Blog de la Pastoral del Colegio Santa Mª de la Providencia
sábado, 6 de diciembre de 2025
Avisos varios
sábado, 29 de noviembre de 2025
Llegarán
LLEGARÁN
sábado, 22 de noviembre de 2025
Sin trampa ni cartón
SIN TRAMPA NI CARTÓN
Decir que en esta vida todo parece un perfecto decorado es quedarse muy corto. Ya Calderón de la Barca tituló a uno de sus auto sacramentales con el elocuente nombre de El gran teatro del mundo. Y es que la realidad parece más una trama ficticia que cualquier otra cosa. Todo es pose, apariencia y ocultación frenética e interesada de la verdad. Los unos y los otros, y cada cual en su medida, se afana no por dejar manifiesta la verdad objetiva, sino por maquillarla o esconderla tras de múltiples caretas.
Es conocida la expresión acuñada recientemente de posverdad; con ella nos referimos a esa distorsión deliberada de los hechos objetivos, suplantándolos con posturas emotivistas, para que sin reflexión alguna las personas se posicionen y caigan fácilmente en la manipulación y en la polarización. Por lo que si antaño pocos se esforzaban en ese afán meritorio de esclarecer la verdad, en este turbio presente, dominado por las pantallas más que por las bibliotecas, y por la información rápida y sesgada en lugar del conocimiento logrado a fuego lento, la verdad se encuentra aún más sola que nunca.
Eso de exponerse con luz y taquígrafos ante lo que sin trampa ni cartón quede manifiesto lo que sólo somos, debe de ser muy doloroso, pues el común de los mortales huye despavorido antes de someterse a ese necesario autodescubrimiento. ¿Acaso no consistía en eso el famoso oráculo délfico? Pues parece que hoy vale cualquier cosa con tal de evitar ese sabio y prudente consejo de conócete a ti mismo. Pues si fallamos en reconocer nuestra propia verdad, ninguna verdad del mundo y de los demás vamos a poder alcanzar, y todo seguirá siendo farsa y decorado, máscara y caverna.
Y ante este drama humano de dar "la espantá" a la realidad nos ponen las lecturas en el final del ciclo litúrgico que hemos venido celebrando. Muy seguros de sí mismos, bien instalados en sus puestos, unos y otros pasan ante el Dios crucificado entre malhechores para exigirle entre burlas que sea un Dios a la medida de su mentalidad, que si Jesucristo es quien dice ser, en lugar de salvar a otros, se salve a sí mismo. Pero se impone la verdad de quien Él es. En la cruz, bien clarito y en tres idiomas, se lee que es el rey de los judíos. Pero es un rey cuyo poder real y divino le viene del amor oblativo. No viene a salvarse a sí mismo, sino a salvarnos de ese egoísmo cerril que nos esclaviza y destruye. Justamente pendiendo del madero, desnudo, desfigurado y desposeído, nos muestra brutalmente la verdad de Dios, que no se salva a sí mismo, sino a aquellos que libremente se confían a Él. Le piden que demuestre mediante el alarde de librarse del tormento que él es el mesías, y lo demuestra, con la aceptación y la renuncia a su identidad mediante la traición que le solicitan.
Abrirse a la verdad espeluznante y conmovedora de siervo sufriente que entrega la vida sin reservarse absolutamente nada, es la única manera de entender el triunfo inaudito al que estamos asistiendo. Ese es Dios verdadero no según nuestras concepciones, sino sin tapujos, el Cristo, Rey del Universo que vence el mal y la muerte en el abandono de los hombres, aunque esté muriendo por todos ellos. Y sin embargo, el buen ladrón, que sí sabe reconocer al Dios que comparte su misma suerte, se encomienda a Él mientras el otro sigue burlándose de este Dios humilde y crucificado. Y Jesús le promete compartir igualmente su suerte.
