sábado, 9 de marzo de 2024

Por la cara

POR LA CARA


Cualquiera lo sabe; cualquiera sabe aquello de que si algo es por la cara, entonces merece la pena y es bien acogido. Pues si nada nos ha costado recibirlo, y por tanto, como la ley del mínimo esfuerzo es casi ley sagrada, allá que vamos todos a apuntarnos con premura. Que los agricultores regalan sus productos, allá que vamos. Que los ganaderos se han vuelto locos y protestan dándonos botellas de leche, allá que vamos a toda prisa. Que hay un ser felizmente enajenado que reparte billetes como si no hubiese mañana, pues si puede ser allí estamos los primeros. ¡Qué bien cuando nos invitan! ¡Qué bien cuando nos lo encontramos todo hecho! ¡Qué alegres y encantadores que nos volvemos! Y es que eso de todo por la cara, se nos da de maravilla y no hacemos ascos.

Aun así, cuando nos dan algo por la cara, lo normal es aceptarlo, valorarlo y agradecerlo. Si recibimos un regalo, de alguna manera nos sentimos obligados a corresponder, y de esa manera reconocer el aprecio y cariño que sentimos a la persona que, a través de esos detalles, ha tratado de hacernos sentir bien. Esto, que sería lo normal, tal vez cada vez pueda no ser tan frecuente como pudiese presuponer, pues hay muchas personas que se nos regalan día a día a través de sus muchos afanes, sin ser nunca correspondidos, sino más bien ignorados, minusvalorados y hasta rechazados. Y esto es así porque, aunque es muy hermoso ser generoso y detallista, también es muy común que predomine en los seres humanos un sentimiento egoísta, donde exigimos a los demás mucho más de lo que nos exigimos a nosotros mismos para con los ellos. Vamos, que esto de ser para los demás es bastante más fácil decirlo que aplicárnoslo. 

Quizás hemos visto demasiados actos interesados, y por ello, hemos aprendido a dar por bueno el comportarse repitiendo el ejemplo dado, pero, qué duda cabe, que por cada acto egocéntrico, también hemos presenciado otros muchos ejemplos de sacrificio y entrega por nosotros. Entonces ¿por qué decidimos seguir los peores ejemplos en lugar de los mejores? Si solo imitamos esos comportamientos que de manera exclusiva miran por uno mismo, estaremos sentenciados a no mejorar nunca como especie. Y así se escribe y escribirá, la historia, de ingratitud en ingratitud y tiro porque me toca. 

La vida está para darla, para compartirla. El ser humano que aún no ha salido del duro cascarón del solipsismo absolutista, donde el único que importa es él, se ha malogrado por completo, pues ni ha sabido ni querido ni acertado a ser feliz, ya que no ha conseguido sentirse semejante a sus semejantes; no ha logrado establecer vínculos afectivos y ser hermano de los otros, y por tanto, tampoco ha acertado a corresponder a tanto que de tantos ha recibido.

En este sentido, leemos en el salmo 115 una pregunta que ya casi nadie se hace "¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?". Y es que tal vez ni siquiera somos conscientes de lo que de continuo hemos recibido y recibimos de Dios. Puede ser que, una vez que hemos optado por eliminar a Dios de nuestros prerrequisitos existenciales, nada le debemos y vamos sobraditos. Si así fuese, nada tendrá de extraño que tratemos de devorar toda la parte del pastel que nos sea posible, cuanto más mejor, y además, porque yo mismo me otorgo pleno derecho sobre mí, sobre todo y todos los demás. En lugar de corresponder a los que tanto debe, los tiraniza en perfecto cumplimiento de la única ley que respeta: tan solo importo yo y mi propio beneficio.

Y hoy, IV domingo de Cuaresma, en las lecturas se nos da cuenta de esa tendencia, para nada superada, de hacer de mi capa un sayo, convertirme en mi propio dios y empezar a dar la batalla a todo aquel que también se crea y vaya por la vida de dios, pues para diosecillo uno se basta y se sobra a sí mismo. Es decir, usamos la libertad para hacernos con todo, en lugar de validar el regalo del propio ser libre y vivir en modo gratuidad y gratitud para con Dios, para los otros y con el maravilloso mundo en el que podemos disfrutar y disfrutarnos en una preciosa entrega recíproca.

Al final es mera cuestión de amor. El que se da cuenta y agradece a Dios la vida, y la vida de la gracia lograda por ese Jesús que es elevado en la cruz por nosotros, ha descubierto la grandeza del amor recibido. Hoy estamos llamados a revisar si agradecemos de verdad la Vida del que se inmola por nosotros para sanarnos de la tragedia de vivir exclusivamente autorreferidos. Porque Cristo, con una radicalidad que no admite dudas, nos muestra que el amor auténtico es el que abre y da vida a los demás. Él se une a nosotros dándonos su propia Vida, su propio cuerpo, su propia sangre, su ser y su espíritu. Seamos ya de una vez criaturas nuevas. Dejémonos configurar por la gracia que recibimos de Él. Aprendamos a amar de esa manera, a sentir como Él, a mirar como Él, a acoger como Él, a aceptar como Él, a perdonarlo todo, a darnos y gastarnos como Él.

Es tiempo de Cuaresma, de cambio real, de camino, de transformación progresiva y esperanzada. Es María la que nos regala el grandísimo regalo del Hijo de Dios con nosotros. ¿Al menos lo vas a aceptar? ¿Estás dispuesto a rechazarlo? Pero cuidado, si se lo aceptas, todo puede empezar a cambiar, ya que comenzarás a vivir con otros parámetros muy diferentes: no vivirás aprovechándote por la cara, sino, bien al contrario, para darte por la cara.

CAMBIA, NO PORQUE SEA NECESARIO O CONVENIENTE, SINO POR PURA GRATITUD          


No hay comentarios:

Publicar un comentario