Blog de la Pastoral del Colegio Santa Mª de la Providencia
miércoles, 24 de diciembre de 2025
En esta noche
sábado, 20 de diciembre de 2025
El Gordo
EL GORDO
Llega el gordo. Todos hemos corrido a hacernos con algún décimo y andamos por ahí pendientes de que salga el gordo y engorde de paso nuestras maltrechas economías. Es una tradición que sigue manteniéndose incluso por los que no son muy partidarios de conservar las tradiciones; y es que a mayor venta de números, mayor beneficio para las arcas comunes. Todos jugamos, unos a otros nos compartimos algún número, pero el que tiene el premio asegurado es el que inventó el sorteo: Apuestas y Loterías del Estado al menos se queda con el 30% de lo recaudado. Por tanto, que siga y siga girando el bombo y haya suerte.
Pero con el genuino sorteo de Navidad el que viene y el que toca seguro es el Niño Dios. Ese por el que celebramos estas fiestas, el que viene seguro y toca también seguro es el que parece estar ausente entre tanta algarabía con la que la sociedad se adorna en estos días. Parece un contrasentido, pero no lo es; estamos tan metidos en lo que debe ser la Navidad, que su verdadero sentido se nos queda traspapelado. El gran regalo del cielo nos toca a todos, y no el reintegro ni la pedrea, sino el gordo de lleno: nos nace el Salvador, el Dios con nosotros. ¡Como para no celebrarlo!
Nos cuenta el profeta Isaías que el rey Ajaz no quería saber ni siquiera el signo de la llegada del mesías, no le debía interesar gran cosa, bastante tenía con preocuparse de sí mismo, pero Dios sí le da ese signo que no pedía: nacerá un niño hijo de la luz de una virgen y su nombre será Emmanuel. A ese número si quieres puedes jugar, a ver si a su debido tiempo, cuando llegue el sorteo, te toca el gran premio, el más esperado.
Por ello, tanto el salmo como la segunda lectura de este cuarto domingo de Adviento, con la Navidad a la vuelta de la esquina, son indican el modo en que podemos disponernos para recoger ese gran premio gordo que nos va a caer. Tenemos la gran suerte de estar llamados a recibir esa extraordinaria recompensa por la obediencia de la fe, si reconoceremos al Rey de la Gloria que va a entrar en nuestra historia y en la historia colectiva, así se transformarán tu vida y la de los otros en historia de salvación.
En el Evangelio este domingo vemos como acoge San José primero al ángel que se le aparece en sueños, para después aceptar y cuidar a María con la certeza de que el niño que trae su esposa en su seno es Hijo de Dios y viene del Espíritu Santo. Hay que ser un ser humano extraordinario para tener esa apertura para escuchar el lenguaje de Dios, los mensajes que nos traen los ángeles. No todos somos capaces de tener esa disposición para las maravillas del Señor. Ahí está el boleto de la lotería premiado y sacarle todo el partido posible. A la grandeza y generosidad de Dios, que nos trae a su propio Hijo hecho hombre, se corresponde la grandeza y generosidad del humilde José. Entonces, cuando confluyen ambas entregas mutuas, la de Dios y la del hombre, todo es posible. La Navidad es ese tiempo de encuentro.
Ya no queda nada para el sorteo de Navidad, y poco más para que en nosotros celebremos la llegada del Hijo de María y José. Es ese recién nacido que podéis ver envuelto entre pañales y acostado en un pesebre. Es el Dios humilde que acoge nuestra misma condición y se hace mortal. Que esta Navidad seamos como José, como María, como los pastores, y acojamos con esa ilusión los proyectos de Dios para cada uno de nosotros. Será una noche auténtica y maravillosa, en la que luce Él y las estrellas, no nosotros, que quedaremos sobrecogidos ante la belleza del Todopoderoso que se nos hace frágil y pequeño.
El nacimiento de Jesucristo nos enseña que hemos de nacer nosotros a Dios, aprender a amar, amarnos y dejarnos amar. Esta Navidad es una gran oportunidad, un premio extraordinario. El gordo es seguro si nos volvemos sencillos, sin que siquiera lo pregonen los telediarios. No es cuestión de azar ni de suerte, más bien de disponibilidad. Si Dios se abaja del cielo, también nosotros nos podemos apear de nuestros hábitos e inercias, para descubrir en lo oculto lo verdadero; pero para ello habrá que marchar hasta aquella aldea insignificante llamada Belén, hasta allí si quieres te guiará la luz que brilla en lo hondo de los hombres que buscan la voluntad de Dios. Si quieres estás premiado. Nos llega el gordo del amor mayor.