En definitiva, nadie se salva a sí mismo, como nadie se hace a sí mismo, todos nos necesitamos y todos hemos de ser salvados por otros y por el Dios encarnado. Esta es una de las verdades que este gran teatro del mundo virtual va a tratar de impedirte que descubras. Trata de ser contigo y para ti es lo que le exigían entre burlas a Jesucristo en el suplicio los mismos que le habían conducido hasta allí; pero es justamente al contrario: el que ama no mira tanto por sí como por los amados. En la cruz Jesucristo nos salva y nos hace hermanos, por mucho que esta sociedad trate de olvidarlo echando capas de superficialidad sucesivas y distracciones.
Este Cristo es la verdad radiante que no queremos ver ni asumir. En el supuesto fracaso estaba la verdadera victoria. En el Humillado el Salvador. En el que pierde su vida por Él y por el Evangelio, el que en realidad la gana ya para siempre. Es la gran lección que este mundo no está dispuesta a aceptar, porque los poderosos de entonces no son demasiado diferentes a los de ahora: sólo miran por ellos, los demás no les importan. Es la mentalidad vigente de salvarse exclusivamente a uno mismo a costa de los demás, pero de la que los creyentes deberíamos contar con suficientes anticuerpos para no caer en esas pseudo verdades que ofrece el sistema. No, la lógica del amor es la que asegura y posibilita que salga a la luz la más honda del saberse todavía humanos: el que se vence a sí mismo es el único capaz de vencer al mundo con la ayuda de Jesucristo, el Rey del Universo, autor de la vida y la gracia.
sábado, 15 de noviembre de 2025
En caída
EN CAÍDA
No hace falta estar demasiado al tanto para, a estas alturas del año, haberse ido dando cuenta que las horas de luz han disminuido considerablemente, que el día nos cunde aún menos, y que hasta las hojas caídas alfombran nuestras calles, plazas y parques. Es el otoño con su peculiar colorido, hermoso, pero ciertamente poco animoso. La naturaleza nos está expresando algo que no suele gustar recordar: el declive. Caen las hojas de los árboles despojándoles de su belleza, e igualmente van cayendo las últimas hojas del calendario. Todo llega a su fin, todo, antes o después encuentra su punto de maduración, al que sigue su tiempo de caída.
Aunque traten de evitarlo a toda costa, también a los que ostentaron el poder con toda la serie de artimañas, les llega el momento en que terminan por precipitarse. Caen de sus pedestales aquellos que se habían subido a sí mismos por encima de los demás mortales. Ellos se endiosaron, pero ahora la realidad termina por instalarlos en el sitio que les corresponde, y como se suele decir: más dura será la caída.
En la economía también suceden esas épocas de crecimiento y otras en que se acabaron los beneficios. Los llaman ciclos económicos a aquello que nuestros antepasados denominaban periodos de abundancia y escasez, las vacas gordas y las vacas flacas. En los mercados se especula, suben de golpe las cotizaciones bursátiles, pero llega el momento del desplome, y todo retorna a su cauce natural. Por tanto, no ha de sorprendernos demasiado esas oscilaciones, esos momentos de auge, que sin duda traerán otros posteriores de declive. A las personas nos ocurre lo mismo que a los imperios, pues los humanos no estamos inmunizados contra el declive.
Y es que el año litúrgico está llegando también a su fin y eso se nota en todo, también en las lecturas que nos propone este domingo XXXIII, jornada mundial de los pobres. El profeta Malaquías es tajante en su anuncio: llega el día en que en el horno serán quemados aquellos que vivieron como si no hubiera mañana, como si sus delitos fueran a quedar inmunes, como si lo propio del ser humano fura el cainismo. Los que practicaron la injusticia y sumieron a los demás en la pobreza caerán sin remedio, frente a los que por sus buenas obras les llegará la bonanza del amor consolador de Dios. Cada uno de nosotros está a tiempo de situarse o a un lado o a otro de la balanza.
