AL ALZAR LAS ALAS
Alrededor aletea ya la primavera. Todos podemos sentirlo y apreciarlo. En las proximidades a parques y jardines diversas flores compiten por mostrar su íntegra belleza y su original fragancia. Está brotando un tiempo nuevo cuajado de promesas y brotes.
Sabemos también de dónde venimos. Hemos atravesado tiempos áridos, donde se nos fueron al traste nuestras bien asentadas seguridades, y tuvimos que hacer de tripas corazón al vérnoslas cara a cara con la crudeza de la incertidumbre. Parece -aunque tal vez solo lo parece- que ya vamos saliendo de tanta zozobra, y al fondo parece que ya vislumbramos esa esperada luz del final del túnel. Ojalá se vayan disipando todas las congojas y tristezas con las que hemos tenido que convivir en los últimos tiempos.
La noche trae consigo el alba. La semilla aventura la cosecha. La crisálida testimonia que para llegar a lo mejor es preciso transformarse íntegramente desde lo más profundo del ser. ¿Pero quién le iba a decir a la oruga que desplegaría unas inmensas alas? ¿Le habría creído? Así como la muerte en cruz, contra todo lo previsible, conlleva la Vida en abundancia. Está bastante claro que la lógica de Dios no es nuestra lógica pacata de lo previsible. Ahora ya sí podemos afirmar que ninguna situación es irreversible, e que incluso, tras la oblación de Jesús, hasta la muerte tiene solución: LA RESURRECCIÓN.
Y tal vez cada uno de nosotros también tenga esa capacidad oculta y que ni siquiera somos capaces de sospechar ahora. Podríamos llegar a desarrollar un alba prometedor, una generosa cosecha, o acaso hasta unas ligeras alas. Que sea impensable no quiere decir que sea imposible. Estamos en tiempo pascual, de frutos de resurrección, y por ello no deberíamos desechar las inmensas posibilidades que nos abre la resurrección del Viviente.
Pero es preciso pasar por la transformación para lograr esas anheladas alas, puesto que en ninguna tienda, ni física ni virtual, vas a poder adquirirlas. No, como mucho podrás conseguir unas tristes alas aparentes de quita y pon, que nunca van a ser las tuyas. O te nacen o no hay nada que se pueda hacer para lograrlas. Y esa transformación requerida solo será posible con costosas renuncias. Solo la noche que renuncia a sus tinieblas amanece. Solo la semilla que rompe su cáscara posibilita su germen. Solo la oruga que renuncia a su protección urticante adquiere esas alas con las que poder alzar el vuelo. Pero la palabra renuncia resulta poco de nuestro agrado.
Por tanto nosotros ¿Nos vamos a atrever a posibilitar nuestras alas? ¿A qué vas a renunciar para ello? Tal vez no sirva solo con renunciar a lo superfluo y requiera una apuesta más arriesgada. Tal vez tengas que renunciar también a tu tiniebla, romper tu encorsetado cascarón y renunciar a tus seguridades protectoras. Salir a la intemperie. Soltar amarras ¿Seremos capaces de renunciar, aún sabiendo la Vida que nos espera?
Solo es superando las cadenas el ego -y esto es harto difícil- podrás alcanzar al amor transformador que origina la aparición de tus alas. A veces parece que estamos atrapados en los apegos a lo corriente, tan esclavizados en rutinas y en lo consabido, que nos va cercenando poco a poco ese ser que bien podría ser libre.
Empieza ya el mes de mayo, el mes de la Virgen María, y alrededor aletea ya la primavera. Por ello, aprovechemos y con María, nuestra Madre, que se entregó por entero a la voluntad de Dios, que no era más que vivir en la confianza absoluta de la ternura de Dios, bien podremos renunciar a todo aquello que no propicia nuestras alas. Como María, que supo ascender completamente a la torre de la humildad, y por ello asumir la aventura insospechada de ser la madre del Salvador, nosotros podremos empezar a soltar los lastres que nos alejan de Dios. Y cuando menos te lo esperes estarás agitando tus bellísimas alas en el aire y alzando ese libre vuelo para el que has nacido. No podrás creértelo, pero será verdad, ya que si empiezas ahora a dejarte transformar por la gracia del Resucitado, tarde o temprano podrás volar. Como María, que sea el amor de Dios el que haga brotar tus íntimas alas.
DEJÉMONOS TRANSFORMAR