sábado, 4 de marzo de 2023

Intimidades

 INTIMIDADES


El ser humano es muy curioso. Y hemos de afirmar que la curiosidad es el motor del aprendizaje, ya que si tengo interés por conocer aquello que no sé --puesto que en esto consiste la curiosidad--, pondré atención para poder enterarme de aquello que suscita mi interés. Por lo cual bendita curiosidad si nos pone en movimiento para abandonar la ignorancia, y poder así avanzar en el conocimiento de nosotros, de los otros y de la realidad. Habría una curiosidad en el científico, una en el filósofo, otra en el bebé y en el niño, otra en el artista, en el lector... o tal vez la misma sana curiosidad que nos lleva a unos y a otros por derroteros diferentes pero más interconectados de lo que pudiera parecer.

Lo malo sería si esa curiosidad se limitara al cotilleo, a saber exclusivamente las intimidades de los demás para terminar juzgándoles desde la información que no debiera ser pública, sino privada, porque es íntima y solo le incumbe al protagonista y a aquellos a los que éste se lo quiera contar. Sin embargo, aunque siempre eso de proclamar las intimidades de los demás ha sido el tema predilecto de los rumores, hoy en día, desde los programas de cotilleo se ha institucionalizado el viejo oficio de difundir lo que no debiéramos contar de los demás. Por lo que el periodista que asume la tarea de cotillear, en lugar de informar, tal vez esté rebajando considerablemente su cometido, aunque con ello sacie la voraz hambre de indiscreciones del gran público. 

Con todo, habría que concluir esta digresión diciendo que habría una curiosidad sana y otra que no lo es tanto, dependiendo de si la finalidad es sólo enterarme de los detalles de la vida íntima de los demás, a los que claramente no he de tener acceso si el interesado no me desea hacer partícipe.

Pero está fuera de toda duda que conocer las intimidades de alguien nos facilita tener un mayor y más completo conocimiento de quién es, cómo es, qué hace y porqué. Siempre respetando el margen que nos puede conceder (o no) esa persona con su permiso. Es decir, si he de enterarme de algo íntimo de alguien, que siempre sea porque ese alguien me lo dice o me permite conocerlo, pero nunca por medio de terceros no autorizados a revelarlo, ya que a nadie tampoco le gusta que vayan de boca en boca sus secretos íntimos. ¿O no es así?

Pues en evangelio de hoy vemos a Jesús de Nazaret que justamente reúne a solo tres de sus discípulos y, tras acceder a una montaña muy elevada, se muestra tal y como es: verdadero hombre y verdadero Dios al mismo tiempo y completamente. A este momento singular se le conoce como la Transfiguración del Señor. Allí se escucha la voz del Padre que les dice a esos tres discípulos "Escuchadle". Jesús, al ver la turbación de Pedro, Santiago y Juan, les indica: "Levantaos. No tengáis miedo". Después al bajar ya de la montaña les pide que no cuenten nada de lo que han presenciado en ese momento de auténtica intimidad hasta que Él haya resucitado. Y al parecer fueron capaces de callar lo que debía ser callado.

Tal vez en esta Cuaresma también nosotros podamos acudir a esa elevada montaña y ver cómo Cristo se transfigura y podamos reconocer quién verdaderamente es. Tal vez esta vez también puedas incluso participar de esta invitación personal a contemplarle y escucharle como nos pide la voz sagrada. Tal vez si le escuchas y le contemplas como el Hijo de Dios, aquel que tiene palabras de vida eterna, y éstas entran en tu intimidad, también empieces tú a transfigurarte como ser humano espiritual, ese que es capaz de levantarse y no tener miedos. Pero para eso hay que ser capaz dejar la propia casa, la tierra conocida, la zona de confort en la que nos movemos poco o nada de donde ya estamos, e iniciar una nueva aventura, como la comenzó Abrahán tras haber escuchado en su interior la propuesta de Dios.

Pero para exponerse y adentrarse en lo incierto hay primero que atreverse a mirar de lleno en nuestras propias intimidades, que son las que nos interesan, en lugar de estar pendientes de las de los demás. A ver si como a Pedro, Santiago, Juan o Abrahán somos también llamados nosotros a vivir plenamente lo singular, pero ni siquiera nos percatamos porque estamos con los auriculares escuchando las intimidades nada ejemplares de la Shakira de turno. Tal vez si te despojas de auriculares y orejeras varias, reconozcas en ti la voz del Amigo íntimo que te dice:

LEVANTAOS. NO TENGÁIS MIEDO    

    


  

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