Hay que comportarse con rectitud, mirando el bien por todos, tal y como trató de hacer el apóstol Pablo cuando se encontró como uno más en la comunidad de Tesalónica. Practiquemos la fraternidad, trabajando y luchando por el bien de la comunidad, no por el miedo al castigo de esos días en que vendrá el Señor a regir los pueblos con rectitud, sino por el compromiso que se adquiere al creer en Jesús: practicar el bien, la justicia y la misericordia. ¿Puede haber dedicación más hermosa?
Ante este panorama de final de los tiempos que se nos avecina, se nos pide conservar la calma, la confianza y la esperanza. Sabemos de quién nos hemos fiado, del Dios amoroso que nunca va a abandonarnos. Todo sucederá cuando tenga que suceder, y habrá una gran caída, pues parece haber ya señales premonitorias del hombre como artífice activo de la destrucción de la paz y la equidad. Sin embargo, los justos deben seguir firmes en la práctica de la concordia y la justicia. Mientras llega o no llega esa caída precipitada, seamos artesanos de ese humanismo cristiano que cree y restaura al ser humano, pues pasará este tiempo, se caerá piedra sobre piedra del grandioso templo construido por manos humanas, pero de su palabra ni una sola letra perderá validez.
Es nuestra misión: dar testimonio de que el ser humano puede cambiar, dejarse hacer por Dios para atender a los hermanos, en especial a los más necesitados. Quien lleva a Jesucristo en su vida y obra en consecuencia conforme a la voluntad de Dios amando a los hombres, está anunciando un modo nuevo de ser hombre. En tiempos de caída también se puede atisbar que no todo acabará de manera lamentable, sino que el final, tanto de la historia personal como de la historia de las civilizaciones que no supieron convivir, no va a ser más que un principio, pues Dios es un Dios de vida que no acaba.
sábado, 8 de noviembre de 2025
Desde dentro
DESDE DENTRO
viernes, 31 de octubre de 2025
Renovar la esperanza
RENOVAR LA ESPERAZA
sábado, 25 de octubre de 2025
Con otra perspectiva
CON OTRA PERSPECTIVA
Que vivimos en una sociedad donde impera la imagen sobre el juicio, a nadie se le escapa. Para bien o para mal, en la actualidad esto es así. De hecho parece que nos estamos libremente autoesclavizando bajo este yugo de las pantallas en lugar abrirnos a la conquista de las ideas. Pues si dejamos que un día tras otro el foco de nuestro interés esté centrado exclusivamente en lo insustancial que a menudo nos muestran, poco a poco y sin remedio nos iremos convirtiendo más en auténticos mentecatos que en hombres y mujeres ilustrados y libres. El exceso de virtualidad, junto a la falta de análisis de la realidad, puede ser el triste diagnóstico más extendido en nuestros días.
No estaría demasiado desencaminado comparar el tiempo que pasan nuestros adolescentes o jóvenes frente a la información audiovisual, en lugar ocuparlo frente a un libro que presente ideas o pensamientos elaborados. Si ya a través de las redes nos da su versión prefabricada el influencer de turno, nos evitará tener que pensar por nosotros mismos. Pudiera parecer que esto de tratar de reflexionar de manera personal fuese una tarea inhumana, cuando, por el contrario, es una de las ocupaciones que más propiamente podemos considerar humana y humanizante.
Pero este panorama de opción por lo fácil y simplón tiene sus consecuencias. Cada vez hay menos pensamiento profundo o crítico. Amigo lector, haga usted mismo la prueba. Encienda la televisión, escuche y compruebe por si mismo. ¿Qué tipos de argumentos aducen los políticos o aquellos que suelen participar en tertulias televisivas? ¿Acaso no son ideas consabidas, generalidades ideologizantes, consignas maniqueas, sin que aparezca una mínima búsqueda de la verdad y el consenso? Antaño había programas de considerable nivel cultural del tipo de la siempre añorada "La clave", donde, a partir de una película, se iban debatiendo diferentes aspectos del tema abordado con seriedad, rigor y conocimiento de causa, desde los más diversos puntos de vista. Hoy, sin embargo, plantearse cualquier asunto con ese interés y complejidad no tiene cabida en la programación televisiva, pues sólo persigue audiencia y hacerle el caldo de cultivo a su señor.
