sábado, 1 de marzo de 2025

El verdadómetro

EL VERDADÓMETRO


"Ser o no ser" decía el personaje de Shakespeare cuyo nombre da título a su famosa tragedia. Y es que ese es el gran dilema al que hemos de enfrentarnos los humanos. No exclusivamente se trata de dilucidar si vivir o no vivir, sino también queremos interpretarlo referido a cómo vivir logrando ser nada más y nada menos que uno mismo. Puede parecer que poco a poco nos hemos acostumbrado a vivir bajo la sombra de la ausencia de la verdad, y así, nuestras vidas van transcurriendo a tientas, en un entorno más de apariciones fantasmagóricas, pero irreales. ¿Somos nosotros mismos también lo que deberíamos ser o meramente bocetos con tan solo una insustancial apariencia? ¿De dónde sacar (y cómo) esa identidad profunda que cada uno lleva consigo?

Son estos días anteriores a la Cuaresma, y por ello, estamos de lleno metidos en los vaivenes frenéticos del carnaval. Se abre, por tanto, el baile de máscaras, y cada uno puede fingir que es el que no es realmente. La máscara lo aguanta todo, lo oculta todo y lo permite también todo, porque ya no se puede distinguir quién es quién. Curioso desliz permitido previo a tener que vérselas con la cruda realidad de nuestra condición limitada, con la verdad tal cual es, monda y lironda. Aunque tal y como están hoy las cosas, bien podríamos llegar a pensar que el tiempo de fingimiento y evasión no se reduce solo al propio del carnaval, sino que la ocultación tras la máscara se extiende ya al año entero. Y ese es el peligro: asistir, sin más, complacidos a la ceremonia de la confusión. ¿O es que la verdad asoma ocasionalmente por parte alguna? ¡Qué pocos son los que aún buscan y detectan lo auténtico como forma radical de vida! ¿Cómo puede ser esto posible? ¿Es que el vivir engañado puede satisfacer a alguien?

Precisamos caer en la cuenta de que sólo la verdad nos hace libres, y que, por tanto, el engaño, tanto a uno mismo como a los otros, nos esclaviza por completo. Dejemos la farsa exclusivamente para la fiesta y el contexto del carnaval, sin llegar nunca a perder esa verdad existencial que el poeta nos invitaba a buscar conjuntamente: "Tu verdad, no, la verdad. Y ven conmigo a buscarla". Huyamos de la superficialidad y atrevámonos a descubrir quiénes somos quitándonos todas las capas de máscaras que nos hemos ido interponiendo para ocultarnos el propio rostro.

En este domingo VIII de tiempo ordinario la propuesta de las lecturas van por ahí: dejar remansarse las aguas y alcanzar la necesaria transparencia para ver el fondo, empezando por el propio, y después también el ajeno. El Sirácida o Eclesiástico nos invita a no juzgar sin haber escuchado antes, porque a través de las palabras se puede descubrir lo que anida en el corazón humano. Y es verdad que al sincero se le nota, y también al que miente se le coge rápido; aunque a veces no con las manos en la masa o con la palabra en los labios, sino cuando ya se ha salido con la suya mediante el engaño. ¡Ojalá tuviésemos un discreto aparatito o aplicación utilísima en el móvil para detectar al que falta a la verdad! Acaso sí  podemos llegar a tener ese excepcional detector de engaños con el que, tan solo aprendiendo a reconocer lo cierto frente a la vulgar e interesada mentira, parar a tiempo el tejemaneje de la farsa. Al mentiroso se le ha de reconocer, al menos en las distancias cortas. No nos dejemos embaucar por el primero de turno, no prestemos atención tan solo a lo aparente. Descendamos a lo que subyace bajo toda manifestación.

Pero no solo por las palabras salen a la luz aquellos que dicen la verdad de corazón o los que faltan a ella con total descaro. Sobre todo, es a través de los hechos como se demuestra el bien, la verdad y la bondad de la persona. Es Jesús el que nos indica que ahí está la prueba del algodón: por los frutos que confirman las palabras dichas. Nos dice que "El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa el corazón, habla la boca". Así, pues, empecemos por cuidar nuestro propio corazón, luego nuestras palabras y finalmente nuestras obras; que no hagan daño, ni discriminen ni ofendan, sino que ayuden, sirvan y promuevan la justicia y la misericordia del Reino de Dios.

También nos advierten del "punto ciego" o "ángulo muero" que podemos tener en nosotros mismos sin saberlo reconocer. Y es que hay una parte de nosotros que cuesta lo suyo afrontar, sanar y asumir, aunque es preciso aprender a conocernos a fondo para que la verdad sobre nosotros mismos pueda ser lo más completa posible; sin subterfugios, sin engaños y sin esos insospechados "ángulos muertos". Cuidado, pues, con ver la mota en el ojo ajeno y no la viga que tienes en el tuyo. ¿Te crees mejor? ¿Te consideras perfecto? Pues más bien nos queda a todos mucho trecho por hacer. Empieza a ver eso que no sabías de ti, aunque duela reconocerlo. Ese, y solo ese, es el camino del evangelio, el del desenmascaramiento progresivo, el del verdadómetro que debes empezar a aplicarte a ti antes de proyectarlo a la ligera sobre los demás.

Mucho ánimo, que según es asentada costumbre, tras el carnaval llega el tiempo del desierto que es la Cuaresma, donde toca hacer ese ímprobo trabajo de autotransformación y crecimiento. Empieza por ti, Dios te ayudará en la tarea.

1 comentario: