sábado, 21 de diciembre de 2024

A su debido tiempo

 A SU DEBIDO TIEMPO


El tiempo de espera no pasa en balde, sino que permite que se vayan cumpliendo poco a poco los plazos. Todo tiene su tiempo, lleva su tiempo. y es necesario que transcurra así, poco a poco y sin precipitaciones. A bien poco conduce la impaciencia. Espera, todo termina por llegar a su debido tiempo, por mucho que parezca retrasarse.

Lo que en el pasado era profecía, sueño, premonición, anuncio y anticipo, permitió resistir contra viento y marea y superar toda adversidad, termina por producirse finalmente. En lo profundo de la noche, cuando se ciernen las sombras en derredor, ni los miedos ni los desengaños, no deberían nunca lograr apagar esa llama incipiente capaz de disipar con su solo las más densas tinieblas. El alba ya anda en ciernes despuntando; se presiente. Unos mantienen el ánimo, otros se desesperan pensando que nunca llegará ese momento esperado.

Seguramente vivimos en tiempos de decepciones, donde el que más o el que menos lleva encima ya su porción de desengaño. Cabe preguntarse ¿Para qué seguir? ¿Qué es posible esperar? ¿No habrá que rendirse a la cruda realidad y dejarse de vanas expectativas? ¿Para qué seguir acumulando más derrotas?

Sin embargo, nuestro Lope de Vega, que en eso de vivir sabía lo suyo, afirma aquello de que "quién lo probó lo sabe". Aquél que ha mantenido la esperanza y el ánimo; aquel que no se ha dejado vencer por el desaliento; el que espera contra toda esperanza y no cae en la tentación del abandona, ese resulta invencible, siempre va a seguir apostando por aquello que ama. En esa misma línea también el escritor Vaclav Havel afirmaba que "la esperanza no es lo mismo que optimismo. No es la convicción de que algo saldrá bien, sino la certeza de que algo tiene sentido, independientemente de cómo resulte". Es decir, que cuando se cree firmemente en aquello que en verdad importa, se logra mantener viva la esperanza.

Pues entonces, si esto es así, precisamos más que nunca personas que esperan en que va a llegar ese Salvador para la humanidad, ese Dios todopoderoso que se nos vuelve todo misericordioso, pequeño, humanado, necesitado de cuidados, allí en un humilde pesebre que está en un establo a las afueras de una aldea pequeña aldea llamada Belén. ¡Qué discreción! Un Dios que se salta el protocolo y que no busca lujos, oropeles ni decorados suntuosos; un Dios extraordinario que con los brazos de su madre, la inexperta Virgen María y el callado José tiene más que suficiente. Ahí quiso nacer, entre animales y bajo unas estrellas que brillaban con más ganas que nunca, como si fuesen conscientes que la eternidad había entrado definitivamente en nuestro devenir temporal.

Se cumplió entonces y se cumplirá ahora, porque sigue naciendo para todos los hombre de buena voluntad, los que mantienen el candor de seguir apostando por ese Dios misterioso que prefiere pasar desapercibido, menos para aquellos que le aguardan sin dejarse llevar por los desengaños, esos que velan en la noche, apacientan el ganado, contemplan exultantes el mensaje admirable de los ángeles, que cantan y aclaman a ese pequeñín, Dios del universo que duerme entre pañales y contagia una paz sin igual.

¡Qué lastima más grande que no estuviéramos entre esos que no han perdido aún la ilusión! ¡Qué terrible si al Enmanuel tampoco le hiciésemos sitio en nuestra aldea, en nuestra posada, en nuestro portal, en nuestro hogar, en nuestras manos o en nuestros corazones, porque tenemos lleno y no hay sitio para Él!

El tiempo se cumplirá. María nos trae a su Hijo. Pero algunos, más pendientes de los adornos, el bullicio y nuestros quehaceres, a lo mejor ni siquiera nos enteraremos. Entonces la Navidad será solo un tiempo más en el calendario, un mero espejismo, pero no un momento de encontrarte y conectar con el Tiempo de Dios, Navidad, tiempo de plenitud y gozo.

Con la alegría de Isabel, que reconoce en su prima María a la fecunda llena de gracia, que todo nuestro ser reciba a la que llega con el que va a nacer en su interior. Es el Salvador que necesitamos, el que viene a enseñarnos a amar con el amor de Dios. Que hombre es lo más hermoso que se puede ser, porque el mismo Dios ha querido serlo, divinizando nuestra humilde condición. ¿Puede haber mayor hermosura que la de vivir intensamente la Navidad? Celebrémoslo y adoremos al Hijo de Dios que nos va a nacer.  









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