En este sentido, no debe extrañarnos que la enseñanza está cada vez más orientada a la instrucción profesional y técnica en lugar de capacitarnos para pensar de manera libre, crítica y fundada. No cultivamos ciudadanos libres y responsables, sino meros trabajadores cualificados para las demandas tecnológicas del mercado laboral. Y lo que no satisfaga a ese fin pragmático no tiene cabida. Para pensar, lo que se dice generar pensamiento, ya tenemos a la IA que va a ser la que se dedique de manera delegada a ello, en lugar del homo sapiens. Así parece que están las cosas: que piensen las máquinas, que a nosotros nos cansa la tarea.
Con lo cual, el pensamiento no pasa de juzgar precipitadamente por meras apariencias, como si más allá de estas nos estuviese vedado mirar. Pero para aquellos que aún, y en contra del mundanal ruido y de las tendencias, se atreven a asomarse a las lecturas de este domingo XXX de tiempo ordinario, verán que son un revulsivo contra esa forma de proceder tan ligera de juicio y sensatez. En el libro del Eclesiástico o Sirácida se nos muestra que Dios, al contrario de nosotros, no hace acepción de personas, sin desentenderse de aquellos que para la sociedad cuentan poco a nada. Él escucha al humilde, al huérfano o a la viuda con predilección, pues sus súplicas le conmueven y son atendidas. Al contrario de lo que ocurre en esta sociedad de individualistas con auriculares, el sufrimiento de los descartados no le es indiferente.
En esa misma línea van el salmo 33 y el fragmento de la segunda carta del apóstol San Pablo a Timoteo, pues si Dios no nos abandona, sino que nos escucha, acompaña, consuela y socorre, entonces nosotros deberíamos también mantener nuestra confianza en Él, y con Él, escuchar, acompañar, consolar y socorrer al hermano que sufre, porque, aunque la sociedad se desentienda, los cristianos no.
Y en el evangelio de San Lucas, es el propio Jesús el que nos narra la parábola del fariseo y el publicano. Mientras el primero juzga y prejuzga peyorativamente al hermano que reza con él en el mismo templo, considerándose mejor y superior al otro, el publicano tan solo se fija en sí, en su pequeñez y fragilidad, pues se sitúa con autenticidad ante la grandeza y el misterio sobrecogedor de Dios, donde no puede haber sitio alguno para la vanidad que ostenta al fariseo.
Es benefactor, por tanto, situarnos como aprendices una y otra vez ante las enseñanzas transformadoras del evangelio. Aprendamos a no ser superficiales y vanos consumidores de imágenes virtuales y sí de más contenidos virtuosos, porque si no se nos terminará distorsionando necesariamente el ego y hasta puede llegar a desaparecer el rostro real del hermano sufriente. No viene mal tampoco, como terapia espiritual saludable, situarnos ante el amor de Dios todoabrazador, reconociendo nuestra poquedad, nuestro barro humilde, pues Él lo considera sagrado y nos trata con suma ternura y cuidado.
La tendencia y la tentación pueden ser construirse una imagen falsa de quienes somos, hasta el punto de ni siquiera llegar a reconocer nuestra máscara, tal y como el fariseo, que se veía a sí mismo perfecto y modélico en su relación con Dios y con los demás hombres, aunque a las claras dejara bastante que desear. Cuidado, por tanto, con las imágenes, porque aún pudiendo ser hermosas, pueden estar mostrándonos más que una realidad parcial y superficial de lo que hay y de lo que somos. Si quieres descender y descubrirte, adéntrate en tu desierto y será el mismo Dios el que se te revele para mostrarte entera y progresivamente tu autenticidad y tu espejismo.






