemos.

Qué excelente oportunidad poder sentarse a la mesa con amigos, estrechar lazos de amistad y fraternidad, compartir tierno pan y selecto vino, el mismo que probaron en aquella memorada ocasión los amigos de Jesús, y poder sellar así ese pacto de vinculación vinculante con el Resucitado. Nada nos podrá separar del amor de Dios que compartimos. Pase lo que pase, vengan tiempos de bonanza como de prueba, este alimento que compartimos en la eucaristía nos vuelve invencibles en la fragilidad. Cristo, tú haces nuestro alimento. Nada puede ya faltarnos si tú nos sustentas. 

¡Qué necedad sería declinar esta invitación! ¡Qué craso error cometeríamos si no acudiésemos a su fiesta! Es Dios mismo el que se ha humanizado para compartir mesa con nosotros. ¡Cómo para perdérselo! ¿Acaso vas a rechazar al mejor de los amigos posibles? Revisa en tu agenda, y si no tienes hueco, házselo. Ven al banquete, no te quedes fuera. Todo está ya dispuesto, vas a mesa puesta y a ser tratado como amigo de Dios.