EN BUENAS MANOS
Pasito a pasito, sin demasiadas demoras, vamos recorriendo el camino del Adviento y aproximándonos a la insólita maravilla del encuentro con el Señor, que viene a nuestro mundo haciéndose hombre por todos nosotros. ¿Pero en verdad estamos recorriendo ese camino o tan solo dejando pasar el tiempo sin preparar absolutamente nada? ¿Aún no te estás preparando? Has podido decorar tu hogar con motivos navideños externos, pero ¿has ido incrementando la luz de las velas que semana a semana hemos ido encendiendo para iluminar también la tiniebla, espesa o tenue, que nos aleja del Dios humilde que nos va a nacer?
Lo fácil siempre es recurrir una buena excusa para poder justificar esa inercia pasiva que nos caracteriza a la hora de tomar cualquier iniciativa en lo espiritual. "Es que no he tenido tiempo" solemos aducir para no tener que asumir ninguna responsabilidad, pero es que venimos de un gran puente (Constitución e Inmaculada) en que algo sí nos habría dado tiempo a comenzar. ¿Qué nos bloquea entonces? ¿Necesitas un Adviento XXL?
Si te decides a "advientarte", podrás ir reconociendo que, frente a lo que pudiera parecer, se puede llegar a descubir que, pese a lo que pese y pase lo que pase, en realidad andamos en buenas manos, las manos de Dios, de la ternura de Dios, la entraña misericordiosa de este Dios que se conmueve ante la vulnerabilidad del hombre y la asume de manera incondicional. Tal vez sea imposible concebir un Dios que ame tanto y de tal manera: acompañando y sustentando siempre, pero siempre en segundo plano, con manos invisibles de madre. ¡Qué suerte, qué privilegio poder recorrer la vida con esa paz profunda que da la confianza en Dios.
El profeta Isaías, en la primera de las lecturas de este tercer domingo de Adviento, nos muestra como ilumina su corazón contemplar anticipadamente la belleza de lo que podemos esperar de ese Dios con nosotros, que se hace carne de nuestra carne, y viene a transformar lo árido en fértil, a concedernos una fuerza capaz de hacer asumir nuestra propia libertad, y cómo podemos ya entonar juntos himnos y poemas llenos de júbilo. Esa es la intervención esperada del Mesías que viene, y al que nos disponemos a recibir con ilusión esa venida esperada.
Y en el Evangelio Juan confirma a través de las pruebas de algunos testigos, pues el está en prisión, que se confirman las profecías mesiánicas: los ciegos ven, los enfermos sanan... Porque cuando llega el que tenía que venir, todo es posible: recuperar la esperanza, el ánimo, la ilusión, el cariño, la alegría, el amor gratuito y desinteresado, la confianza, la afabilidad, la reconciliación. Por Él, que irrumpe en nuestra realidad divinizándonos, somos sanados y recuperamos nuestra plena libertad; una libertad hecha para amar, sanar y abrazar a los hermanos.
Te aguardamos, Niño Dios, ven pronto a poner remedio a nuestro mundo herido. Tú eres la luz que resplandece; la sencillez sin pretensiones ni artificio en que recuperamos la autenticidad; Tú eres la paz que pacifica y unifica sin requerir de tratados ni rendiciones, sin vencedores ni vencidos; Tú eres la verdad buscada en lo más profundo de nuestra razón y nuestro corazón, la que colma y calma nuestro anhelo de sentido; Tú eres el amor de Dios que nos comprende, acepta y perdona; Tú eres la fuerza del débil, la justicia y la esperanza de los que no nos resignamos a un mundo deshumanizado, inhóspito e insolidario. Por ello, ansiamos ver ya tu rostro y sabernos de nuevo en buenas manos.
Encendamos otra vela más, la tercera, que nos permita ir distinguiendo el camino por el que el que es amor se nos aproxima. Avancemos en esta espera esperanzada. Dejémonos iluminar por el Dios hecho hombre que ya llega. Alégrate, confía, espera.
Muy buenas las reflexiones que hace cada semana.
ResponderEliminarEn la confianza de estar en buenas manos, seamos verdaderos instrumentos de amor, de paz y de concordia.
Feliz Adviento!