sábado, 6 de diciembre de 2025

Avisos varios

 AVISOS VARIOS


A nadie se le escapa que las palabras son un filón, un auténtico tesoro del que hay que valerse para poder realizar una existencia realmente humana. Si prescindimos de su riqueza, volveríamos en un corto plazo de tiempo a sumirnos en la barbarie. Por tanto, conviene hacer uso frecuente del diccionario, no sólo es útil, sino también se vuelve necesario para saber de lo que hablamos y poder entendernos mejor.

Es obligado ir primero a la fuente para llenarnos del significado fresco de los términos. Comencemos nuestro periplo semántico por la etimología de la palabra aviso, que no es otra que la expresión latina "ad visum", esto es, a la vista. Y es que estas lecturas del segundo domingo de Adviento tienen mucho de ponernos delante de la vista lo que se nos viene encima, lo que debe estar a la vista, lo que hemos de esperar; otra cosa muy distinta es que prefiramos no verlo y miremos al señuelo o a la distracción de turno. No sea porque no nos vienen avisando.

Y ya iniciado este tour por las palabras, tras la etimología vayamos a las diferentes acepciones, para así poder aclararnos y ampliar todas las posibilidades de la palabra protagonista de esta humilde entrada. La RAE nos ofrece hasta siete posibles concreciones del significado de la palabra aviso: señal, indicio, precaución, cuidado, prudencia, discreción, etc. Es por esto que en nuestra lengua afirmamos que el que avisa no es traidor, pues si anticipadamente nos está indicando lo que puede pasar, y nosotros podemos ir tomando medidas para que no nos pille de sorpresa o con el pie cambiado. El que avisa no es que no sea traidor, es que es buena gente y amiga, salvo que el aviso sea infundado para engañarnos y atemorizarnos, pues de estos también los hay.

En los orígenes del periodismo se dice que fueron apareciendo cartas de aviso, en las que se informaba de lo que había ocurrido en otros lugares, y así, el lector u oyente de ellas podía estar al corriente de lo que sucedía. Mucho antes, en los momentos anteriores e iniciales de nuestra era, aparecieron los profetas, que se anticipaban a lo que iba a pasar. No eran adivinos, sino personas inspiradas para anunciar lo que el Señor quería que su pueblo escuchase, a pesar que esta vocación que asumían no les trajese más que sinsabores. Por el bien del pueblo debían estar al corriente y así poder evitar lo que, sin el aviso oportuno que ellos daban, hubiese sido inevitable.

En este tiempo de Adviento los avisos no están tampoco de más si queremos tenerlos en cuenta. Por avisar que no quede. En realidad no es un aviso de la llegada de un tiempo aciago, sino todo lo contrario, la mejor de las noticias: la llegada del mesías. San Juan Bautista, desde el corazón del desierto, ataviado con piel de camello, no deja lugar a dudas. Es un hombre de Dios, con aspecto y forma de hablar de profeta. En él no hay engaño, pues no viene a hablar de sí mismo, sino de Aquel tan esperado al que no se considera digno de llevarle las sandalias. Ya llega -es tiempo de gracia-, viene a cumplir su misión como Salvador, y por lo tanto que hay que prepararse debidamente. Nos reclama que demos el fruto que pide la conversión, pues el Reino de Dios está muy cerca, es inminente, y ahora se cumplen al fin las Escrituras y el momento no admite demora.

Estamos en sobre aviso: la venida esperada del que va a hacer posible el cambio absoluto de la historia, el triunfo definitivo del bien, ya va a ocurrir. ¿Sabremos tomar nota y preparar ese camino al Señor que llega? Los peregrinos de esperanza que hemos sido todo este año ¿lograremos mantener esa esperanza transformadora? Empecemos por cambiar nosotros y ser así agentes luminosos y convincentes de esta transformación del hombre y de la humanidad. Este mundo tiene solución; los males que nos acechan no van a ser definitivos y los malvados serán derribados. Sí, por fin será posible la Justicia y la Verdad, pues el Dios que nos va a nacer, el Dios humilde nos trae una vida nueva que se recibe por el bautismo de fuego que Él nos trae.

Facilitemos su llegada: frente a la soberbia la humildad; frente a la riqueza y el lujo, la pobreza y la belleza del Niño Dios en el portal; frente a las discordias, los intereses mezquinos de los poderosos, la paz del Señor en el sentir común; frente al egoísmo individualista y al materialismo rampante, la entrega, el cuidado, la ternura, la comprensión, la caridad y la fraternidad.

Un nuevo mundo se inicia con el nacimiento de nuevo del Salvador, si es que además cada uno de nosotros está dispuesto a nacer de nuevo. No se nos pide más: estar atentos, estar avisados y empezar a transformarnos tal y como nos piden insistentemente Isaías, San Pablo y el Bautista. Que Dios esté presente en cada uno de nosotros, en nuestro trato con los demás y en nuestro vivir. Si así hacemos, no habremos dejado caer en saco rotos tantos y tan buenos avisos, y será verdaderamente Navidad.