EL COLEGIO SANTA MARÍA DE LA PROVIDENCIA
OS DESEA A TODAS LAS FAMILIAS
UNA MUY FELIZ NAVIDAD
sábado, 13 de diciembre de 2025
Lo nunca visto
LO NUNCA VISTO
sábado, 6 de diciembre de 2025
Avisos varios
AVISOS VARIOS
sábado, 29 de noviembre de 2025
Llegarán
LLEGARÁN
sábado, 22 de noviembre de 2025
Sin trampa ni cartón
SIN TRAMPA NI CARTÓN
Decir que en esta vida todo parece un perfecto decorado es quedarse muy corto. Ya Calderón de la Barca tituló a uno de sus auto sacramentales con el elocuente nombre de El gran teatro del mundo. Y es que la realidad parece más una trama ficticia que cualquier otra cosa. Todo es pose, apariencia y ocultación frenética e interesada de la verdad. Los unos y los otros, y cada cual en su medida, se afana no por dejar manifiesta la verdad objetiva, sino por maquillarla o esconderla tras de múltiples caretas.
Es conocida la expresión acuñada recientemente de posverdad; con ella nos referimos a esa distorsión deliberada de los hechos objetivos, suplantándolos con posturas emotivistas, para que sin reflexión alguna las personas se posicionen y caigan fácilmente en la manipulación y en la polarización. Por lo que si antaño pocos se esforzaban en ese afán meritorio de esclarecer la verdad, en este turbio presente, dominado por las pantallas más que por las bibliotecas, y por la información rápida y sesgada en lugar del conocimiento logrado a fuego lento, la verdad se encuentra aún más sola que nunca.
Eso de exponerse con luz y taquígrafos ante lo que sin trampa ni cartón quede manifiesto lo que sólo somos, debe de ser muy doloroso, pues el común de los mortales huye despavorido antes de someterse a ese necesario autodescubrimiento. ¿Acaso no consistía en eso el famoso oráculo délfico? Pues parece que hoy vale cualquier cosa con tal de evitar ese sabio y prudente consejo de conócete a ti mismo. Pues si fallamos en reconocer nuestra propia verdad, ninguna verdad del mundo y de los demás vamos a poder alcanzar, y todo seguirá siendo farsa y decorado, máscara y caverna.
Y ante este drama humano de dar "la espantá" a la realidad nos ponen las lecturas en el final del ciclo litúrgico que hemos venido celebrando. Muy seguros de sí mismos, bien instalados en sus puestos, unos y otros pasan ante el Dios crucificado entre malhechores para exigirle entre burlas que sea un Dios a la medida de su mentalidad, que si Jesucristo es quien dice ser, en lugar de salvar a otros, se salve a sí mismo. Pero se impone la verdad de quien Él es. En la cruz, bien clarito y en tres idiomas, se lee que es el rey de los judíos. Pero es un rey cuyo poder real y divino le viene del amor oblativo. No viene a salvarse a sí mismo, sino a salvarnos de ese egoísmo cerril que nos esclaviza y destruye. Justamente pendiendo del madero, desnudo, desfigurado y desposeído, nos muestra brutalmente la verdad de Dios, que no se salva a sí mismo, sino a aquellos que libremente se confían a Él. Le piden que demuestre mediante el alarde de librarse del tormento que él es el mesías, y lo demuestra, con la aceptación y la renuncia a su identidad mediante la traición que le solicitan.
Abrirse a la verdad espeluznante y conmovedora de siervo sufriente que entrega la vida sin reservarse absolutamente nada, es la única manera de entender el triunfo inaudito al que estamos asistiendo. Ese es Dios verdadero no según nuestras concepciones, sino sin tapujos, el Cristo, Rey del Universo que vence el mal y la muerte en el abandono de los hombres, aunque esté muriendo por todos ellos. Y sin embargo, el buen ladrón, que sí sabe reconocer al Dios que comparte su misma suerte, se encomienda a Él mientras el otro sigue burlándose de este Dios humilde y crucificado. Y Jesús le promete compartir igualmente su suerte.
En definitiva, nadie se salva a sí mismo, como nadie se hace a sí mismo, todos nos necesitamos y todos hemos de ser salvados por otros y por el Dios encarnado. Esta es una de las verdades que este gran teatro del mundo virtual va a tratar de impedirte que descubras. Trata de ser contigo y para ti es lo que le exigían entre burlas a Jesucristo en el suplicio los mismos que le habían conducido hasta allí; pero es justamente al contrario: el que ama no mira tanto por sí como por los amados. En la cruz Jesucristo nos salva y nos hace hermanos, por mucho que esta sociedad trate de olvidarlo echando capas de superficialidad sucesivas y distracciones.
