sábado, 3 de diciembre de 2022

El cabreo del profeta

 EL CABREO DEL PROFETA


Se acercan épocas de grandes excesos. Los occidentales, al parecer movidos por ese espíritu navideño tan bien publicitado por las grandes marcas y cadenas comerciales, nos animan a hacer verdaderos dispendios y a cebarnos a base de bien. Seguramente sea por nuestro bien, para sobrellevar mejor las frías temperaturas invernales.

La verdad es que o no sabemos, o no queremos, o nos hemos acostumbrado ya a ese tipo sobrealimentación navideña. Nos pasamos todo el año haciéndo régimen para mantener la linea, o simplemente llevando una comedida dieta saludable, pero en llegando el final de año nos apetece darnos una buena tanda de atracones.

¿Y qué va a hacer uno si no cuando se reune con la familia, los amigos, los compañero del trabajo o los que en ese momento toque? Pues eso, jugar a la lotería y zampar y bridar sin comedimiento ni mesura. No nos tocará la primera, pero el despilfarro no nos lo quita nadie, y hacemos como si nos hubiese tocado y comienza la ingestión desproporcionada de calorías. Luego ya vendrá la cuesta de enero y de febrero --y hasta de la tira de meses más. según se está poniendo la vida-- para tratar de ponerse a dieta y hacer algo de ejercicio tratar de bajar las reservas adheridas. Tranquilos, que hasta la operación bikini queda aún mucho trecho.

Sin embargo, al más grande de los nacidos de mujer, el profeta Juan el Bautista, le da por hacer todo lo contrario que a nosotros (o tal vez a nosotros lo contrario que a él). Se pone su drástica piel de camello y ¡hala!, al desierto a alimentarse de bichitos y miel silvestre. Debe ser que esa rigurosa disciplina que sigue, de soledad extrema y absinencia de toda distracción, ayuda mucho a descubrir la presencia de Dios y a entender que nuestras formas de vivir actuales no están muy en consonancia con su voluntad. Parece ser que, haciendo un poco de silencio, uno alcanza a descubrir quién es, qué ha de hacer y qué palabras debe comunicar. Primero escuchar y escucharse, para luego saber lo que merece ser dicho. Pues uno vuelve completamente transformado de esa experiencia real de Dios en el desierto y convertido además en todo un profeta.

Como profeta, Juan, el primo de Jesús, habla con fuerza, anuncia y grita bien alto que ya llega ese renuevo del tronco de Jesé, ese brote vigoroso que inaugura de una vez para siempre el Reinado de Dios, donde se podrá restaurar la confianza y la paz, la justicia y la equidad, donde todos podremos al fin convivir en un entorno fraterno y de bendición.

Aquello que propuso el profeta Isaías no tiene por qué ser mero sueño utópico sino realidad palpable y contrastada. Ahora es ese tiempo anunciado de dar cumplimiento a la propuesta de reconciliación que Dios nos ofrece con Jesús, el Salvador. Aunque, como nos indica el profeta, hay mucho que allanar para que sea esto posible, porque a primera vista este mundo no está ni preparado ni dispuesto para ACOGERLE. Es esta la clave: desinstalarnos de nuestro modo de vida acelerado y superficial, individualista y centrado en exceso en lo material y volvámonos a lo sencillo y lo humilde, a lo compartido, a lo gratuito. Sí la Navidad es todavía posible.

Esto no parece difícil, pero lo debe ser, porque por eso se nos cabrea el profeta, que siendo un hombre de Dios como es, termina perdiendo la paciencia porque, al igual que los fariseos y saduceos, solo miramos por nosotros mismos y por las apariencias, y así ni que vengan del desierto a decirnos la verdad, ni que tengamos las Escrituras que profetizan esa venida del Señor, ni siquiera que el mismo Dios se haga hombre; nosotros seguiremos a lo nuestro, empecinados en mantener una sociedad lo menos humana posible, donde no haya ni un solo resquicio para Dios en nuestras vidas. Lo verdaderamente grave sería que tampoco nosotros nos cabrearamos con lo que a poco que miremos, vemos que está pasando.

Pues recuerda, generoso lector, que por el bautismo recibido, de agua, pero también de Espíritu y fuego, también tú estás también llamado a anunciar y construir ese hermoso Reino. O acaso se te ocurre un plan mejor que hacer. Levántate, ya llega y es tiempo de empezar a dar fruto. 



2 comentarios:

  1. No necesariamente «vendrá el Señor» precisamente el día 25 de diciembre.
    Desde aquella noche en el pesebre, hay un «Dios-con-nosotros», hay un Dios que forma parte de nuestra historia, de nuestros caminos, hay un Dios que vive mi vida conmigo, y que tiene como misión ayudarme a vivir una vida con sentido.
    El Señor está continuamente viniendo, saliendo a nuestro encuentro, en las mil situaciones de nuestra vida...

    Por eso es necesario encontrar un espacio y un tiempo para que cada uno vea lo que tiene que preparar
    para que el Señor pueda volver a pasar por nuestra vida, y quedarse en ella.
    Y será estupendo que esta Navidad sea «feliz» porque haya renacido algo/Alguien en nosotros.

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  2. Que encontremos ese tiempo y ese espacio, A. Villena. Muchísimas gracias y buen Adviento.

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