Este Cristo es la verdad radiante que no queremos ver ni asumir. En el supuesto fracaso estaba la verdadera victoria. En el Humillado el Salvador. En el que pierde su vida por Él y por el Evangelio, el que en realidad la gana ya para siempre. Es la gran lección que este mundo no está dispuesta a aceptar, porque los poderosos de entonces no son demasiado diferentes a los de ahora: sólo miran por ellos, los demás no les importan. Es la mentalidad vigente de salvarse exclusivamente a uno mismo a costa de los demás, pero de la que los creyentes deberíamos contar con suficientes anticuerpos para no caer en esas pseudo verdades que ofrece el sistema. No, la lógica del amor es la que asegura y posibilita que salga a la luz la más honda del saberse todavía humanos: el que se vence a sí mismo es el único capaz de vencer al mundo con la ayuda de Jesucristo, el Rey del Universo, autor de la vida y la gracia.
sábado, 15 de noviembre de 2025
En caída
EN CAÍDA
No hace falta estar demasiado al tanto para, a estas alturas del año, haberse ido dando cuenta que las horas de luz han disminuido considerablemente, que el día nos cunde aún menos, y que hasta las hojas caídas alfombran nuestras calles, plazas y parques. Es el otoño con su peculiar colorido, hermoso, pero ciertamente poco animoso. La naturaleza nos está expresando algo que no suele gustar recordar: el declive. Caen las hojas de los árboles despojándoles de su belleza, e igualmente van cayendo las últimas hojas del calendario. Todo llega a su fin, todo, antes o después encuentra su punto de maduración, al que sigue su tiempo de caída.
Aunque traten de evitarlo a toda costa, también a los que ostentaron el poder con toda la serie de artimañas, les llega el momento en que terminan por precipitarse. Caen de sus pedestales aquellos que se habían subido a sí mismos por encima de los demás mortales. Ellos se endiosaron, pero ahora la realidad termina por instalarlos en el sitio que les corresponde, y como se suele decir: más dura será la caída.
En la economía también suceden esas épocas de crecimiento y otras en que se acabaron los beneficios. Los llaman ciclos económicos a aquello que nuestros antepasados denominaban periodos de abundancia y escasez, las vacas gordas y las vacas flacas. En los mercados se especula, suben de golpe las cotizaciones bursátiles, pero llega el momento del desplome, y todo retorna a su cauce natural. Por tanto, no ha de sorprendernos demasiado esas oscilaciones, esos momentos de auge, que sin duda traerán otros posteriores de declive. A las personas nos ocurre lo mismo que a los imperios, pues los humanos no estamos inmunizados contra el declive.
Y es que el año litúrgico está llegando también a su fin y eso se nota en todo, también en las lecturas que nos propone este domingo XXXIII, jornada mundial de los pobres. El profeta Malaquías es tajante en su anuncio: llega el día en que en el horno serán quemados aquellos que vivieron como si no hubiera mañana, como si sus delitos fueran a quedar inmunes, como si lo propio del ser humano fura el cainismo. Los que practicaron la injusticia y sumieron a los demás en la pobreza caerán sin remedio, frente a los que por sus buenas obras les llegará la bonanza del amor consolador de Dios. Cada uno de nosotros está a tiempo de situarse o a un lado o a otro de la balanza.
Hay que comportarse con rectitud, mirando el bien por todos, tal y como trató de hacer el apóstol Pablo cuando se encontró como uno más en la comunidad de Tesalónica. Practiquemos la fraternidad, trabajando y luchando por el bien de la comunidad, no por el miedo al castigo de esos días en que vendrá el Señor a regir los pueblos con rectitud, sino por el compromiso que se adquiere al creer en Jesús: practicar el bien, la justicia y la misericordia. ¿Puede haber dedicación más hermosa?
Ante este panorama de final de los tiempos que se nos avecina, se nos pide conservar la calma, la confianza y la esperanza. Sabemos de quién nos hemos fiado, del Dios amoroso que nunca va a abandonarnos. Todo sucederá cuando tenga que suceder, y habrá una gran caída, pues parece haber ya señales premonitorias del hombre como artífice activo de la destrucción de la paz y la equidad. Sin embargo, los justos deben seguir firmes en la práctica de la concordia y la justicia. Mientras llega o no llega esa caída precipitada, seamos artesanos de ese humanismo cristiano que cree y restaura al ser humano, pues pasará este tiempo, se caerá piedra sobre piedra del grandioso templo construido por manos humanas, pero de su palabra ni una sola letra perderá validez.
Es nuestra misión: dar testimonio de que el ser humano puede cambiar, dejarse hacer por Dios para atender a los hermanos, en especial a los más necesitados. Quien lleva a Jesucristo en su vida y obra en consecuencia conforme a la voluntad de Dios amando a los hombres, está anunciando un modo nuevo de ser hombre. En tiempos de caída también se puede atisbar que no todo acabará de manera lamentable, sino que el final, tanto de la historia personal como de la historia de las civilizaciones que no supieron convivir, no va a ser más que un principio, pues Dios es un Dios de vida que no acaba.






